Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
Ramón de Campoamor, en su poema “Las dos linternas”, decía: “En este mundo traidor nada es verdad ni es mentira; todo es según el color del cristal con que se mira”. Esto que fue escrito en 1846, en su obra “Las dolorosas”, parece que lo hubiera escrito pensando en el Perú de hoy.
Estamos viviendo un proceso de búsqueda de nuestro norte, de líderes, de gente con bonhomía, capaces de guiar nuestros destinos por la senda del bien. Pero, al igual que Diógenes, con su linterna – él decía- “no hallo un hombre entre los seres. ¡Y yo que hallo hombres hasta en las mujeres!”. “Buscaba fe y virtud, encontrando en Alejandro, un miserable y en Sócrates, a un loco”. Y continuaba diciendo que “iba buscando con su linterna aquí y se topaba con un santo, pero mirando allá, veía un mártir, contrastando a cada paso la dicha con la virtud, la fe y la existencia. Para él, virtud era simpleza, el más puro amor escoria, vana ilusión la grandeza y una necedad la gloria”.
¿La misma locura está ocurriendo en nuestro país? ¿Es que hemos trastocado todo, hemos encumbrado políticamente a gente con “capacidades morales diferentes” y “habilidades intelectuales limitadas”, incapaces de distinguir el bien del mal y de plantear vías de solución? Es increíble observar cómo, después de anunciar “no más pobres en un país rico”, no sean capaces de plantear soluciones coherentes con ese objetivo, ni se planteen el mejor aprovechamiento de lo que tenemos disponible. Es lamentable oír que se requiere brindar oportunidades dando acceso a una diversidad productiva, pero a contramano se boicotea el sistema educativo y se minimizan las exigencias a los educadores y estudiantes.
Pedro Castillo (PC) tiene en la punta de la lengua y repite como muletilla lo de “la lucha contra la corrupción” y cree que, sólo con repetirlo arregla el problema, pero está rodeado de corruptos y sus acciones y comportamiento, no dejan espacio como para creerle o para presumir que él no encabeza esa corrupción, elevada hoy de municipios y regiones, al nivel del gobierno nacional. En sólo 120 días en la administración, ya se cuentan por decenas los casos emblemáticos de nombramientos que por presión mediática debieron ser dejados sin efecto, bien sea por actos de corrupción y delitos cometidos o por incapacidad para el cargo. No sólo eso, sino que el círculo más cercano a PC tiene una alta concentración de gente con antecedentes delictivos. ¿Cómo es que no se tiene ningún filtro?
Otro tema es el de las calificaciones académicas y experiencia para acceder a los más altos cargos del Estado. El aparato del Estado es voluminoso y complejo, tiene puntos de contacto con todas las actividades sociales, económicas y empresariales y, consecuentemente, requiere de funcionarios con altas calificaciones, que den solvencia a la gestión. Obviamente PC no tiene por qué saber de todo, pero sí tiene la obligación política y moral de convocar a los mejores profesionales, técnicos y especialistas para la gestión. Dicho esto, es un hecho conocido, no sólo el bajo nivel de los funcionarios nombrados, sino la desesperación y presión de PC al gobierno anterior, para eliminar las exigencias profesionales del secretario general de la Presidencia de la República y así poder nombrar a su amigo Bruno Pacheco (sospechoso de tráfico de influencias, corrupción en efectivo y ocultador de su teléfono celular para obstruir a la justicia).
No menos preocupante es la presión por rebajar las exigencias del Estado para ocupar ciertas plazas técnicas, ya que los amigos y allegados al partido (¿partidos?) de gobierno, no dan la talla. A eso también se le llama corrupción, puesto que, el principal mandato recibido por PC, es preservar los intereses de la nación y velar por el correcto y eficiente manejo de la cosa pública.
En medio de este desolador escenario, una congresista con grandes deseos de figuración en el escenario político, planteó hace unas semanas una moción para iniciar el proceso de vacancia del presidente de la república por incapacidad moral permanente. Queda claro que estoy de acuerdo con que PC es incapaz de gobernar, además de haber cometido una serie de acciones reñidas moralmente con la investidura de la presidencia de la república, por lo que bien merece que se lleve a cabo el proceso de vacancia.
Dicho esto, las cosas no se deben ejecutar de impromptu, sino que se debió evaluar todo el proceso; desde la formulación del pedido de vacancia, pasando por el trabajo de coordinación y convencimiento a las bancadas afines y analizar qué se hará si se tiene éxito y qué, si no se tiene. Recordemos que el objetivo superior es el futuro del Perú y no la vacancia en sí misma. En consecuencia, en el Congreso se tiene que hacer un exhaustivo análisis de la situación y los posibles resultados ante los distintos cursos de acción, de los cuales, la vacancia es uno de ellos.
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¿Cómo está hoy la correlación de fuerzas en el escenario político, mejor o peor que antes del 7 de diciembre?
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¿La credibilidad y popularidad de PC está suficientemente deteriorada como para iniciar el proceso de vacancia?
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¿Deberíamos concluir el proceso de elección de los miembros de TC antes?
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Si se tuviera previsto insistir ¿nos deberíamos quedar con la vicepresidente o ella debiera salir antes que PC?
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Si la vacancia tuviera éxito ¿se convocaría a elecciones generales con los mismos funcionarios de los tres órganos electorales?
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¿Después de un cambio de gobierno, se podrían resolver todos los problemas nacionales manteniendo a los miembros de la JNJ, PJ y MP o se debe resolver eso primero desde el Congreso?
Finalmente, pero a ser respondido con anticipación, ¿están los grupos democráticos, republicanos y liberales, dispuestos a ceder posiciones en favor de una “Unidad Republicana” a la que todos aportemos sin esperar pequeñas cuotas de poder? Si la respuesta es sí, empiecen por ahí el proceso.
Por eso la experiencia de Diógenes es tan importante. Lampadia