Jorge Trelles Montero
Para Lampadia
El asalto al Capitolio por la turba MAGA (make America great again) con su violencia y barbarie, no debe hacernos olvidar ese otro asalto al Congreso peruano por nuestros actuales congresistas. El primero ha causado daño físico y sobretodo simbólico a los EEUU, mientras que el segundo ha terminado, esperemos que momentáneamente, con casi todo lo que debiera ser un Congreso: conciencia de su función y en consecuencia respeto del equilibrio de poderes; necesaria y continua reflexión y conocimiento de sus tareas, que está en la misma esencia del poder legislativo, y amor al país.
Al revés, a través de leyes aprobadas sin la menor consulta a los organismos afectados o especializados y originadas en la demagogia más desvergonzada o en un odio de clases indigno de un parlamentario o en la ingenuidad del ignorante, ha terminado con el equilibrio financiero del Estado, la sostenibilidad del Sistema Nacional de Pensiones y el crecimiento y desarrollo de la agricultura peruana, incluida la actividad forestal y la acuicultura.
La violencia tiñe el primer episodio, la ignorancia reina en el caso peruano. En nuestro caso, además, tendremos recesión, desempleo, mayores impuestos o inflación, deterioro aun mayor de los servicios públicos y, otra vez, la imprevisibilidad para que el capital venga al país y cree y sostenga el crecimiento económico.
Nuestro país, que hasta hace muy poco era el que más había crecido en la región, que venía eliminando la pobreza y que se había dado el lujo de recibir préstamos pagaderos en cien años, volverá a ser el país que yo conocí de joven, no solo sin futuro, sino encaminado a su destrucción. Yo viví la mega inflación, la quiebra económica y financiera del Estado y la amenaza creciente del Sendero Luminoso. Alguna noche pensando en mi mujer y mis hijos reflexioné sobre la necesidad de irme del país.
Sin embargo, los políticos que nos llevaron a esto fueron menos culpables que los actuales congresistas que quieren repetir el plato, con el agravante que ya se sabe que está envenenado. En esa época –comenzó en los últimos años de los 50 y duró hasta 1992-, sobretodo hasta los 80, hubo en la región el mito de la eficiencia y el desarrollo de la URRS y las supuestas bondades de la revolución cubana. El súbito aumento de la población (7% al año, fruto de los antibióticos) terminó con un cierto equilibrio social y muchos de nuestros mejores dirigentes pensaron que había que reformar el desarrollo capitalista o terminar con él.
También se miraba -cierto que de lejos- la revolución China de Mao Tse Tung, que recién se desploma en los 80 y que ha dado lugar a ese impresionante estado tecnocrático chino, que les ha cambiado literalmente la vida a sus ciudadanos, aprovechando las bondades de la economía de mercado, si bien con limitaciones en sus méritos democráticos.
Pero ahora, cuando cerca de nosotros la Revolución Cubana vive en la más absoluta miseria, cerca a ese otro mendigo que es Venezuela; Cuando los cientos de miles de venezolanos que se refugian en el país nos cuentan de sus miserias, no tienen perdón nuestros ignorantes o malintencionados congresistas.
Desde la Revolución industrial a mediados del siglo XVIII, primero Europa, luego EEUU y hoy los países que avanzan se han convertido en lugares de inversión y desarrollo que requieren conocimientos cada vez más complejos y leyes que solo pueden ser dictadas por gentes que conozcan las leyes de la física, la química, la biología y la economía. El tema de las relaciones políticas requiere, además, por lo menos de la ciencia histórica y del Derecho. Últimamente el proceso de la separación de Gran Bretaña de la Unión Europea ha sido diseñado por doctores en distintas ciencias.
Por eso es absolutamente cierto que el principal problema nacional es el de cambiar nuestro sistema político para que tengamos mucho mejores actores políticos, es decir, mejores dirigentes políticos, mejores congresistas, mejores ministros, mejores alcaldes y mejores presidentes.
Ahora bien, esto pasa por tener mejores partidos políticos.
Cómo atraer a la elite peruana a los partidos y como hacer de ellos estructuras modernas y de gestión eficaz, son las tareas fundamentales que tenemos por delante.
Ese es también, por no contemplarlas, el mayor error del “padre” de estos malhadados congresistas: el Presidente Vizcarra, quien no pensaba en ninguna reforma sino en cómo perpetuarse en el poder. Por eso terminó con la reelección y con eso jubiló a lo mejorcito de nuestros políticos, sin entender que el problema era uno de uno de organización partidaria estable y de calidad científica en sus cuadros. Es como si Gareca, bruscamente, jubilase a todos los futbolistas que hubieran sido seleccionados nacionales y pretendiese, a continuación, tener una buena selección. No entiendo cómo se puede ser joven, querer ser político y serlo, a pesar de saber que no va a poder hacer una carrera política. Sin carrera política se vuelve imposible tener dirigentes políticos y en consecuencia partidos políticos.
En resumen, no más asaltos al Congreso, ni por turbas enloquecidas ni por gentes sin instrucción. Lampadia