Fernando Rospigliosi
CONTROVERSIAS
Para Lampadia
Desde su confortable residencia de dos pisos, con aire acondicionado, piscina y todas las comodidades, ubicada en Tocorón, cárcel del estado de Aragua, Venezuela, el “Niño Guerrero” dirige las operaciones de la banda delincuencial en todo Sudamérica, incluyendo el Perú. Así lo relata la periodista venezolana Ronna Rísquez, en su libro “El tren de Aragua. La banda que revolucionó el crimen organizado en América Latina”.
Héctor Rusthenford Guerrero Flores, “Niño Guerrero”, es el “pran”, es decir, el jefe de la prisión desde donde encabeza al “Tren de Aragua”, una banda criminal estrechamente asociada la narco-dictadura de Nicolás Maduro.
El “Niño Guerrero” purga una condena de 17 años por homicidio, tráfico de drogas y muchos otros delitos, según relata Rísquez. Pero además de gozar de un nivel de vida inmensamente superior al 90% de los venezolanos, puede entrar y salir de la cárcel cuando le apetece.
En una ocasión, la policía intervino un yate sospechoso en la costa venezolana y para su asombro descubrieron que el “Niño Guerrero” se divertía en la lujosa embarcación con una treintena de amigos. Y amigas. El jefe del destacamento policial se comunicó con sus superiores y le respondieron que abandone la embarcación sin hacer preguntas. La fiesta continuó.
La cárcel de Tocorón no la hubiera imaginado ni Gabriel García Márquez en sus más delirantes fantasías.
Tiene discoteca, parque infantil, zoológico, caballerizas, centro de apuestas a las carreras de caballos, casino, gallera, estadio de beisbol (contratan equipos famosos) y un sistema bancario propio. Todo esto construido “con dinero proveniente de la extorsión, el secuestro, el narcotráfico y el cobro de vacunas (cupos)”, relata Rísquez.
En la prisión, la seguridad del “pran” y el control del orden está a cargo de delincuentes armados con pistolas y escopetas que circulan en motocicletas de alta cilindrada Kawasaki y Suzuki, dado que la cárcel es muy extensa.
La discoteca es escenario de frenéticas rumbas, con bailarinas y artistas invitados (que pueden quedarse días y semanas dentro de la prisión). Hay restaurantes con terrazas y mesas al aire libre. También bares y licorerías donde se puede conseguir de todo, incluyendo bebidas que no se obtienen en tiendas fuera de la prisión. Por supuesto, también hay negocios que venden drogas al escoger. Dentro de la prisión siembran su propia marihuana.
Hay comercios que exhiben los logos de sus productos: Gucci, Balenciaga, Prada, etc.
Una hilera de taquillas, con ventanas de vidrio, como la de las agencias bancarias, se usa para recaudar la cuota que los presos tienen que pagar, 15 dólares a la semana, para sobrevivir y gozar de ciertos privilegios. También allí acuden los empresarios y comerciantes de los pueblos cercanos a pagar las extorsiones que cobra el “Tren de Aragua”, los que quieren recuperar un vehículo o un familiar secuestrado, etc.
Como el socialismo del siglo XXI ha destruido la economía y la infraestructura, todos los días los venezolanos se ven privados de electricidad por los constantes apagones. Eso no ocurre en Tocorón, naturalmente, porque tienen una planta eléctrica propia que abastece al penal.
Existe también el barrio de los millonarios, con apartamento de dos y tres pisos, con aire acondicionado y motos estacionadas alrededor.
No solo el “Niño Guerrero” sale de la prisión. La narco-dictadura de Maduro pidió ayuda al Tren de Aragua” para reprimir las masivas protestas del 2017. La banda envió un nutrido grupo de delincuentes de la prisión para ayudar a los destacamentos chavistas. Aplastaron la rebelión con 163 muertos y 3,000 detenidos. El vínculo, en este caso, insinúa la autora, es Tareck El Aissami, ex gobernador de Aragua y uno de los más importantes capitostes de la gavilla que gobierna.
También reclutan presos para controlar con violencia el yacimiento de oro más grande de Venezuela, en el lugar denominado kilómetro 88. En este caso, el negocio es de otro de los cabecillas de la narco-dictadura, Diosdado Cabello, el número dos del régimen.
Alquilan sicarios para misiones importantes, como el asesinato del fiscal paraguayo Marcelo Pecci, el 10 de mayo de 2022, en Cartagena, Colombia.
En Tocorón, hay varias categorías de presos. Además de las descritas, los jefes y sus guardianes y secuaces que disfrutan de un lujo exuberante, están los que pagan una cuota semanal para sobrevivir; y también los que carecen de recursos, arrumados en un extremo inmundo de la prisión, donde los dejan morir de hambre y enfermedades.
La cárcel tiene entre 5,000 y 7,000 presos, pero los “pranes” exigen un flujo constante de internos para que paguen las cuotas semanales y para poder usarlos como carne de cañón en misiones fuera de la prisión, enfrentando a otras bandas o reprimiendo protestas.
El Tren de Aragua ha aprovechado la masiva migración de venezolanos que huyen del socialismo del siglo XXI, para expandirse en todo el continente. “Perú fue el primer país de la región que experimentó las consecuencias de la llegada del Tren de Aragua”, señala Rísquez. Pero esa es otra historia.
En síntesis, una de las consecuencias de la instalación de una narco-dictadura del socialismo del siglo XXI en Venezuela, es el crecimiento desmesurado de una banda criminal como el Tren de Aragua, cosa que solo ha podido ocurrir porque esa organización está estrechamente asociada al régimen de Maduro. Y ahora toda la región está en peligro, porque esa organización criminal está extendiendo sus tentáculos por todo el continente.
El Perú, por supuesto, es uno de los países más expuestos, por el inmenso número de migrantes que alberga, por la extremada debilidad de sus instituciones y por la incapacidad del Gobierno para enfrentar el peligro. Lampadia