Como hemos afirmado anteriormente, “el Perú es un país que está en construcción”; y, si tu casa está en construcción, no puedes dejarla solo en manos de los ingenieros, capataces y obreros. Tienes que participar, supervisar y controlar pues, quién vivirá en ella eres tú, tu pareja y tus hijos, y tal vez también tus padres.
En la construcción de nuestro país, que no es (ni será) de los ingenieros, capataces y obreros, hemos dejado el diseño, construcción y acabados, en sus manos. Nos limitamos, en muchos casos, a habilitar los recursos financieros con el pago de impuestos directos e indirectos y a contratar o elegir, cada cierto tiempo, a nuestros gobernantes, a quienes llamamos autoridades en vez de llamarlos administradores.
El resultado es que el gobierno, en sus distintas instancias, le da la espalda al interés colectivo. Sin transparencia, sin evaluaciones de costo-beneficio, sin suficientes debates ni participación de los ciudadanos y/o grupos afectados por la selva normativa, que es más un ejercicio formal, o de códigos políticos, que el perfeccionamiento institucional y el instrumento de un mayor bienestar general.
Si a esta lejanía de los ciudadanos con la cosa pública le agregamos el reconocimiento de que la mayor falla de nuestra historia republicana, como en su momento lo hicieron notar los ínclitos Víctor Andrés Belaunde Diez Canseco y Jorge Basadre, es la debilidad de nuestra clase dirigente y su pobre liderazgo, tenemos mucho de improvisación y poco de racionalidad; y una sociedad que navega sin sentido de dirección ni auténtico propósito de bienestar colectivo.
Lo que es peor, parece que en América Latina (AL) no es suficiente recorrer consistentemente un mismo camino por un largo período. Recientemente, hemos visto como en Chile, después de más de 30 años de vida de un modelo que ha logrado éxitos notorios en la calidad de vida y la construcción del mejor nivel de institucionalidad de la región, bastó un momento de debilidad y la presencia de una edulcorada propuesta de cambio radical en el gobierno, para que se echen abajo casi todas las estructuras de la sociedad, sin que su clase dirigente haya hecho prácticamente nada por defender las ideas en las que creían.
Todo esto nos dice que los ciudadanos tenemos que hacer política desde nuestras posiciones sociales. ¡No podemos dejar algo tan importante, como el manejo del destino del país, en manos de los políticos!
Por otro lado, lamentablemente, el ejercicio de la política partidaria está tan desprestigiado y los incentivos para su ejercicio son tan disfuncionales, que es muy difícil que podamos esperar que esta situación se corrija pronto sin un mayor ejercicio de la política a nivel ciudadano y de mayores oportunidades de ejercicio institucional.
En EEUU se aprecia una buena experiencia de participación colectiva en aspectos institucionales, donde desde el pueblito más pequeño hasta las grandes ciudades, en todas hay una liga de beisbol, básquet o futbol americano. En esas pequeñas instituciones, los niños americanos adquieren la costumbre del ejercicio institucional. Tal vez en el Perú debiéramos fomentar la formación de instituciones deportivas a lo largo y ancho del país, así como una mayor dinámica de los clubes regionales que, además de promover sus gastronomías regionales, involucren a sus niños y jóvenes en actividades y concursos deportivos.
Este tema es de la mayor importancia posible para el futuro de nuestro país. Asumamos la tarea de incentivar la práctica institucional y el ejercicio de la política desde la base de la ciudadanía. Lampadia