Y reformar la financiación partidaria
Jaime de Althaus
Para Lampadia
No es la condena moral, ni las denuncias periodísticas, ni la comisión de ética lo que va a corregir la mala práctica de muchos congresistas de recortar el sueldo de sus empleados. Lo que tenemos acá es una práctica patrimonialista originada en el sistema electoral plurinominal con voto preferencial, en el estado de los partidos y en la organización del Congreso.
Comencemos por esto último.
El especialista César Delgado Güembes recuerda que hasta 1988, los diputados y senadores no tenían personal alguno. Había un servicio parlamentario que asesoraba al que lo demandara. No había más de 300 empleados para una cámara de 180 diputados, por ejemplo. Hoy el congreso unicameral tiene casi ¡3,400 trabajadores!
En 1988 por primera vez se asigna a cada diputado y senador una secretaria y un asesor, nada más. Y es a partir de 1995 que se crea el despacho congresal de cada congresista, que ahora está integrado por 7 empleados:[1]
Son puestos creados para que el congresista pueda recompensar a quienes le ayudaron en la campaña, o colocar a sus amigos. Según la norma, los asesores tienen que ser profesionales, pero un técnico, por ejemplo, solo necesita tener formación técnica terminada o universitaria incompleta. El auxiliar, el asistente y el coordinador, apenas secundaria completa. Son puestos de favor, y por lo tanto es muy fácil pedirles que entreguen parte de su remuneración. Es el sistema. Ningún profesional de valía aceptaría algo así. Ver en Lampadia: Reformemos el Congreso.
No hay ninguna necesidad de que el Congresista tenga ese personal.
Cualquier asesoría debería ser prestada por una oficina central de profesionales y especialistas a la que los parlamentarios acudan, reformando el llamado servicio parlamentario (al que, según Milagros Campos, ¡ya nadie entra por concurso público desde el 2009!). Y por asesores de bancada.
Hay una analogía entre este profuso e inútil despacho congresal en detrimento de un cuerpo de asesores serios de bancada, y el voto preferencial en detrimento de la unidad partidaria.
En un sistema de distritos electorales plurinominales con voto preferencial, los candidatos compiten con los candidatos de su propio partido por el voto preferencial, y hacen campaña unos contra otros. Luego tienen que premiar a su equipo de campaña con puestos inútiles. Si tuviéramos un sistema de distritos uninominales o binominales, es el partido el que compite contra otros partidos, y entonces tiende a reforzarse el programa y la estrategia partidarias, no los del candidato.
Y, por supuesto, como señala Delgado Güembes, los candidatos deberían ser mejor seleccionados y capacitados por los partidos, que para eso tienen financiamiento público. Pero esto demanda a su vez una reforma del financiamiento, para que empresas puedan financiar campañas y think tanks partidarios por medio del mecanismo think tanks por impuestos, de modo que los mejores quieran ingresar a la política.
En suma: eliminar los despachos congresales (o limitarlos a una secretaria), convertir el servicio parlamentario en una verdadera oficina central de asesoría y fortalecer el cuerpo de asesores de bancada. Y reformar el sistema electoral y el financiamiento partidario en la línea señalada. Para no tener que seguir con esta historia sin fin. Lampadia
[1] Acuerdo Nº 005-2021-2022 / MESA-CR. Aprobación del módulo de personal de confianza de despachos congresales y prohibición de desdoblamiento de plazas