JOSÉ IGNACIO BETETA BAZÁN
16/05/2021
Diario Gestión
Y no hay muchos estableciendo otra alternativa…
Desde mis estudios generales y luego mis estudios en la facultad de Humanidades en la PUCP, pude advertir que la canción sobre la historia y los fenómenos sociales peruanos que me cantaron tenía dos elementos transversales ineludibles:
(1) rimaba con marcos teóricos “traídos” de algunas universidades europeas, declaradamente agnósticas y con una sólida línea socialista;
(2) se bailaba con una literatura académica peruana auto-referente; leíamos a catedráticos de la casa, o de otras universidades con el mismo ADN: Cotler, Matos Mar, Lumbreras, Franklin Pease, y compañía.
Estos dos elementos musicales decantaban en narrativas para cada evento histórico y cada fenómeno social: el mundo andino, la conquista, la independencia, la época del guano, la guerra con Chile, la “República Aristocrática”, los militarismos, las migraciones del campo a la ciudad, la historia de las minorías, el gobierno de Velasco, el terrorismo, los ochentas y la década de Fujimori.
Para cada etapa o fenómeno, el corpus académico de la universidad funcionaba como una sinfonía perfecta. Cada profesor, cada sílabo, cada bibliografía, respondía a dichas narrativas y entonaba como coro de Misa las conclusiones que se iban construyendo con orgullo y naturalidad a lo largo de los años.
La pluralidad que publicita la PUCP se basa en que estas narrativas eran interpretadas por diversas voces, pero todas unísonas. El autor tal, la autora tal, el autor tal por cual, y la autora tal por cual, eran todos violines tocando en la misma tonalidad, la misma nota, a la misma velocidad, una y otra vez. En Estudios Generales recuerdo a una sola profesora que desafinó virtuosamente. Adriana Añi. Y luego algunos y algunas más en la facultad. Había docentes con una mirada balanceada, sí, pero eran pocos.
¿Entendemos al Mundo Andino? El mundo andino se basaba en el “principio de reciprocidad”, concepto cuya aplicación en la realidad es improbable, pero que desarrollado y disgregado, sirve para contrastarlo con la mirada “comercial y mercantilista” de los conquistadores. Cuando llegan los españoles, se rompe el principio de reciprocidad de la mita andina. Se destruye el paraíso.
¿Abordamos la Independencia? La independencia no fue un acto voluntario. Ni siquiera fue una guerra civil, como lo planteó José Agustín de la Puente. Fue un acto resignado, vil y traicionero de la élite criolla peruana. Así, nuestra génesis estuvo marcada por el egoísmo de los blancos, de los ricos, y la victimización de los indígenas y esclavos.
¿Estudiamos la Época del Guano? Fue la presentación en sociedad de la élite peruana, que demostró ser vil, despiadada, corrupta, superficial, tal como lo habría de ser durante la “República Aristocrática”, que en vez de ser una etapa de crecimiento y apertura económica, fue -según esta corriente- primordialmente una de elitismo y discriminación.
¿Nos metemos en el sensible análisis del terrorismo? La partitura decía que era un fenómeno en el que uno podía “separar” el “senderismo ideológico” de la violencia en el campo (¡!). Y recuerdo a un profesor que afirmaba explícitamente que Abimael no quería que haya violencia, pero el proyecto “se le escapó de las manos”. Senderismo y terrorismo, eran melodías distintas, según este académico (cualquier parecido con la actualidad, no es pura coincidencia).
Así, las conclusiones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, contempladas con el alma de un ex estudiante de la PUCP, constituían una pieza musical perfecta en la que uno podía respirar el marco teórico y las narrativas de las que les hablo. Iglesia y Estado fueron tan perversos como los terroristas. El terrorismo no podía ser considerado un fenómeno ideológico y subversivo, fue la consecuencia justificada de un proceso de discriminación y desigualdad. Había que indemnizar a esos (potenciales) terroristas invisibles que los militares no pudieron identificar, pero debieron hacerlo, principalmente porque el petit comité que las redactó años después, así lo exigía, sin tener el mas mínimo entendimiento de lo que fue, en el campo, la guerra contra el comunismo.
Ojo, nadie dice que la interpretación correcta de los períodos y fenómenos históricos que he elegido sea la opuesta (en el caso del terrorismo, sí). Lo que afirmo es que siempre predominaba una melodía de lucha de clases, basada en figuras predeterminadas y sesgadas, que conectaba datos de la misma forma antojadiza en que los conectan hoy varios portales informativos de izquierda.
En conclusión, y con cargo a que me escriban y acepte cualquier debate al respecto,
- la canción histórica y sociológica del Perú de los últimos 40 años, es la canción que la PUCP y sus anexos nos han cantado.
- La San Marcos consume lo que la PUCP produce.
- La UPC también, al contratar a sus egresados de Humanidades, año tras año, por los últimos 15 años.
- Y ahora la misma influencia maternal y umbilical se percibe en el ensamble de la UP.
¿Es esto algo “malo” en sí mismo? No lo sé. Sigo teniendo muy buenos amigos que son hijos intelectuales de esta corriente y son felices. Solo sé que la mirada que tenemos del país, gracias a esta corriente intelectual, no es para nada plural. Es monolítica, pétrea, sin grietas, dado justamente su sesgo ideológico, barnizado de pluralidad, pero repleto de clichés. Y aquí tenemos un problema, porque una mirada única solo puede traer intolerancia hacia quienes no la comparten, y mediocridad intelectual en quienes la alimentan.
Lo que también puedo decir es que esta narrativa ha dominado nuestro imaginario y se hizo cargo de dar a luz al antifujimorismo, al toledismo, al humalismo y ahora amamanta al castillismo. Las campañas electorales son como son, en parte gracias a esta escuela histórica y sociológica que nació en mi alma mater, y hasta que no aparezca una nueva con una mirada más balanceada, liberal y objetiva, que le haga frente, nuestro devenir será una inevitable caída hacia una sociedad intervencionista, enemiga de la riqueza y la propiedad privada, progresista pero intolerante, romántica en su discurso, pero totalitaria, globalista pero desconectada de su propia tierra. Lampadia