Eduardo Ponce Vivanco
Ex Vicecanciller de la República
Para Lampadia
Si las oprobiosas intervenciones de los gobiernos de Colombia y Bolivia sobre la conflictiva situación social en el Perú han sido transgresiones inaceptables al principio de no intervención, las expresiones del Presidente de Chile en la Cumbre de CELAC en Buenos Aires deben ser calificadas de infraternas, desinformadas y maliciosamente concebidas. La atrevida inmadurez del Presidente Boric se evidencia cuando afirma temerariamente que “personas que salen a marchar y a reclamar lo que consideran justo terminan baleadas por quien debiera defenderlas».
Conociendo de sobra lo que ocurre en el Perú, retuerce las dolorosas decisiones que debieron tomar la Presidenta Boluarte y la Policía Nacional para contener el vandalismo terrorista de la ola de manifestaciones que tuvieron su epítome en la tristemente llamada “toma de Lima”.
Boric ha preferido olvidar el tremendo estallido social que sacudió a Chile desde enero de 2019 hasta marzo del 2020 con el saldo de 32 muertos y 3,400 civiles hospitalizados, 12,547 policías heridos y pérdidas de 3,300 millones de dólares, además de la quema de iglesias y la profanación de imágenes que todos vimos con estupor en la TV internacional (fuente: Wikipedia).
El exceso del mandatario vecino se suma a las condenables e ignorantes intromisiones de México, Bolivia, Colombia, la Venezuela chavista y, en menor medida, el Presidente argentino, las que se suman a la despreciable Declaración de Cuba y sus aliados del ALBA en favor del ex presidente Castillo.
Esta vasta convergencia de las izquierdas evidencia su amarga resaca por haber perdido un valioso alfil al centro del Pacífico sudamericano. No es menos lo que representaba el régimen de Perú Libre y Vladimir Cerrón, heridos de muerte por la recuperación de la democracia en el Perú en la persona de la única Vicepresidenta Constitucional existente. Dina Boluarte fue elegida en la misma plancha de quien decidió protagonizar el ridículo golpe de Estado de 7 de diciembre en la televisión nacional, profiriendo temblorosamente las órdenes de cerrar el Congreso, el Ministerio Público y tomar todos los poderes e instituciones nacionales. Su único y patético efecto fue provocar risa y compasión, además de su propia destitución y la pena de cárcel que corresponde a la flagrancia de un delito tan absurdamente cometido.
Todavía sufrimos la turbulenta marea de manifestaciones violentas, estado de emergencia y toques de queda que tomará algún tiempo superar. Pero con todos los defectos inherentes a una coyuntura tan inesperada, es evidente que la administración gubernamental mejorará progresivamente por los importantes apoyos que está logrando sumar, especialmente fuera de la región.
Frente a las agresivas posiciones de vecinos como Colombia, Bolivia y Chile, en la configuración predominantemente izquierdista de América Latina, el manejo del frente externo tiene una importancia decisiva. No solo se trata de contrarrestar su negativa convergencia, sino de compensarla con un tratamiento esmerado de nuestra relación con EEUU, la Unión Europea, China, el Reino Unido, Japón, Corea del Sur y la India, así como de nuestra política en los principales foros de la diplomacia multilateral.
La recuperación progresiva de nuestra economía, la prioridad que reclama el apoyo del gobierno central a Puno y la macrorregión sur, el positivo relacionamiento entre el Ejecutivo y el Congreso, el aliento eficiente a la inversión privada nacional y extranjera así como la relación con gremios como la CONFIEP y las Cámaras de Comercio e Industrias – hasta ahora silentes -, son elementos vitales a los que el gobierno de transición debería conceder la vital importancia que merecen para retomar el camino del desarrollo y restaurar la convivencia y la paz social que el Perú reclama con verdadera urgencia. Lampadia