A solo semana y media de las elecciones presidenciales y congresales, los candidatos con mayor probabilidad de convertirse en gobierno destacan por sus propuestas populistas y carentes de buenas ideas que ayuden a paliar tanto económica como sanitariamente la crisis en la que nos vemos caído por la pandemia. El debate se ha tornado en muchos casos un circo de ataques y poca sustancia en lo concerniente a políticas públicas que propendan bienestar a los peruanos. Y como es costumbre con la izquierda decimonónica en nuestro país, sus planes amenazan con socavar las propias bases de nuestro modelo de desarrollo.
A esto se suma además lo que un reciente artículo publicado por The Economist deja muy en claro: la poca representatividad que estos candidatos exhiben en las encuestas y cómo un porcentaje todavía bastante alto de la población peruana (30% aprox.) no tiene todavía decidido su voto. El escenario de un Ejecutivo con minoría en el Congreso que además estaría fracturado parece inminente.
Sin embargo, consideramos que es ese porcentaje de indecisos el que aún está abierto a escuchar un verdadero debate desde los medios y demás líderes de opinión sobre las propuestas que nuestro país necesita para salir de la presente crisis.
Al respecto The Economist enfatiza: “El país está pidiendo a gritos una habilidad política que parece poco probable que obtenga. Ha sido golpeado por la pandemia. El año pasado su economía se contrajo un 11% y el desempleo subió al 13,8%. En relación con su población de 33 millones, Perú ha registrado más muertes por covid que en cualquier otro lugar de América del Sur.”
El escenario al que nos enfrentamos tan complejo debería pues no solo inducirnos a descartar los candidatos que coquetean con políticas trasnochadas, populistas e intervencionistas que nos llevaron al estancamiento prolongado de 30 años de nuestra economía a fines de los años 80. También debería llevarnos a abrazar las ideas de la libertad, y de la cooperación con el sector privado y la sociedad civil para superar la crisis, como lo hicimos en su momento tras esas épocas oscuras en décadas pasadas. El impulso de la inversión privada como motor del crecimiento y generación de empleo debe pues volver al debate, así como el apoyo del sector privado en la vacunación y la atención sanitaria para el aislamiento de contagios son fundamentales.
Esperemos que los candidatos, inclusive los del ala radical de izquierda moderen sus propuestas, aún cuando sea en la segunda vuelta.
Sólo volviendo a invertir en infraestructuras y proyectos productivos, podremos recuperar la última década perdida del 2011 al 2020. Lampadia
La opción menos mala
En la carrera presidencial de Perú no hay un claro favorito
Dieciocho candidatos luchan en las elecciones generales del 11 de abril.
The Economist
27 de marzo, 2021
Traducida y comentada por Lampadia
A menos de tres semanas de las elecciones presidenciales de Perú, las encuestas de opinión sugieren un claro ganador: un rechazo nihilista de los 18 candidatos. Sume los «no sabe» y los que les dicen a los encuestadores que emitirán votos en blanco o nulos y llegan a alrededor del 30%. Pero dos personas deben pasar a una segunda vuelta en junio. La mayoría de los candidatos con buenas posibilidades de hacerlo son populistas y outsiders, tanto de izquierda como de derecha.
Yonhy Lescano, un populista de izquierda y un veterano del Congreso de 20 años, es el único candidato que realiza una encuesta en dos dígitos (alrededor de un miserable 13%). Representante de Acción Popular, un partido de larga data, pero amorfo, quiere más intervención estatal en la economía y le gusta el aspecto de lugares como Bolivia (que la tiene). Promete una mayor fiscalización de las empresas y frenar los proyectos mineros si no cuentan con el apoyo de la población local.
Luego está Rafael López Aliaga: desconocido hasta hace unas semanas, ahora tiene un 8% en las urnas y está subiendo rápido. Hombre de negocios que es miembro del Opus Dei, un movimiento católico conservador, se jacta de su celibato y de cómo se flagela a sí mismo. Sus críticos lo ven como una versión peruana del brasileño Jair Bolsonaro (él lo niega). Quiere recortar la burocracia, reformar los programas sociales y expulsar a una constructora brasileña, Odebrecht, que ha sido objeto de varios escándalos de corrupción.
Otro contendiente es George Forsyth, ex portero de fútbol y alcalde, quien ha prometido que, si gana, será duro con el crimen. Habiendo liderado durante mucho tiempo las encuestas de opinión, el apoyo de Forsyth ha decaído recientemente. Los oponentes dicen que su juventud (tiene 38 años) y su inexperiencia lo hacen mal equipado para la política rudo y desordenada de Perú, que se parece más al rugby que al fútbol. Verónika Mendoza, socialista, y Keiko Fujimori, populista de derecha, también tienen posibilidades de llegar a la segunda vuelta.
El que gane se enfrentará a un Congreso fracturado, también a ser elegido el 11 de abril. Sus 130 miembros podrían dividirse entre hasta 11 partidos. Desde 2016 las tensiones entre el Ejecutivo y el Legislativo han sido una característica constante de la vida política y el país ha tenido cinco presidentes.
Un grupo tan poco distinguido de candidatos presidenciales no es nada nuevo. En 2011 Mario Vargas Llosa, novelista premio Nobel, se quejó de que en las elecciones de ese año los peruanos tenían que elegir entre “sida y cáncer”. La espantosa broma de Vargas Llosa se refería a dos candidatos que consideró que serían particularmente dañinos: Fujimori y Ollanta Humala, un ex golpista que ganó y que también se postula nuevamente este año.
El país está pidiendo a gritos una habilidad política que parece poco probable que obtenga. Ha sido golpeado por la pandemia. El año pasado su economía se contrajo un 11% y el desempleo subió al 13,8%. En relación con su población de 33 millones, Perú ha registrado más muertes por covid que en cualquier otro lugar de América del Sur. Como declara el título de una de las novelas recientes de Vargas Llosa, estos son tiempos feroces. Lampadia