Fausto Salinas Lovón
Para Lampadia
Fujimori ha muerto. Sus restos mortales reciben el homenaje de miles de peruanos en un funeral de Estado que el gobierno le ha otorgado.
Sus partidarios recapitulan los activos de 10 años de gobierno. Sus detractores le espetan, sin ninguna pausa para el luto, los pasivos y los crímenes atribuidos a su acción política. El resto del país siente pesar y enjuicia con benevolencia su rol y legado en la política, haciendo un balance de luces y sombras donde la derrota al terrorismo, el fin de la hiperinflación, la reforma del Estado y la liberalización de nuestra economía generan un innegable saldo positivo.
Su muerte, como muchos lideres políticos ecuánimes expresan, debiera ser el fin de la polarización generada en torno a él, que ha partido el país en las últimas tres elecciones presidenciales y le ha permitido el triunfo, tres veces seguidas, a lo que Jaime de Althaus califica muy bien como el partido político más poderoso de estos últimos tiempos: el anti-fujimorismo.
¿Se acabará el antifujimorismo con la muerte de Alberto Fujimori Fujimori?
Lamentablemente, parece que esto no va a suceder.
En primer lugar porque el antifujimorismo es el mantra, el culto, la santa palabra, el dogma de fe con el cual la izquierda ha logrado retener el poder casi ininterrumpidamente desde el año 2000.
La izquierda, sin ese enemigo, se queda sin relato. Ella será la que mantenga vivo a Fujimori.
En segundo lugar porque el fujimorismo, que obviamente seguirá apelando al legado político de Alberto Fujimori, tiene aún un caudal político vigente y lejos de conducirlo a la construcción de una derecha popular moderna, defensora auténtica del libre mercado y el ascenso social, seguirá apostando por lo peor del legado fujimorista: el populismo.
La construcción de una derecha popular sin Fujimori, que no dependa de los éxitos políticos de los 90s y que, por lo tanto, no este expuesta a los pasivos políticos de esa década, podría ser uno de los caminos para que acabe esta polarización y nos libre de Humalas, Castillos y caviares que minan y medran el Estado.
La construcción de una derecha que no tenga miedo de defender la libertad en la cual emergen los peruanos pobres. Una derecha que no le tema al mercado. Una derecha que desconfíe del Estado y sus castas que nos expolian.
Los herederos de Fujimori, superado el luto, tienen la responsabilidad de entender la responsabilidad que pesa sobre sus hombros. También pueden seguir haciendo lo mismo que han venido haciendo con su herencia política, que se la han disputado en público y la han disminuido de a pocos, dando argumentos al antifujimorismo.
La muerte de Alberto Fujimori Fujimori debería servir para construir una nueva derecha, popular y moderna, sin él. Lampadia