Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 28 de octubre de 2022
Para Lampadia
“Paciente cero” es un término que se usa para identificar a la primera persona infectada por un virus o enfermedad infecciosa. ¡Muy importante! ¿Cómo no va a ser importante – por ejemplo – saber cómo, cuándo y por qué se originó la pandemia de la COVID 19?
Bueno pues, hay quienes comparan la corrupción en nuestro país, con un virus infeccioso, muy parecido al Coronavirus.
Efectivamente, ambos – la corrupción y el Coronavirus – son contagiosos. Ambos dañan la moral y el estado de ánimo de las personas. Ambos matan de vez en cuando. Incluso, ambos tienen variantes.
En el caso del virus de la corrupción, no se trata de las variantes Delta u Ómicron como es el caso del Coronavirus, sino la variante Extrema. La variante de la Extrema Corrupción. La que practican descarada y cínicamente el presidente Castillo y su pandilla.
Es verdad, siempre hubo corrupción en el Estado de nuestro país. Pero ¿este nivel de podredumbre? ¡Jamás! Por eso digo que se trata de una variante – la más agresiva de todas – del virus de la corrupción. La cual ha infectado – prácticamente – todas las esferas del Estado.
- Efectivamente ¿qué decir del ex ministro de salud? Me refiero al Dr. Jorge López Peña. Aquel ex ilustre desconocido que de buenas a primeras saltó a la fama por coimero, cínico y sinvergüenza. Uno más. Un miembro más del gabinete ministerial más inestable, inoperante, impredecible y corrupto que jamás haya habido en gobierno alguno en nuestro país.
- ¡Y la ex! La madre de sus hijos. ¡Dervy Apaza Meza! Así se llama la doña. “Pobre de ti que te metas conmigo” amenazó por teléfono al periodista que le descubrió una vivienda comprada con dinero mal habido de su ex. El padre de sus hijos. El ex ministro de Salud recientemente destituido.
- ¡Y el Dr. Luis Quito! El de las clínicas y centros médicos, ubicados todos al ladito nomás de los hospitales del Ministerio de Salud, EsSalud y Gobiernos Regionales, en Piura, Chiclayo, Trujillo, Chimbote, Huaral, Lima, Huancayo, Chincha, Pisco, Ica. El de los inmensos carteles publicitarios, para llamar la atención – y atender forzadamente – a los miles de pacientes maltratados adrede por médicos, enfermeras y profesionales de la salud del Estado. ¡Quién dijo que no había corrupción en el sector salud! No seamos ingenuos. ¡US$ 70,000 girados por el Dr. Quito a favor de la ex del ex ministro de salud! ¡Ya pues!
Y ¿qué decir de la reacción de Vladimir Cerrón? “¿Por qué no le dieron más tiempo en el cargo al Dr. López Peña, tal cual les dieron a los corruptos ex ministros Juan Silva, Íber Maraví, Geiner Alvarado, Hernán Condori y demás funcionarios… Bruno Pacheco, Beder Camacho, ¿entre otros?” Palabras más, palabras menos, eso fue lo que dijo Cerrón cuando destituyeron a su compinche del Ministerio de Salud. ¡Cerrón cara dura, cínico, sinvergüenza! Llámenle como quieran.
La corrupción contagia. Por eso – repito – es muy parecida al Coronavirus. Y percola. O sea, baja de arriba a abajo. De la cabeza a los pies. Y en nuestro caso, baja del presidente Castillo a todos los niveles sucesivos e inferiores del Estado. Como si se tratara de un líquido denso y viscoso, que se vierte desde lo alto, y baja por todos los poros e intersticios que encuentra en su camino descendente. Así percola la corrupción en el Estado. De arriba a abajo. Densamente. Melosamente. Hasta lo más profundo del escalafón estatal.
La lógica es como sigue: – si el presidente lo hace ¿por qué no yo? – dicen los ministros. – ¿Qué de malo tiene coimear, si el presidente es un gran coimero? – Ese es el primer peldaño hacia abajo. Y sigue… – si el ministro también coimea ¿por qué no yo? – dicen los vice ministros. Y así sucesivamente, hasta copar todas las jefaturas y direcciones del Estado. Incluidos – como se ve a diario – asesores, funcionarios, gobernadores y consejeros regionales, alcaldes y regidores municipales, prefectos y sub prefectos, policías y militares, jueces y fiscales, y demás.
Ahora bien… veamos la otra cara de la moneda. ¡Qué difícil debe ser el trabajo de los funcionarios y servidores públicos honestos y serviciales, que ciertamente hay – y en gran número – en el Estado! Muchos – se sabe – han sido destituidos por no apañar a sus jefes coimeros. ¡Qué abuso! Otros – muchos también – han renunciado voluntariamente. Precisamente, para no involucrarse en la podredumbre de la extrema corrupción en el Estado. ¡Qué lástima, qué injusticia!
Pues bien, así está la cosa. Estamos expuestos a la variante más agresiva del virus de la corrupción humana: el virus de la Extrema Corrupción. Y el “paciente cero” no es un chino de Wuhan a quien le mordió un murciélago. El “paciente cero” – en nuestro caso – es el mismísimo presidente Castillo a quien – muy probablemente – le mordió una rata en la casa inmunda del Pasaje Sarratea. Lampadia