Fausto Salinas Lovón
Desde Cusco
Para Lampadia
En una zaga de columnas en este medio “El Perú ha caído. Con el aplauso de muchos” del 04.10.2019 y “Aplausos, silencios y prebendas” del 11.10.2019, describimos a propósito de la disolución del Congreso, que la “alteración de la continuidad constitucional del presidente Vizcarra sólo era posible porque existían muchos que lo aplaudían”. Mostramos también como todo aquello fue posible gracias a los aplausos y silencios de otros y las prebendas otorgadas a quienes validaron la medida, entre los que se contaron fiscales, gobernadores regionales, alcaldes, periodistas, policías y militares.
Esta semana, luego de que el nuevo Congreso surgido de aquel golpe institucional le ha demostrado al país que le interesa muy poco la crisis sanitaria y económica en la que estamos sumidos y ha “extorsionado” al Poder Ejecutivo (a decir del propio presidente Vizcarra) exigiéndole la cabeza de algunos ministros para aprobar la confianza al nuevo gabinete ministerial, no queda duda que la solución no era romper el orden constitucional el 30.09 y cambiar unos congresistas por otros.
Veamos:
- El nuevo Congreso ha demostrado que puede ser tan o más obstruccionista como lo fue en determinados momentos el anterior. El anterior no le negó la confianza a ningún gabinete que se estrenaba.
- Ha demostrado que cobija intereses aún más concretos y subalternos que el anterior.
Los intereses políticos y económicos de ciertas familias emergentes de la política y los negocios como los Acuña o los Luna Gálvez siguen en el Congreso y son descaradamente más importantes que la crisis sanitaria, el desempleo y la crisis económica.
- El afán de agudizar contradicciones del libreto marxista del cura Arana y del convicto Antauro Humala apadrinado por otra facción de la familia Acuña, también son más importantes que el país y sus contagiados, muertos y desempleados.
- Que AP no es garantía de nada, ni reserva moral alguna.
- Que en FP aún existen termocéfalos, felizmente pocos, que votan todavía contra el adversario político y no por la gobernabilidad del país.
- Que los fanatismos religiosos convertidos en representación política directa, sin intermediarios, son sumamente ignotos y peligrosos.
- Que el Congreso, sin fuerzas políticas ideológicamente estructuradas, sin programas de acción política definidos y conocidos, es una caja de resonancia populista que destruirá cuanta institución se oponga a sus afanes económicos, financieros o políticos inmediatos.
Pero, ¿acaso esto no era previsible que ocurriera? ¿Qué pensaba Vizcarra cuando de la mano y con la complicidad de Salvador del Solar disolvieron el Congreso anterior? ¿Imaginaron acaso que por arte de magia iban a convertir a los bribones en ángeles en el nuevo Congreso y que para ello bastaba una nueva elección? Y ¿Qué pensaban aquellos que aplaudían y avalaban con silencios o por prebendas? ¿Acaso todos ellos creían realmente que el problema era sólo el Congreso y no el país, al cual aquel sólo representa y refleja?
La calidad de nuestras instituciones (Congreso incluido) no es atribuible a una fuerza política en particular. Ni antes, ni ahora. Es consecuencia del país que tenemos. Mejorar la calidad de nuestras instituciones y la calidad de nuestra representación política exige algo más serio y profundo que la eliminación de la fuerza opositora de turno.
Asumiendo (por hipótesis aceptable) que lo ocurrido desde setiembre de 2019 sea por ignorancia y no deliberado, cabe decir que la ignorancia es siempre sumamente atrevida. Pero la ignorancia en la política es criminal. La ignorancia de la magnitud del problema de la representación política nos ha llevado a esta tormenta perfecta en la cual nos encontramos: enfermos, pobres y sin gobernabilidad.
La ignorancia política y constitucional del Jefe de Estado lo llevó a seguir consejos peligrosos y le está pasando factura hoy, en el peor momento de su administración. Sembró vientos, hoy cosecha tempestades. La ignorancia política y constitucional del pueblo que aplaudía y de los cómplices del Gobierno, nos está pasando la factura a todos los peruanos que vemos, en el peor momento de nuestra historia, como no hay gobierno ni acción estatal efectiva en circunstancias en que nuestros familiares, conciudadanos y amigos se contagian, enferman y mueren.
Con todo derecho, en este momento, podemos preguntar: ¿Dónde están los que aplaudían? Debieran empezar por asumir sus errores y responsabilidades. Primer paso para comenzar en serio una reforma política que haga viable a nuestro país. Lampadia