Mientras todo sucede
Milagros Leiva
Para Lampadia
Todo el Perú se preguntaba cuándo el presidente Castillo se sacaba el sombrero, en qué momento del día se relajaba y volvía a ser él mismo. Nadie imaginó que lo hacía cuando la noche caía y camuflado llegaba a su cuartel de Breña para reunirse clandestinamente con “amigos” y “familiares”, con encargados de compras, ministros y un largo etcétera de oscuros personajes cuya lista completa hoy desconocemos. Puesto al descubierto, el gobernante ha comenzado a balbucear, a ensayar respuestas alocadas, a gritar muy enojado en las plazas, a seguir insistiendo que por campesino y profesor rural nadie lo quiere en Palacio, pero a estas alturas ya nadie le cree.
Que hoy Castillo aclare que se quita el sombrero y se pone un gorro para dormir es tan irreal que ni sus ministros pueden defenderlo. ¿Nos cree tontos?
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Que duerme en Breña es imposible, que en esa casa solo se reúne con amigos y familiares también es imposible porque la lobista (¿o mejor le decimos loba?) Karelim López no es su amiga (¿o sí?), pero entró como Pedro en su casa a Palacio, a su despacho y también a su refugio en Breña.
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¿Qué cosas pasaron entre ella, Pacheco y Castillo es un asunto que tendrá que ser resuelto por un fiscal eficiente y que busque la verdad
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¿Zoraida Ávalos saldrá de su letargo?
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Karelim no es una anécdota, es una pieza clave en este esquema corrupto. Su visita fue días antes de que la empresa que ella “asesoraba” ganara una licitación que pasa los doscientos millones de soles. ¿Era ella la encargada de llevar la coima como en esquemas anteriores? ¿Es una inocente que estuvo en el lugar equivocado con un buzo de domingo? ¿O es más bien el nexo entre los empresarios que pugnan por ganar licitaciones de maneras no santas?
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¿Si antes existía el club de la construcción ahora existe el club del sombrero?
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¿Qué otras visitas ha tenido que no han quedado registradas?
A Pedro Castillo solo le falta volver a fingir una caída como en la huelga sindical del magisterio en ese lejano 2017 para cambiar el rumbo del escándalo, pero ya nadie lo salva de los 52 votos que se necesitaban para que asista a Palacio y responda. Embustero resultó este gobernante que bien calladito se quedó cuando a su secretario le encontraron 20 mil dólares en el baño, miente casi como consigna al punto que el propio jefe de los ronderos le aclara que él nunca lo fue; miente cuando asegura creer en las inversiones y las mineras le muestran su verdadero reflejo anunciando cierre de operaciones que horadan la economía, miente cuando su primera ministra anuncia una cosa y en la plaza él dice otra; mintió desde el principio cuando negó sus vínculos con Conare Movadef que es el sinónimo de Sendero Luminoso. Miente y miente que algo queda, en eso sí cree.
Pedro Castillo ha demostrado ser un embustero que le falta el respeto a la institución presidencial creyendo que puede hacer lo que le da la gana sin ser vigilado al milímetro. Si el embuste permanente no es sinónimo de incapacidad moral entonces que nadie se queje cuando el Perú siga cayendo en la fosa del oprobio. Lampadia