Unida en un solo puño para destruir el país
Fausto Salinas Lovón
Para Lampadia
La división de la izquierda era proverbial. Su espíritu de facción le impidió tener relevancia en la Constituyente de 1979, la redujo en el Congreso de 1980, le obligó a renunciar a la segunda vuelta en las elecciones de 1985 y los obligó a servir de tontos útiles de Fujimori para derrotar a Vargas Llosa en 1990, a cambio de dos fajines y algunos puestos que perdieron muy pronto. Barrantes ganó la Alcaldía de Lima, pero su llegada a Palacio fue impedida, ante todo, por la propia izquierda.
En la década del 90, luego de la caída del muro de Berlín, que significó la mayor derrota del comunismo real en la historia, a su división se unió su intrascendencia. Se tuvo que refugiar en regiones, alcaldías, sindicatos, frentes de defensa y comenzó su nueva estrategia: infiltrar partidos, instituciones y medios. En este tiempo y en los primeros años de los 2000, tuvo que buscar vientres de alquiler para figurar políticamente. Javier Diez Canseco, su máximo referente, tuvo que ponerse bajo la sombra de Javier Pérez de Cuellar para llegar al Congreso en el 2001 y luego, se cuadró, sin despeinarse, ante las pocas luces del comandante Humala que ensayó la nueva y exitosa forma de acción política de la izquierda: el camuflaje. Henry Pease, también se tuvo que poner bajo la sombra de Pérez de Cuellar para llegar al Congreso en 1995 y se puso a las órdenes de Alejandro Toledo en el 2001, con el mismo objetivo.
Entre el 2006 y el 2016 el camuflaje fue el nacionalismo. A este se subieron, sin ningún remordimiento, todos los camaradas, carnívoros y vegetarianos[i]. El antifujimorismo sumó a más acólitos: caviares, académicos, presupuestívoros, antimineros y otros. Sin embargo, ni siquiera en ese tiempo de “borrachera de poder”[ii]estuvieron unidos. La Veró, secretaria de no se qué en el partido y fiel compañera en los viajes a Caracas, se desembarcó muy rápido cuando Humala aceptó, presionado por Vargas Llosa y Toledo, jugar en la cancha democrática y no llevarnos al desvarío chavista para el cual había sido concebido. Los Movadef, los proseguir, los cerrones, los santos y la otra izquierda y el ala dura nunca lo vieron con buenos ojos: los desvaríos burgueses de su consorte eran incompatibles con el “actuar revolucionario”.
En el 2016, intentaron unirse para pasar a la segunda vuelta. No lo lograron. Sin embargo, lograron algo mejor: gobernar gracias a la candidez otoñal de PPK y sus funcionarios de lujo, la complicidad de Vizcarra, el actuar hepático de Keiko y la complicidad manifiesta del ex rehén que pedía autógrafos, el segundo Caballo de Troya con el cual terminó de desembarcar la izquierda este año. La más grande estupidez política que la historia política peruana haya visto es que un país, que en un 80% voto por las libertades económicas, la propiedad, la empresa, le terminó regalando el poder a la izquierda.
En la primera vuelta de las elecciones de 2021, la división los siguió marcando. Había izquierda para todos los gustos. Desde Lezcano, el marxista infiltrado en el partido de FBT hasta Castillo y Ciro Gálvez, a quienes el Oráculo de la izquierda había calificado como “representantes del folklorismo de izquierda que la derecha necesita”[iii], la “izquierda aldeana, ensimismada, telúrica, que se mueve sólo para arrancar algunos aplausos condescendientes en el periodismo tradicional”[iv].
Sin embargo, la segunda vuelta de las elecciones de 2021 hizo la magia que no hubo en 42 años, desde 1979. La proverbial división se acabó. Se unieron. Hasta el Oráculo, que muchos tontos de la derecha comparten en sus posts, consintió que los “aldeanos”, “telúricos”, “folklóricos” tomen el poder. Hoy, están todos en él poder. Los Movadef, los proseguir, los Cerrón, los “telúricos”, la Vero, los nacionalistas, los susanistas, el cura Arana, los camaradas dinosaurio activos en entrevistas y desde el Facebook y ya no desde las relaciones exteriores, todos, unidos, en un solo puño, para destruir el país. Los caviares, sus primos pitucos, quieren tomar distancia al no recibir su pedazo de pastel, pero ahí estuvieron, haciendo posible lo que estamos viviendo.
¿Esta es la izquierda, unida como nunca, que les parece?
Hago este recuento antes de que el barco se hunda o nos lleve a aguas tormentosas, para que en el momento en que empiecen a huir o haya que asumir consecuencias, como siempre sucede en la política, no nos digan: yo no fui y se asilen en algún otro partido. Ahora están todos, como nunca antes, unidos, destruyendo el país. Compartiendo el poder, porque gobierno no existe. Tomemos nota. Lampadia