Jaime de Althaus
Para Lampadia
Una presentación de Julian Kettle de Metals and Mining at Wood Mackenzie en Perumín hizo ver muy claramente que la “transición energética” hacia una matriz descarbonizada, requerirá de una cantidad de cobre y otros metales muy superior a lo que se está produciendo ahora. Quizá un millón de toneladas más al año, según Gonzalo Tamayo. Y el problema es que el desarrollo de esa oferta supone inversiones en países que exhiben riesgos sociales y políticos muy altos.
Por supuesto, es el caso del Perú. No es novedad que nuestra posición en el índice Fraser de atracción a la inversión minera ha caído abismalmente hasta el puesto 34 en los últimos años pese a ser, junto con junto con Chile, quizá el país más minero del mundo por km 2. Y hemos desaprovechado criminalmente el tremendo auge de los precios de los minerales.
Esta situación no puede mantenerse.
Tenemos los minerales indispensables para que el planeta lleve a cabo la transición energética hacia una energía descarbonizada. De modo que es un asunto de responsabilidad global. La minería pasa a ser el elemento clave de la salvación ambiental del planeta. Sin cobre no habrá energía descarbonizada. Ojalá las ONG ambientalistas empiecen a ponerse del lado correcto, considerando que la minería moderna ya no solo es ambientalmente responsable, sino que busca ella también fuentes de energía alternativas, eólicas o solares, para sus propias operaciones.
Tendríamos que ser muy tontos para tirar al tacho la gran oportunidad para convertirnos en un país desarrollado usando como palanca la minería. El ministro Burneo presentó unas medidas para facilitar la inversión minera, que ojalá efectivamente se apliquen. Cuando menos reveló conciencia de la importancia de la minería como motor de la economía. Pero reconoció implícitamente el principal problema cuando dijo que quería independizar la economía de la política, como si no supiéramos que las políticas y conductas administrativas del gobierno son el principal problema. Es imposible generar confianza para la inversión si se dan y mantienen decretos como los de tercerización y el que facilita las huelgas que, dicho sea de paso, afectan directamente a la minería. Burneo no ha querido dar esa batalla claramente, pese a que el tema compromete decisivamente sus propios objetivos.
Como planteó Gonzalo Tamayo en Perumín, el Perú tiene que definir una política de Estado sobre la minería. Tiene que ser la primera prioridad, porque con ella se podrá atender todas las prioridades. El Informe final de la Comisión para el desarrollo Minero Sostenible, publicado el 13 de febrero de 2020, podría ser un insumo. Y tiene que incluir el desarrollar de todo el clúster de proveedores industriales y de servicios. Es decir, la diversificación industrial a partir de la minería.
Varios señalaron que en las regiones mineras deberían construirse visiones de desarrollo en las cuales la minería juegue el papel motor que puede jugar. Visiones de futuro en cuya discusión participen todos los actores: gobierno regional, gobiernos locales, sociedad civil, comunidades, empresarios, empresas mineras. El gobernador regional de Apurímac, Baltazar Lantarón, habló de la necesidad de una “alianza estratégica de desarrollo regional, desde la empresa”. Alguien señaló que todo proyecto minero debe ser concebido desde el inicio como un proyecto de desarrollo regional o local.
Algo de eso ha ocurrido desde la mina en el caso de Quellaveco, en Moquegua. Diego Ortega, vicepresidente de asuntos corporativos e impacto sostenible de Anglo American, explicó como la mesa de monitoreo de compromisos que se formó el 2012 se convirtió paulatinamente, conforme fue generando relaciones de confianza, en una suerte de mesa de desarrollo, introduciendo no solo transparencia en la contratación de proveedores, sino, yendo mucho más allá de los requerimientos de la mina, con iniciativas de crédito a agricultores, exportación, formalización, infraestructura, etc.
Angela Grossheim, de la Sociedad Nacional de Minería, informó que se habían formado cinco Comisiones Regionales del EITI (Iniciativa para la Transparencia de las Industrias Extractivas) en Piura, Moquegua, Arequipa, Apurímac y Loreto, donde no solo se apunta a la vigilancia ciudadana del uso de los recursos generados por la minería, sino que se convierten en un instrumento de gestión de las autoridades para contrastar las brechas con uso del canon y regalías.
En fin, la conclusión general es que el Perú tiene que tomar conciencia que es un país clave en la transición energética global y puede beneficiarse mucho de ese rol si es que logra ponerse de acuerdo en cómo y para qué explotar sus recursos naturales.
Julio Velarde explicó que, si el Perú no hubiese tenido la caída del PBI per cápita que tuvo entre 1975 y el 2006, si simplemente hubiésemos seguido creciendo a la velocidad promedio que veníamos haciéndolo antes y no hubiésemos perdido 30 años, hoy tendríamos en PBI per cápita de España.
No volvamos a caer en el abismo. Pongámonos a crecer a tasas altas para salir de la pobreza y el atraso. Usemos la minería. Lampadia