Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
Siempre decimos que el Perú es un crisol de razas, que es el país de todas las sangres, pues “quien no tiene de Inga, tiene de mandinga” y, por supuesto, en este proceso de mestizaje todos hemos ido aportando cuotas étnicas, lingüísticas, culturales, de tradiciones y de valores. Esta rica combinación, ha sido un gran motivo de orgullo donde quiera que uno va.
Haber tenido la posibilidad de conocer, vivir y disfrutar en los distintos departamentos del Perú; la calidez de su gente, sus ciudades y paisajes, su sabrosa comida, música, bailes y costumbres, ha sido un privilegio que la vida no les brinda a muchos. Para mi, ha sido interesante la experiencia de llegar como escolar de primaria o secundaria a diferentes departamentos (en mi caso de costa, sierra y selva), a lo largo de la infancia y adolescencia, haberse sentido acogido en el salón de clase e integrarse fácilmente con los compañeros de colegio, para finalmente mimetizarse rápidamente, hasta en el hablar.
Quien es acogido en esas circunstancias, donde uno es minoría, difícilmente percibe anti valores, pues son pueblos cálidos, con costumbres y tradiciones muy positivas, que funcionan y que uno trata de adoptar. Los problemas aparecen con las corrientes migratorias.
Nuestro país, con cerca de 33 millones de habitantes, tiene concentrada en Lima una población cercana a los 10 millones, mayoritariamente migrantes de primera o segunda generación, quienes al llegar encontraron una ciudad hostil, que no los acogió amablemente, que los obligó instalarse con dificultad, buscar oportunidades de trabajo y cuidar de su familia en un ambiente de una alta inseguridad.
Quienes vinieron a Lima, lo hicieron buscando oportunidades de desarrollo personal y familiar, tratando de superarse económicamente y muchísimos con el objetivo de ser profesionales o lograr que sus hijos lo sean. Esta es, normalmente, una clara aspiración para ascender en la escala social. A ese respecto, escuchaba en una charla al profesor Jorge Yamamoto, que la aspiración educativa de este grupo inmigrante, en la mayoría de los casos no es por sed de conocimientos y mejor educación, sino para lograr un “cartón”. Eso explica varias cosas, que van desde la proliferación de universidades de ínfima calidad en el Perú, hasta la distribución de la demanda entre las distintas carreras universitarias.
Es claro que las profesiones menos demandadas en ese grupo de universidades en nuestro país, son las que requieren un alto nivel de exigencia matemática, de física, química y biología. En cambio, las carreras llamadas de “tiza y saliva”, están sobrepobladas. El nivel académico de exigencia deja mucho que desear y las “tesis” para graduarse, no serían aceptadas ni como trabajo de grupo a media carrera, en una universidad de calidad. Pero eso “no es problema”, lo que se busca es un cartón para trabajar. Sin embargo, la cosa no queda ahí, pues también han proliferado las “maestrías” y “doctorados” que, en su mayoría, no serían convalidadas a nivel mundial, no alcanzan un puesto en un ranking universal y por supuesto, que el grado se otorgó sin ningún trabajo serio de investigación, ni aporte al conocimiento.
Obviamente, para nuestra administración pública, eso último no interesa, lo importante es que ya tienen “título”, “maestría” y “doctorado”. En consecuencia, ya “cumplen todos los requisitos” para aspirar a ocupar una plaza en la administración pública; ministerio, gobierno regional, municipalidad, u organismo descentralizado o bien para ser jueces, fiscales, miembros de la Junta Nacional de Justicia o miembros del Tribunal Constitucional.
La administración pública tiene su propia dinámica, toman sus tiempos, nadie toma decisiones ni asume riesgos. El pensamiento es; “a mi no me pagan para obtener un buen resultado, a mi me pagan para que se siga el procedimiento”, en consecuencia, quien está ocupando una plaza sólo tiene que hacer tiempo para ascender o mantenerse en el puesto. Luego de algunos años, incluirá en su Hoja de Vida que tiene muchos “grados académicos” y varios años en ciertas dependencias del Estado, en las que, aún sin haber logrado ningún objetivo en favor del país, podrá demostrar que tiene una hoja de servicios limpia y que está apto para concursar en cualquier convocatoria pública, incluyendo la del Tribunal Constitucional.
Interesante la mención que hace el profesor Yamamoto respecto de las “argollas” que se crean en las ciudades, universidades o entidades de trabajo. Así se armaron las “argollas” de “Los cuellos blancos del Puerto” y otras, que sin haber sido bautizadas, son conocidas, tales como las de las distintas universidades, ministerios, la Fiscalía, el Poder Judicial, las ONGs y la Prensa, así como la de los Moqueguanos, entre otras.
Esa mediocridad y “chatura intelectual”, se ha ido enquistando también, a lo largo de los años, en nuestros congresistas, quienes, con muy raras excepciones siguen el mismo patrón de conducta y esquema mental. Por eso, en cada proceso electoral, logramos devaluar más y más el nivel parlamentario. Gente sin valores, capaz de hacer por ejemplo, uso de su prerrogativa parlamentaria de hacer visitas de inspección a los penales (privilegio que les permite garantizar la integridad, salud y adecuadas condiciones de carcelería), para usarlo para fines personales, tales como coordinar y conducir campañas políticas, sometidos al liderazgo de algunos presidiarios.
La vergüenza de las coordinaciones entre “los hermanitos” del sistema judicial, se explica por sí sola, pero en el Poder Judicial y en la Fiscalía de la Nación, nadie se avergüenza. Nadie puede negar que el ex juez Hinostroza, hoy en proceso de extradición en España, era en su momento quien había destacado por sus conocimientos entre los miembros del Poder Judicial y se había convertido en un referente al que muchos recurrían.
Este es un caso clarísimo de cómo un individuo, por currículum y exámenes puede ocupar una posición muy importante en la judicatura, pero no debería ser bien calificado en una entrevista personal para ocupar tan alto cargo. Hago esta mención, porque estamos en pleno proceso de selección para nuevos miembros del TC, donde se calificará con 85% la evaluación curricular y con 15% la entrevista personal. Importante destacar que, de la evaluación curricular, 30 puntos corresponden a formación académica (cartones), 35 puntos a la experiencia profesional (muchos serán años en la administración pública) y 20 puntos a la labor de investigación en materia jurídica, debiendo lograr con esto un total mínimo de 60 puntos.
Por las circunstancias en que se encuentra el Sr. Hinostroza, no podrá participar, pero no dudo que de participar, hubiera vuelto a destacar entre sus pares y, aplicando los criterios que se han establecido, hubiera sido un candidato de fuerza para ser nuevo miembro del TC.
Los parámetros, valores y criterios de selección y valoración “meritocrática” deben ser reformulados en el Perú. Pero claro, es imposible pretender que, esos mismos grupos de ciudadanos, forjados en “argollas” y cargados de anti valores, puedan cambiar sus propios criterios. Ellos los han internalizado como “correctos” y no cambiarán.
Así pues, hemos defenestrado a la camarilla que estaba en el CNM, pero no hemos erradicado la mafia de jueces y fiscales distribuidos a nivel nacional. Hemos defenestrado a dos Fiscales Supremos, que se suponían intachables, pero hemos dejado otros que se someten al poder de un presidente investigado. Hemos disuelto un congreso por manejar un proceso de elección de miembros del TC, tal como les manda la Constitución y la ley, para ahora estar a trompicones, en un proceso “meritocratico” de nuevo cuño.
¡Sabe Dios qué saldrá de este sancochado! Lampadia