Fausto Salinas Lovón
Para Lampadia
Las elecciones son un momento esencial en las sociedades democráticas. Son una payasada en las dictaduras como China, Corea, Rusia, Cuba, Venezuela o Nicaragua.
En las elecciones, la ciudadanía se expresa y decide su destino, por lo tanto, no son cosa de todos los días. La vida cotidiana y el bienestar general exigen razonables períodos sin ruido electoral. El tiempo electoral, aunque importante, no debe ser permanente.
¿Por qué entonces desde que Castillo perdió la presidencia por intentar un golpe de estado, la agenda política nacional gira únicamente en torno a la convocatoria a elecciones?
Por una obvia razón. Porque quienes perdieron el poder y quienes no lo obtuvieron, ven en las elecciones la oportunidad para tenerlo. Las elecciones son entonces, además de una oportunidad de la democracia, un negocio, el principal negocio de los políticos. Son la puerta de acceso al poder. Sin elecciones el político no es ni alcalde, ni regidor, ni gobernador, ni congresista y menos presidente.
Para enmascarar esta verdad que está detrás del pedido de elecciones anticipadas, los políticos usan todo tipo de argumentos y coartadas. Agregan peticiones maximalistas como el cambio de Constitución o el referéndum. Capitalizan y amalgaman otros reclamos, muchos de ellos justos y válidos con el pedido de ir a las urnas. Movilizan personas, opiniones, titulares y justificaciones. Los más radicales, incitan a la violencia y usan el miedo como instrumento de acción política para conseguir lo que buscan.
Ahora bien, cabe preguntarse. ¿Esto también le importa al ciudadano común y corriente? ¿Es esta la prioridad ciudadana?
Considero que no.
Más allá de lo que digan quienes agitan, opinan, analizan o lanzan piedras, los ciudadanos queremos seguridad para nosotros y nuestras familias, queremos respeto a nuestras libertades básicas, buscamos que nuestro trabajo sea respetado, queremos que haya oportunidades para quienes no tienen empleo o quieren emprender, queremos que la salud funcione por lo menos en lo preventivo y lo básico, queremos que la educación no sea un negocio de sindicatos maoístas sino un servicio que por lo menos enseñe a comprender lo que se lee.
Los ciudadanos queremos que haya respeto a nuestra propiedad, sea esta el vidrio de mi auto o una empresa, que viajar por las carreteras no sea una aventura peligrosa, que ir al mercado no sea un suplicio.
¿Las elecciones nos brindan solución a esto? ¿Cambiar a Bermejos, Lunas, Betsys, ¿Bellidos o Diazs por otros iguales o peores resolverá nuestros problemas?
Obviamente no. Será negocio para los que entran, pero no para los ciudadanos.
Las elecciones no son un negocio de los ciudadanos, son un negocio de los políticos, no caigamos en el juego de hacer de tontos útiles de sus intereses. También ciertamente, lo es de quienes se quedan, sin embargo, ellos tienen el respaldo de un mandato y un plazo que corresponde respetar.
Esto no quita, ni contradice el hecho de que, si las causales constitucionales se cumplen y por renuncia, vacancia o disolución constitucional del Congreso, se tenga que convocar a elecciones. Si eso sucede será porque las normas lo mandan, no porque los políticos lo quieren o necesitan.
Lo que toca ahora es GOBERNAR (que no es lo mismo que gastar). Ver siguiente artículo. Lampadia