Enver Figueroa
Para Lampadia
Mientras oía a Martín Vizcarra y sus ministros hablar de las medidas que contemplaban para este periodo post-cuarentena, donde en realidad seguiremos en alguna medida bajo cuarentena, no pude evitar recordar la impresionante novel de Saramago “Ensayo sobre la ceguera”.
Las medidas coercitivas siempre se cumplen poco o nada y, por eso mismo, eventualmente devienen en represivas y la gente termina sublevándose totalmente contra ellas. Al parecer los miembros del Ejecutivo no han leído esa monumental novela, pero tampoco parecen conocer nada de la abundante producción científica que desde hace meses orienta las decisiones de varios gobiernos extranjeros para detener el avance del COVID-19 y que les está dando resultado.
A diferencia de países como Noruega, Suecia, Italia, República Dominicana y Uruguay, que nunca llegaron a tener picos de contagio tan altos y que hace casi dos meses lograron torcer la tendencia de sus curvas de contagios nuevos diarios, el Perú ha aplicado solamente la estrategia de la cuarentena y las restricciones obligatorias generalizadas con los peores resultados posibles: los contagios siguen aumentando y la economía está destruida.
Mientras el número de contagiados y fallecidos sigue creciendo, a pesar del grosero y deshonesto intento del gobierno de mostrar que los contagiados bajan al reducir desde hace casi un mes el número de pruebas diarias, lo que no cambia es la actitud del gobierno: torcer la realidad para justificar su posición, torcerla tanto hasta el extremo de decir abiertas mentiras, como lo de la inexistente “meseta” hace aproximadamente un mes.
La sistemática negativa de los miembros del gobierno a modificar su estrategia del garrote y el miedo, se explica en parte por la ignorancia, pero también por un sesgo cognitivo muy frecuente: el sesgo de confirmación. La investigación psicológica aplicada a la toma de decisiones reveló desde los años 60 que las personas tienden a aceptar hechos y datos que confirman sus creencias pre-existentes, en tanto que descartan aquellos que las contradicen.
Impresiona ver cómo la evidencia abrumadora del aumento en el número de contagiados y fallecidos no persuade al gobierno de que ha ejecutado por casi 4 meses una estrategia errada o, al menos, inadecuada. Es obvio, ¿no? Si hubiera sido la estrategia correcta, el país no estuviera en la situación que estamos. A primera vista este artículo puede ser visto como una crítica, y lo es. Precisamente esa es la función de la crítica, mostrar la perspectiva no vista, el análisis no hecho para, con ello, lograr una mejor toma de decisiones. La resistencia del gobierno a la crítica, sobre todo cuando la evidencia es abrumadora en su contra, revela no solo ignorancia y la prevalencia del sesgo de confirmación, sino también un delirio de soberbia propio del poder y más cuando este llega muy rápido, sin haber seguido el camino sacrificado de la construcción democrática.
De hecho, en este momento el país también vive una real falta de democracia. Tenemos un Congreso que aprueba los decretos de urgencia y le da facultades legislativas al Ejecutivo para poder los congresistas dedicarse a fraguar leyes que estiren la duración de su curul más allá de julio de 2021, en una especie de pacto tácito donde lo que sobre es la traición a la voluntad popular. Esta falta de balance de poder real refuerza el sesgo de confirmación de Vizcarra y sus ministros. Solo esperemos que las personas que tienen circunstancialmente el manejo del Estado tenga Ia sensatez de entender que su poder es sólo temporal y que su reticencia a reconocer errores viene costando vidas y el empobrecimiento de millones de peruanas. La historia al final siempre juzga. Lampadia