Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
Las frustraciones de una región que siempre se queda a medio camino del desarrollo, hacen que una y otra vez abandonemos el difícil y arduo proceso de alcanzar la prosperidad, para voltear hacia falsas soluciones mágicas e inmediatistas.
La prosperidad de los países latinoamericanos, signada por el desarrollo económico, social e institucional, pasa por un proceso de décadas, que en nuestro caso es más penoso, por ejemplo, del que atravesaron los tigres asiáticos; puesto que nuestros países, desordenados, indisciplinados, inconstantes; han tenido avances y retrocesos, con liderazgos pobres que no han sabido marcar el norte.
Así como hace décadas abrazamos la teoría de la dependencia, la tercera vía, la sustitución de importaciones y el desarrollo hacia adentro, ahora, frustrados por no lograr convertir nuestro potencial en realizaciones, a pesar de evidentes avances, nuestra población vuelve a escuchar los cantos de sirena de las izquierdas que esta vez nos venden el ‘buen-vivir’, el pos-extractivismo, o como ahora en Chile con su izquierda decolonial, el abandono de la modernidad.
“La izquierda decolonial utiliza una serie de conceptos que son nuevos en la discusión pública chilena, como buen vivir, plurinacionalidad, decrecimiento, derechos de la naturaleza. Estos términos aparecen en la Convención y tienen su origen en una teoría social que se desarrolla desde los años 80 y 90 en adelante, especialmente con autores latinoamericanos”.
Estas teorías se están terminando de articular en la Convención chilena, de la mano de un indigenismo forzado, justicias afirmativas y hasta el alejamiento de la promoción de los derechos humanos. (Ver líneas abajo la entrevista a Aldo Mascareño).
En el Perú, el gobierno de Castillo, Perú Libre y sus cómplices de izquierda, ya ni siquiera pueden articular un programa político, y se están contentando con destruir nuestras instituciones republicanas y nuestra economía; para luego cosechar en la pobreza y el desconcierto, su espacio político excluyente.
Estamos a punto de ver el nombramiento de un quinto gabinete, que sin dudas será tan malo y dañino como los primeros cuatro. Y seguramente también, estamos ad-portas de la salida de Castillo del gobierno.
La alternativa a este desastroso gobierno no es el vacío, la alternativa es la prosperidad, para lo cual debemos fortalecer nuestra economía social de mercado, cuidando su orientación incluyente, y como dice Carlos Meléndez, también debemos afirmar una descentralización sin corrupción y avanzar en una reforma política que nos de una mejor estructura y performance del Estado.
A diferencia de los miembros de los gabinetes y nombramientos del gobierno que agoniza, el Perú tiene ciudadanos muy capaces y honestos que pueden presentarse ante el llamado de la Patria. Lampadia
“En la Convención hay una izquierda decolonial que abandona la modernidad”
CEP – Centro de Estudios Públicos – Chile
Aldo Mascareño
Opinión Ex-Ante
Martes 5 de abril de 2022
Entrevista al investigador y editor de la revista Estudios Públicos, Aldo Mascareño.
-En el ensayo “Abandonar la modernidad”, planteas que hay una tendencia importante en la Convención que llamas izquierda decolonial. ¿Cuál es su origen y fundamentos?
-La izquierda decolonial utiliza una serie de conceptos que son nuevos en la discusión pública chilena, como buen vivir, plurinacionalidad, decrecimiento, derechos de la naturaleza. Estos términos aparecen en la Convención y tienen su origen en una teoría social que se desarrolla desde los años 80 y 90 en adelante, especialmente con autores latinoamericanos.
En la Convención hay una izquierda decolonial que abandona la modernidad. Ese pensamiento es una teoría social bien predominante y bien constituida. Varios de esos conceptos son los que las y los convencionales emplean.
– ¿Nace como una alternativa al marxismo?
-Sí. Esto es paradójico, porque nace de una incomodidad con la teoría crítica europea, que va desde Marx, sigue con Adorno y llega a Habermas. La principal diferencia con el marxismo es que pone un foco en el proceso de colonización, que sabemos generó genocidio de los pueblos indígenas, una explotación económica y política. Walter Mignolo, autor argentino, dice que América Latina es el primer espacio de colonia moderna.
Puede ser que el colonialismo en términos administrativos haya concluido, pero ellos plantean que lo que aún se mantiene y oprime es el colonialismo epistémico, en las formas de producir conocimiento. En la forma de comprenderse. Estos autores buscan formas alternativas a la modernidad y así llegan a las cosmovisiones indígenas.
La conclusión es que tanto la teoría crítica europea, como cualquier pensamiento europeo, están impregnados de colonialismo epistémico que subsume a las cosmovisiones indígenas. Los invisibiliza y por lo tanto la misión del decolonialismo es desenmascarar esa dominación. Y generar un proyecto político.
– ¿Cuál es tu principal crítica a esta corriente?
-Que desconoce todo lo que ha sido el pensamiento moderno y buena parte del pensamiento social latinoamericano. El decolonialismo presenta como original, algo que la propia modernidad ya ha desarrollado.
Por ejemplo, los derechos humanos, el decrecimiento, la socioecología. La modernidad ha sido profundamente crítica y reflexiva sobre sí misma y ha generado múltiples instituciones para superar la desigualdad con los pueblos indígenas y las comunidades subalternas como las llaman.
– ¿En la Convención subyace una lógica decolonial del todo o nada?
-Sí. El pensamiento decolonial genera una situación binaria, en el sentido en que cualquier cosa que provenga o tenga un sabor a europeísmo, no propiamente indígena, tiene que ser descartada, porque constituye colonización del pensamiento. Eso pasa incluso con los derechos humanos. Los DDHH no les son útiles: no son un elemento que pueda contribuir al proceso de emancipación local, porque justamente los derechos humanos provienen de una matriz europea colonial.
En reemplazo de los DDHH, se propone la idea de derechos vivos o vivientes, derechos de comunidades más pequeñas que surgen de prácticas locales. El problema es que con eso se pierde el universalismo. Es blanco o negro: todo lo que huela a colonial se rechaza. El pensamiento decolonial invita a un reemplazo de la producción moderna de DDHH, por estas formas más locales de convivencia.
– ¿Existe un riesgo en esta opción particularista en vez de universal?
–El problema está en que, si los ponemos en un plano de igualdad, los DDHH y las culturas particulares, se genera, de nuevo, la lógica de esto o lo otro. Y deja de existir la primacía de los DDHH, porque se exige que los DDHH sean interpretados interculturalmente. Esa interpretación intercultural puede resultar en una relativización de los principios universales de DDHH. Ahí hay consecuencias complejas de esta lógica detrás del pensamiento decolonial de todo o nada.
-Aunque han actuado a veces como aliados, ¿hay un conflicto latente entre el decolonialismo con premisas modernas como la socialdemocracia o la izquierda marxista?
-Por supuesto. La socialdemocracia y la izquierda marxista son hijas de la modernidad. Por ejemplo, en el caso de Marx el sujeto universal es el proletariado. Para el pensamiento decolonial eso es sencillamente inaceptable. Ellos creen que la emancipación no va a venir por un agente universal, sino por agentes locales, particularizados, de carácter culturalistas.
Como estamos viendo en la Convención el pensamiento decolonial rechaza cualquier tipo de universalismo, salvo que sea anclado en culturas locales y en comunidades particulares. Eso es lo contrario a lo que la modernidad liberal o progresista ha formulado. Cuando el pensamiento decolonial pone en duda a los DDHH, pone en duda no sólo el liberalismo, sino al progresismo y al marxismo. Los marxistas son muy críticos del pensamiento decolonial, porque favorece a comunidades particulares, con criterios culturalistas. Para la izquierda es necesario el universalismo.
– ¿Dónde se observa evidencia de esta tendencia en las normas propuestas?
-Está en muchas de las propuestas, aunque algunas en el pleno se han ido rechazando.
Se observa claramente su influencia en el proceso de unidad que se está produciendo entre identidades culturales, no sólo indígenas, y formas territoriales. Este ejercicio de autonomías comunales, territorios especiales, territorios indígenas y de regiones, lo que tiene de fondo es una identificación entre el particularismo local, cultural y territorial con una arquitectura política administrativa.
Otras propuestas con rasgos decoloniales están en la plurinacionalidad, el pluralismo jurídico, los derechos de la naturaleza. Los convencionales usan esta semántica, que a su han traspasado a muchos otros convencionales y han quedados reflejadas en al texto constitucional. Hay que ver cómo se articulan en la práctica política, cuando la constitución esté en ejercicio. Ahí van a venir los problemas como ya lo han demostrado los casos de Bolivia y Ecuador, donde este tipo de semántica decolonial ha aparecido en los procesos constitucionales.
– ¿Es una corriente democrática?
-Hay una diferencia muy fuerte entre la democracia representativa, con criterios más universalistas, y una democracia particularista como la que propone el decolonialismo. Si uno confía en la práctica política chilena quizá podamos establecer un nexo entre esa democracia liberal y progresista que hemos construido con estos criterios más particularistas y locales. Pero es un ejercicio muy complejo de realizar.
– ¿Puede generar problemas a futuro?
-Tiene riesgo, porque esas democracias particularistas tienen la capacidad de generar mucha fragmentación política. Un elemento problemático es que se igualen los movimientos sociales con los partidos. El texto presentado habla de organizaciones políticas. Cuando se ponen al mismo nivel partidos y movimientos lo que hay es una particularización de las experiencias locales, que el decolonialismo privilegia.
Y eso puede crear una lucha agónica y de fragmentación constante entre las distintas fuerzas, sumado a la forma en que pueden chocar el pensamiento moderno y este pensamiento que descarta los principios de modernidad. Eso sería un problema futuro. Lampadia