Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
Pienso que los resultados de las elecciones generales requieren de todos nosotros reflexiones serias sobre como reconstruir la confianza en el futuro, salir de la pandemia y recuperar el crecimiento económico, el empleo y la reducción de la pobreza.
Necesitamos diseñar una visión de futuro que nos invite a todos los peruanos a enfrentar juntos la gesta del desarrollo. Más adelante volveré sobre este tema.
Por ahora tenemos que entender que nadie tiene una representación global del electorado. La segunda vuelta tiene que ser enfrentada con humildad, pero sobre todo, recogiendo el voto por el candidato radical, que no necesariamente es un voto que expresa un radicalismo extremo de la población.
El voto por Castillo no es solo un voto de rechazo a un sistema que ven lejano y corrupto, a un estado que no funciona, sino también cosecha la prédica de izquierda contra el sistema, que no ha sido contrapesada por la clase dirigente nacional, que ha abandonado el terreno político e ideológico.
Tenemos que invitar a esos peruanos, que tienen poca información sobre el mundo y el Perú, pero que se sienten auténticamente dolidos, a ser parte de la gesta de su propio desarrollo.
En diciembre del 2017 escribí en Lampadia: En búsqueda del tiempo perdido ¿Y ahora qué le decimos al Perú?
Hace muchos años repito que el Perú es ‘infinito’, que tenemos todos los recursos para ser un país rico. Hace tiempo que podríamos haber transformado nuestro potencial productivo en bienestar general. Esta visión incluye, por supuesto, mi apreciación por la calidad de nuestra gente, como personas trabajadoras, creativas y esencialmente sanas.
Pero como no todo puede ser bueno, tenemos una clase dirigente que, difícilmente, es digna de ser llamada así. La calidad de nuestra clase dirigente ha sido siempre motivo de duras críticas por parte de los peruanistas más destacados, como lo fueron Víctor Andrés Belaunde Diez Canseco y Jorge Basadre. La afectan dos grandes males: la búsqueda del beneficio individual y la falta de compromiso cívico.
Solo así podemos explicarnos que, una y otra vez, transformemos nuestras oportunidades en derrotas.
En diciembre de 2010, escribí en Diario 16: ¡Que buena década! – ¡Queremos otra!
Es hora de mirar el vaso medio lleno. Esta década está terminando de marcar nuestra transición desde una sociedad cerrada, estancada, a una sociedad abierta, de crecimiento. Estamos empezando a dejar atrás las actitudes del modelo mental ganar-perder, la suma cero, y adoptando las del modelo ganar-ganar, la suma positiva. Nuestros ciudadanos están pasando del oportunismo a la confianza en sí mismos, nuestros empresarios están terminando de transitar del mercantilismo a la competencia, y nuestros políticos, hay nuestros políticos, todavía muy pocos se alejan de la demagogia, el populismo, y el cortoplacismo, y pasan a la visión de futuro y la concordancia entre palabra y obra.
Quiero enfatizar que aún estamos lejos de resolver nuestros grandes problemas institucionales, sociales y económicos, pero si antes, la posibilidad de enfrentarlos y resolverlos, era una ilusión, un sueño o una promesa, hoy está en nuestras capacidades, hoy podemos dar un gran salto adelante para superarlos.
Por fin estamos aprendiendo a crear riqueza, base esencial del bienestar, estamos viendo como, con la inversión privada que se multiplica a lo largo y ancho del país, junto con la inversión pública en las regiones, que se hace posible gracias al crecimiento de la economía, se empieza a transformar nuestro perfil, y lo que es más importante, empieza a cambiar el sentimiento nacional.
Pero ¿qué pasó?
¿Cómo pasamos de esa situación a una década muy mala entre el 2011 y el 2020?
Evidentemente, perdimos el rumbo, nuestra clase política se dedicó a las absurdas y derrotistas guerrillas de poder, y nuestros intelectuales, gremios y empresarios, se olvidaron de participar en el debate nacional y de llevar el credo del crecimiento y el bienestar a todos los peruanos.
No entendimos que el desarrollo integral, económico, social e institucional, es tarea de todos. No podemos dejar la construcción del futuro en manos de los políticos y los pobres medios de comunicación. Tenemos que fajarnos por llevar la palabra y los actos pro-desarrollo, a todos los rincones del Perú.
La segunda vuelta tiene que marcar un giro profundo de nuestro compromiso con la patria. Es hora de re enrumbarnos a la gran gesta del desarrollo con humildad y amor por este maravilloso país. Busquemos la concordancia con el espíritu peruanista de nuestros grandes pensadores. Lampadia