Fausto Salinas Lovón
Para Lampadia
Con una popularidad apenas cercana al 20% y un rechazo nacional que supera el 75% (IPSOS, Datum, CIT, hasta el IEP), es evidente que Pedro Castillo y su gobierno antes que una reforma constitucional, buscan un respiro para un gobierno que nunca caminó y que se desmorona cada día entre la inepcia y la corrupción. Anunciar que consultará al pueblo para una Asamblea Constituyente en las próximas elecciones municipales, cuando los cusqueños le piden rebajar el precio del pan, la gasolina o los fertilizantes, construir su hospital que las empresas del Foro de Sao Paulo dejaron a medias o reactivar el turismo, no es otra cosa que lanzar fuegos artificiales, una maniobra evasiva, una especie de “Gran Salto Adelante” ante la incapacidad de abordar los problemas actuales. Tan cierto es esto que hasta su aliada la señora Verónica Mendoza twitteó diciendo que la iniciativa es un “salvavidas”.
Si Castillo quisiera genuinamente una reforma constitucional para corregir alguna disfunción estatal, primero tendría que gobernar y detectarla (no estar intentando solamente capturar el poder), haber identificado los problemas y proponer un proyecto de reforma total del texto constitucional que se someta a debate del Congreso y posterior referéndum.
Si le interesara reformar el tratamiento del rol del Estado en la economía, la regulación de los monopolios o el combate contra la corrupción, podría haber presentado una propuesta.
No lo hizo. No le interesa. No tiene idea de qué quiere reformar. Sólo necesita fuegos artificiales, de alto calibre, para distraer. Necesita tiempo mientras termina de tomar el poder, como lo ha ordenado su mandante.
Al margen de las consideraciones jurídicas, que muestran la improcedencia de esta iniciativa, ya que toda Reforma de la Constitución se hace en el Congreso y no al margen de él y no cabe consultar al pueblo si se puede violar la Constitución o no, desde el punto de vista político, esta podría convertirse en la última carta política de Castillo. Veamos por qué:
1.- Castillo ya no tiene el beneficio de la duda del que goza todo gobernante nuevo. A él se le acabó con Sarratea y otras historias. Castillo es igual o peor.
2.- Sólo el 8% de los peruanos cree que es necesaria una Asamblea Constituyente. Un poco menos que el 11% del padrón electoral que lo llevó a la segunda vuelta. El resto, NUEVE de cada 10 peruanos, no cree que la solución a los problemas esté en la Constituyente.
3.- Los peruanos, como los cusqueños, creen que sus problemas actuales son la falta de empleo, la suba de los precios y la corrupción y no el cambio constitucional. Sus cercanos podrán gritar “cambio constitucional”, pero el ciudadano sensato, sabe o se dará cuenta, que se trata de un embuste más.
4.- Utilizado este comodín político, ¿que le queda? ¿Asaltar el poder por la fuerza?
5.- Perdió la calle. Puede manipular algunos sectores y dejar que hagan su propio juego otros, pero no tiene el control de las fuerzas sociales, ni están responden a un comando o intereses únicos que pudieran respaldarlo o darle base social.
6.- Su base municipal y regional está próxima a caducar. La ha mantenido con presupuestos, condecoraciones y transferencias, pero se agotará en octubre. Aun cuando lleguen sus partidarios a algunas alcaldías y municipios, la conquista de esta nueva base de respaldo es un enigma y por lo menos tomará tiempo.
Con esta especie de “Gran Salto Adelante” que Castillo ha dado para evadir las urgencias del presente, ha jugado su carta más pesada y se queda sin cartas políticas de peso. Se adelantó a usarla o tardó, pero lo hizo fuera de tiempo. Siguió lo que dijo el libro rojo, pero no leyó el post scriptum, donde se vio el gran fracaso. La utilizó sin tener las condiciones necesarias para que funcione. Puede funcionar, pero en sentido distinto: generando un adelanto de elecciones y no un cambio constitucional.
Veremos si la oposición capitaliza el error. Si conquista a los del medio. Si suma a los indecisos. Si convoca en lugar de polarizar. Si atrae a los sectores de izquierda democrática que desaparecerán si la iniciativa prospera. Si logra una respuesta unánime de rechazo, parlamentario y político y comienza a tomar la iniciativa política para defender al país ante esta última afrenta. Lampadia