Alejandro Deustua
28 de noviembre de 2023
Para Lampadia
En las inmediaciones de otra cumbre multitudinaria sobre cambio climático (COP 28, Abu Dabi), el país desconoce aún lo propuesto y logrado por la delegación peruana en la cumbre APEC de San Francisco de mediados de mes.
Siguiendo la pauta que privilegia la imagen, al respecto sólo se sabe que el Perú recibió formalmente la presidencia del foro para organizar la cumbre APEC 2024, que la presidenta sostuvo siete cortas reuniones bilaterales con sus pares y con la directora gerente del FMI y que el ministro de Comercio Exterior se reunió con cuatro colegas.
Gran éxito ceremonial sin expresión de contenido que apenas mueve al gobierno a reiterar la pintoresca monumentalidad de la APEC (21 economías que representan el 62% del PBI, alrededor del 47% del comercio y 37 % de la población global).
Considerando que China y Estados Unidos no son sólo potencias globales que forman parte de ese foro regional, sino que también son nuestros principales socios comerciales (concentran alrededor de 45% de nuestras exportaciones) deberíamos estar un poco más alertas sobre lo que éstas procuran dentro de la mal llamada región Asia-Pacífico.
Ello concierne también a los agentes económicos que participan activamente en la APEC a través del Consejo Asesor Empresarial (ABAC). Especialmente si están interesados en la diversificación de sus mercados exportadores en años de bajo crecimiento y retrocesos del PBI global en 2024 de 3% a 2.9%, de los países emergentes y en desarrollo del Asia de 5.2% a 4.8%, de Estados Unidos de 2.1% a 1.5% y de China de 5% a 4.2% (FMI). ¿Podrán, en ese contexto, Japón, Corea del Sur, Canadá, Chile, México, Taiwán o Hong Kong seguir estimulando la colocación de bienes peruanos y desconcentrando el núcleo sino-norteamericano? Responder públicamente a ello no parece de interés de nuestros representantes en APEC.
Para cubrir tal desatención recurramos entonces al documento que cerró la cumbre de San Francisco (la Declaración del Golden Gate). Es muy interesante que allí se reitere el compromiso con la apertura de mercados cuando el proteccionismo avanza en el mundo y las medidas correspondientes se han incrementado, grosso modo, de 9 mil a 35 mil en diez años (TE). ¿Cuál fue la posición peruana en la cumbre al respecto? Silencio absoluto.
Y teniendo en cuenta la tendencia a desconectar mercados para gestionar rivalidades geopolíticas (“derisking”) no se conoce que el Perú haya expresado preocupación sobre la competencia sino-norteamericana al respecto. Y mucho menos que haya tomado posición sobre prevención de quiebras de cadenas suministro que la Declaración destaca.
Por lo demás, pareciera evidente que a los países asiáticos de la APEC les debiera interesar una más rápida transición energética teniendo en cuenta que son, en su mayoría, importadores de petróleo. Pero en la inminente COP 28 de Abu Dabi (a la que concurren varios miembros de APEC), algunos países árabes exportadores (empezando por Emiratos Árabes Unidos) estarían predispuestos a incrementar las colocaciones de hidrocarburos.
Mientras tanto, en el Perú la preocupación energética central parece centrada en cómo manejar el otorgamiento de concesiones petroleras, mejorar la administración de Petroperú y progresar en el resbaloso planteamiento petroquímico antes que en la producción de energías limpias. ¿Perú se pronunció al respecto en San Francisco?
De otro lado, ¿cómo es exactamente que los miembros de la APEC se proponen lograr formas inclusivas de crecimiento cuando la tendencia sistémica apunta hacia la desigualdad y a la fragmentación crecientes? El foro, una de cuyas reglas máximas es lograr “estabilidad” (entendida como statu quo), no se ha caracterizado hasta hoy por proponer instrumentos compensatorios del desequilibrio o promotores efectivos del crecimiento en las economías de menor capacidad salvo por el muy estimable incremento de interdependencia y socialización que se asienta especialmente en Asia. ¿El Perú tiene alguna idea sobre cómo atenuar el desequilibrio referido que no sea retrocediendo a las épocas del Nuevo Orden Económico y del pleno patrocinio estatal en el área?
Al respecto la APEC tiene una estimable respuesta colectiva: prudencia fiscal, políticas monetarias claras, persistir en la lucha contra la inflación, reducir los costos de las altas tasas de interés y mantener la coordinación multilateral para reducir los riesgos de la deuda, el cambio climático y la transición energética. Éste es el duro camino en el que es necesario persistir. Pero una integración efectiva y creciente en el área ayudaría.
Como se sabe, los miembros de la APEC se propusieron desde 1989 promover el crecimiento y la apertura económica a través del consenso antes que mediante compromisos legales y también lograr una zona de libre comercio a través de la cooperación y el fortalecimiento de capacidades. Pero al respecto no se ha avanzado mucho. Y tampoco en gestionar los problemas de yuxtaposición o de convergencia de ese emprendimiento con los diferentes esquemas de integración existentes en el Pacífico.
El Perú es parte de uno de los más importantes de tales acuerdos: el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP por sus siglas en inglés, suscrito por once países, vigente para seis desde 2018 y para Perú desde 2021 cuando lo aprobó). Éste no incluye a nuestros principales socios comerciales (China -excluido- y Estados Unidos que renunció a su formato inicial, el TPP) aunque con ellos se tiene muy rendidores acuerdos bilaterales de libre comercio. A pesar de ello, el CPTPP responde por alrededor de 14% del comercio global mientras se amplía (el Reino Unido lo suscribió este año).
Además, existe en el Asia-Pacífico, la Asociación Económica Comprehensiva Regional (RCEP) integrada por China, los miembros de ASEAN y Australia, Japón, Nueva Zelandia y Corea del Sur. Si bien ningún país americano forma parte de él, este acuerdo de libre comercio es responsable del 30% del PBI global (China hace la diferencia) y mantiene vínculos con países europeos con inversiones en el área.
Como se ha sugerido, la diferencia entre esos acuerdos ha sido marcada por el postergado interés norteamericano en el CPTPP y el muy vigente interés chino en el RCEP. Esa diferencia señala divergencias geopolíticas entre las mayores potencias del área.
Esa divergencia ha orientado ostensiblemente el interés norteamericano en el denominado Marco Económico del Indo-Pacífico (IPEF) que incluye a la superpotencia y a trece países adicionales de Oceanía, el sur y sureste asiáticos e India. El muy ambicioso acuerdo, impulsado por el presidente Biden, no pudo culminarse en la cumbre de San Francisco. En ella no se logró consenso sobre un pilar de los cuatro en que se sustenta el eventual régimen de seguridad de cadenas de suministro, derechos laborales, energía limpia, infraestructura, convergencia tributaria, lucha contra la corrupción y normas comerciales (aunque no de mayor acceso). Éste es claramente un acuerdo de alta importancia estratégica para la superpotencia.
El Perú que participó en las negociaciones del CPTPP desde el principio, y que forma parte de la Alianza del Pacífico no parece haber expresado en la San Francisco opinión alguna sobre esta configuración de acuerdos que incluyen a diferentes socios, que establecen aproximaciones con una gran potencia, pero no con la otra y que dividen a la región Asia Pacífico (sin considerar adecuadamente a América) entre miembros del Indo-Pacífico y los que no lo son.
Por lo demás, la opinión peruana sobre el impacto de la guerra de Ucrania y el conflicto de Gaza (conflictos que, a falta de consenso, fueron considerados en documentos separados a la Declaración de Golden Gate) tampoco se conoce. Como también se ignora la posición nacional en torno a la reunión en San Francisco de los presidentes Xi y Biden, el evento dominante, que resaltó la centralidad de ese núcleo en el Pacífico y que procuró distender la relación entre ambas potencias al tiempo que éstas procuraban zonas de influencia y alianzas en el ámbito APEC y en el resto del mundo.
Lampadia