Fausto Salinas Lovón
Desde Cusco
Para Lampadia
La idea de votar nulo o en blanco en la segunda vuelta electoral la plantearon por primera vez el 2001 Álvaro Vargas Llosa y Jaime Bayly. Dijeron que los candidatos de entonces «no reúnen las credenciales morales mínimas para ser presidente». En el 2006 y en el 2011, otros plantearon esta misma alternativa electoral con el argumento de que “no se podía elegir entre el sida y el cáncer”. Hoy, en la elección del 2021, escuchamos a muchos con la misma idea.
Veamos entonces lo que significa el voto nulo o en blanco, así como su relevancia electoral:
- En la elección del 2016, de 18,34 millones de votantes, 1,040,000 votaron nulo y 149,000 en blanco. Blancos y nulos fueron apenas el 6.48 % de los votos emitidos.
- En la primera vuelta de estas elecciones, sin que nadie plantee este dilema, 3,31 millones de peruanos votaron nulo o en blanco, representaron el 18.70% de los votos emitidos. Tres veces más que en la elección anterior.
- No obstante, el alarmante crecimiento del voto blanco y nulo en la primera vuelta, para que estos votos pudieran anular la elección tendrían que superar los 10 millones de votos considerando el actual padrón electoral, es decir una cifra utópica imposible de alcanzar.
Cabe preguntarse entonces: ¿Tuvo algún sentido invitar al voto nulo? ¿Hay algún beneficio de votar en blanco o nulo?
Obviamente ninguno. Los votos nulos, como los blancos no ponen presidentes, ni impiden la llegada de presidentes.
Son la expresión de su descontento con el sistema político. Son la señal de frustración frente a la corrupción y la ineficiencia del Estado. Son una condena frente a la polarización de la política nacional. Es una forma de llamar la atención a una clase política mediocre que divide, se atomiza, se fracciona y da rienda suelta a sus apetitos individuales y no a los intereses mayores, a los principios o a los ideales nacionales. Es la expresión de un sentir individual de muchos ciudadanos para los cuales el fujimorismo no es una alternativa, ni lo es el pro senderismo comunista de Perú Libre.
El voto blanco y nulo es una expresión válida, legítima pero absolutamente impertinente en este momento. Es una expresión impertinente cuando una de las opciones nos propone, sin disimulos, destruir las libertades, la democracia e instaurar un régimen totalitario comunista sin propiedad, sin empresas, sin libertades y sin futuro.
El voto blanco y nulo en este contexto deja de ser la genuina expresión de descontento frente a la clase política disponible y se convierte en un acto de deliberada complicidad con la destrucción de nuestra democracia y nuestras libertades.
Los que voten en blanco o nulo creerán que están expresando de manera egoísta pero firme su “supuesta dignidad”. Sin embargo, habría que recordarles a ellos qué a los comunistas, a quienes el voto blanco y nulo beneficia, no les parece tal cosa, sino una más de las tantas formas en las cuales muchos ciudadanos libres terminan actuando como parte del “coro de los idiotas útiles” al comunismo, una expresión tan apropiada de Bruce Thornton para estos tiempos.
Cuando la oscuridad democrática y las tinieblas de la dictadura sendero chavista acaben con nuestra libertad, no nos digan que su dignidad los llevó a votar así. Solamente recuerden que fueron parte del “coro de idiotas útiles” que musicalizó esa tragedia. Lampadia