La decisión del Congreso de incrementar en 7,000 soles los gastos de representación de cada congresista ha desatado una ola de indignación y escándalo mediático. Con este incremento los parlamentarios recibirán aproximadamente 30 mil soles mensuales.
Algo que no se ha mencionado en el debate es cuánto cuesta cada congresista, más allá de las remuneraciones y bonos. Así tenemos que si dividimos el costo del Poder Legislativo entre el total (130) de congresistas, el costo de cada parlamentario asciende a 3´658,000 nuevos soles anuales, según el presupuesto aprobado para el año 2013. Lo que sucede es que además de los costos directos de los congresistas, que podrían ser razonables, están los costos de los asesores y oficinas individuales, los vehículos, custodia y muchos otros rubros. Bajo este punto de vista, lo que se lleva cada parlamentario a su casa es solo una fracción del costo total.
Dicho sea de paso, el costo de cada congresista viene subiendo de manera acelerada durante los últimos años. Por ejemplo en el 2006, el costo de cada parlamentario era de 2´658,000 nuevos soles anuales que, en comparación con el programado para el 2013, muestra un incremento de 38%.
Si comparamos el costo de cada congresista peruano con los de algunos países vecinos, el nuestro es de US$1’430,000 anuales por congresista (presupuesto 2013), en Chile es de US$1´317,000 y en Colombia de $844,000 dólares.
En el Perú el costo de cada congresista representa 218 veces nuestro ingreso per cápita (US$6,573), en Chile representa 85 veces y en Colombia 108 veces.
En el Perú, pues, los costos de los congresistas son altos como se los mire, vienen subiendo aceleradamente y son más costosos que los de nuestros vecinos comparables. El análisis del tema podría quedar solo en el costo, como viene dándose en los medios, sin embargo, mucho más importante que los costos son los resultados de la gestión parlamentaria que, lamentablemente, a la luz de las mediciones de opinión pública dejan mucho que desear, o también a juzgar por la incapacidad del Congreso para nombrar a importantes funcionarios y tantos otros temas que podríamos especificar.
Sin lugar a dudas, acá tenemos una pésima relación costo-beneficio.
¿Qué debemos hacer? Pues, primero tapar el retrovisor, y luego mirar hacia adelante. Hoy tenemos una gran oportunidad, tenemos un Congreso expuesto a la luz pública, no se trata de seguir golpeándolo y haciendo más escándalo; de lo que se trata es de fijarle, desde la ciudadanía, una agenda de trabajo minuciosa y muy exigente. Se trata de requerirle que proceda a la brevedad con los nombramientos pendientes, con la reforma del Legislativo que pasa por instaurar el bicameralismo (quizá 30 senadores y 100 diputados), la renovación de sus miembros por mitades o por tercios, avanzar hacia un sistema electoral de distritos uninominales, e instituir el voto voluntario en reemplazo del actual sufragio obligatorio. Además debemos exigirle que pre-publiquen los proyectos de ley, que hagan un verdadero análisis costo-beneficio de sus proyectos y que antes de legislar promuevan un debate ciudadano amplio. Todos estos temas están sobre la mesa y deberían constituirse en el punto de partida de un reencuentro entre el Legislativo y la ciudadanía.
No queremos participar del carga montón en contra de nuestros legisladores. Finalmente creemos que la idea de una función congresal no sujeta mandato imperativo demanda ingresos decentes, pero el Congreso tiene una enorme deuda en cuanto a la calidad de su gestión. Es hora de saldarla para que la política acompañe los éxitos de la economía.
«Cada congresista peruano cuesta US$1’430,000 anuales»
«Es hora de exigirle al Congreso mejores resultados»
«Es hora de que la política acompañe los éxitos de la economía»