Jaime de Althaus
Para Lampadia
Chile está en un problema acaso mas grave que el Perú, por dos razones. La primera es que su presidente, Gabriel Boric, es mucho más articulado, preparado e ideologizado que el presidente Castillo. Por lo tanto, puede ser más exitoso en la aplicación de sus propuestas de gobierno. Pese a que se ha moderado en relación con su mensaje de campaña, mantiene cuando menos tres reformas que afectarían el crecimiento chileno más allá de lo que ya fue afectado con las reformas de la segunda Bachelet, y que formó parte de la causa eficiente del estallido chileno. Estas son:
- Reforma laboral, que incluye entre otras cosas la reducción de la jornada laboral.
- Reforma tributaria, subiendo los impuestos a las personas de mayores ingresos, a la minería y a otras empresas.
- Fin del sistema privado de pensiones, y cierre de las AFP.
El problema que tiene Boric para sacar adelante su agenda es que carece de mayoría en el Congreso. El Nuevo Pacto Social y Apruebo Dignidad, las dos bancadas oficialistas, apenas suman 65 de 155 diputados y 19 de 50 senadores.
Pero lo que no pueda sacar por el Congreso, se lo dará, y con creces, la nueva constitución que está produciendo la Convención Constituyente, si es aprobada en el referéndum.
El grave problema para Chile, entonces, está en su Convención más que en el gobierno. Veamos, por ejemplo, el Artículo 1°, que ya ha sido aprobado:
“Chile es un Estado Regional, plurinacional e intercultural conformado por entidades territoriales autónomas, en un marco de equidad y solidaridad entre todas ellas, preservando la unidad e integridad del Estado”.
Bolivia, modelo de Chile. Chile pasa de un Estado centralizado y claramente unitario a un Estado conformado prácticamente por “naciones” que se autogobiernan, donde ya no se sabe bien qué facultades tendría el Estado central. Es lo que podemos ver en el artículo 2:
Artículo 2.- De las Entidades Territoriales:
“El Estado se organiza territorialmente en regiones autónomas, comunas autónomas, autonomías territoriales indígenas y territorios especiales. Las regiones autónomas, autonomías territoriales indígenas y las comunas autónomas cuentan con personalidad jurídica, estatuto y patrimonio propio, con las potestades y competencias necesarias para autogobernarse, teniendo como límite el interés general y la delimitación de competencias establecidas de acuerdo con la Constitución y la ley…”.
Chile marcha hacia la desintegración. José Rodríguez Elizondo señala que estas entidades “están concebidas como naciones, con sus propios gobiernos, jueces, presupuestos, territorios y “maritorios”. Se inspira en la Constitución boliviana de 2009 que reconoce a las naciones y pueblos indígenas originarios “su dominio ancestral sobre sus territorios” y su libre determinación, y que tuvo como su ideólogo al vicepresidente de Evo Morales, Álvaro García Linera, quien argumentaba que debe liquidarse el Estado-nación soberano y “neoliberal”, con los pueblos indígenas en la vanguardia.
Estamos, entonces, como señala Rodríguez Elizondo, ante un Estado de nuevo tipo, que incluso podría “compartir territorios con los de otros Estados plurinacionales. Una plurinacionalidad chilena en el marco de una América Latina Plurinacional. Es decir, la propuesta de Runasur, liderada por Evo Morales, que no pudo ver la luz en el Cusco meses atrás gracias a la protesta de excancilleres y vicecancilleres del Perú.
Chile marcha al suicidio. Esta ruta desintegradora se inició años atrás con la reforma política que pasó del sistema de distritos electorales binominales, a un sistema plurinominal, que incentiva la fragmentación partidaria y la multiplicación de los partidos. Optaron por algo parecido al modelo peruano. El sistema que tenían apuntaba al bipartidismo, a un bipartidismo de alianzas, de bloques políticos. Ahora esos bloques estallaron. Pronto quedará poco del Estado chileno.