Jaime de Althaus
Para Lampadia
En una entrevista con Jaime Bayly, el periodista argentino Marcelo Longobardi califica a Javier Milei de lunático. Afirma que no es liberal sino ultraconservador, y autoritario. No solo eso: dice que Milei alucina el avance del comunismo en todas partes pese a que ya cayó el muro de Berlín.
Es verdad que el discurso de Milei es conservador en lo moral. Pero es ultraliberal -libertario dice él-, en lo económico, en el sentido de que busca eliminar toda la intervención estatal en el mercado. Pero Milei por lo general no habla de comunismo. Habla de socialismo. De cómo las ideas y las regulaciones socialistas han avanzado asfixiando la iniciativa individual y creando una casta privilegiada que exprime a los que producen. Tiene razón en eso.
¿Es autoritario? Lo que podemos afirmar es que es populista y mesiánico. Logró la hazaña política de hacer populares las ideas de la libertad económica y de la empresa capitalista como benefactora social, algo sin precedentes. Para ello usó el mismo recurso retórico populista de izquierda de dividir el mundo entre el pueblo y una elite que lo explota. Solo que el explotador no es el capital sino la casta política, sindical y empresarial (prebendaria). Un populismo que no destruye la economía, sino lo contrario.
Podría argumentarse, sin embargo, que dividir la sociedad entre buenos y malos puede llevar al autoritarismo, porque descalificar al otro como interlocutor válido facilita romper los controles horizontales de la democracia liberal si ello se ve como necesario para doblegar resistencias supuestamente ilegítimas a las medidas que conduzcan al bienestar del pueblo.
Sin embargo, Milei no ha dado señales de autoritarismo. Por el contrario, la manera como ha sacado la llamada “ley bases” ha sido una proeza de negociación con el Congreso. Obtuvo menos del 30% de lo que se proponía, pero con lo que logró aprobar puede avanzar en desregular y eliminar dependencias y organismos, y en privatizar (aunque solo 8 de las 40 empresas que pidió). Porque necesita que la economía empiece a crecer antes de que la gente se canse. Y más bien su estrategia consiste en que con las reformas contenidas en esa ley la recuperación de acelerará de modo de llegar a las elecciones de octubre del 2025 con la economía en franco crecimiento y sin inflación, a fin de obtener una mayoría clara en el Congreso que le permita pasar de las 800 reformas estructurales que se han aprobado, 3,200. Una estrategia política absolutamente democrática.
Mas bien los populismos socialistas sí son proclives al autoritarismo porque al afectar el engranaje económico y perder crecimiento, sienten la necesidad de intervenir la economía cada vez más -lo que ya es una forma de autoritarismo- hasta terminar expropiando. Y para imponer esas medidas con frecuencia deben eliminar controles institucionales. Es una espiral.
Pero el discurso de Milei no solo tiene un componente populista. También tiene un componente claramente mesiánico. Es el mito del paraíso perdido y de la tierra prometida. A fines del siglo XIX Argentina llegó a ser -recuerda Milei- la primera potencia del mundo en términos de ingreso per cápita. Pero fue expulsada del paraíso económico por el socialismo empobrecedor, llevándola al puesto 90. Lo que él promete es la tierra prometida de una Argentina convertida en el país más libre del mundo para ser el centro del desarrollo tecnológico y de la inteligencia artificial y volver a ser la primera potencia mundial en 40 años. Los mismos 40 años que le tomó a Moisés el éxodo judío para llegar a la tierra prometida. Para Milei, Moisés es el gran libertador de la humanidad. Quizá él se perciba a sí mismo como el segundo gran libertador. Ha llegado a decir que va a convertir a Argentina ¡en la cuna del renacimiento de Occidente!
Es esa fuerza mesiánica de su mensaje lo que le permite mantener la adhesión de más de la mitad de la población pese a la dureza del ajuste, al peronismo cultural y a la proporción tan grande de personas que en mayor o menor medida vive del Estado.
Hasta ahora ha logrado bajar la inflación de un 25% al mes en diciembre a 4.2% en mayo. En la medida, sin embargo, en que no soltó completamente el dólar, todavía hay una diferencia de 30% entre el dólar oficial y el libre (antes era 1 a 3), y cuando termine de devaluar habrá un cierto rebote de la inflación, pero que no pasará a más porque no hay emisión monetaria. También falta desembalsar parte de los subsidios al transporte y la energía. Pero, al parecer, ya hay unas señales de reactivación. El crédito hipotecario, por ejemplo, ha reaparecido después de años.
Toda América Latina ve con mucha expectativa la revolución liberal argentina. Puede ser el camino que se abra para todos. Lampadia