Fernando Rospigliosi
CONTROVERSIAS
Para Lampadia
La pretensión de una mayoría de congresistas para modificar la Constitución y aprobar la restitución del Senado, estableciendo otra vez dos cámaras, ha suscitado nuevamente la discusión de la necesidad (o no) de reformas para reconstruir el arruinado sistema político peruano.
Sin los dos tercios de votos indispensables en el Congreso es prácticamente imposible lograr la vuelta del Senado, porque sería necesario someterlo a un referéndum, en el cual difícilmente se logrará que una mayoría apruebe incrementar el número de parlamentarios. Una inmensa proporción de los electores detesta -con justificadas razones- a los actuales congresistas. Y a los anteriores.
Teóricamente sería conveniente volver al bicameralismo y también aumentar el número de sus miembros. Entre otras cosas, un Congreso más pequeño es más fácil de comprar y manipular. Lo demostraron Vladimiro Montesinos -hasta el año 2000- y Pedro Castillo a partir del 2021.
El Parlamento que existió entre 1980 y 1992 tenía 240 integrantes (180 diputados y 60 senadores). Era muy difícil sobornar a un grupo tan grande. Además, existían partidos políticos que merecían ese nombre, él transfuguismo era prácticamente inexistente y la calidad de la clase política no se había deteriorado tanto.
El asunto es que ahora estas últimas características han desaparecido. Ya casi no hay partidos políticos sino grupos de personas que se juntan para una elección con el propósito de medrar, las identidades partidarias se han evaporado y la mayoría de los que postulan a un cargo electoral lo hacen con el propósito de beneficiarse personalmente, por lo general con métodos delincuenciales.
Nada indica que eso vaya a cambiar si se continúa por el mismo camino. Ninguna reforma política va a modificar ese panorama. Algunas lo pueden empeorar, como las que impuso la coalición vizcarrista: no reelección de congresistas, alternancia de hombres y mujeres en las listas, etc.
En el actual contexto, la restitución del Senado probablemente llevaría a que más robasueldos y sinvergüenzas ocupen esa cámara.
Lo que requiere el Perú es un liderazgo enérgico que limpie el terreno para construir un sistema político viable. Países con tradiciones e instituciones más sólidas que las nuestras sólo pudieron recuperarse gracias a esos liderazgos, como he recordado en estas páginas (“Liderazgo fuerte”, 8/6/23”). O edificar un país próspero a partir de muy poco (“El hombre que creó un país”, 13/4/23).
En síntesis, la restitución del Senado y otras reformas políticas son necesarias, pero solo serán beneficiosas si se producen en el ámbito de soluciones radicales, que remuevan y desechen los escombros de un sistema político podrido. Lampadia