Después de haber descubierto las ideas del pos-extractivismo que en agosto del 2012 adhirieron todas las izquierdas peruanas, cuando se las propusieron por escrito al Presidente Humala; en Lampadia procuramos difundir el brulote y solicitamos a partidos políticos, gremios y universidades, que las analizaran y compartieran sus opiniones.
Lamentablemente, no hubo un solo pronunciamiento al respecto, más allá de referencias superficiales. Mientras tanto, en Lampadia seguimos moviendo el tema y explicando sus impactos negativos en los más pobres -los campesinos- a los que el pos-extractivismo pretende condenar a la pobreza eterna al plantear que en el Perú solo se produzcan los alimentos que consume nuestra población. Ver: Agroexportación: Una industria de clase mundial
Pues, en esta ocasión, tenemos el gusto de compartir con nuestros lectores un sesudo análisis de la naturaleza e implicancias del pos-extractivismo, desarrollado por el Centro Wiñaq que conduce Sebastiao Mendonca Ferreira. Esperamos que la sociedad sepa aprovechar esta importante contribución sobre un tema, que por más absurdo y jalado de los pelos que parezca, no debemos dejar de conocer. No nos olvidemos que, como enseñaba Sun Tzu, los enemigos del progreso nos pueden ganar la batalla sin lucharla.
El pos-extractivismo: La ideología de los enemigos del progreso
Sebastiao Mendonca Ferreira
Centro Wiñaq
Para Lampadia
Por 12 mil años, después de la revolución Neolítica, la humanidad vivió semi-estancada. Surgían y caían ciudades y civilizaciones, pero como un todo, la situación era casi estática. Con la excepción de los poquísimos nobles, caudillos militares, saqueadores y comerciantes, el 95% de la población vivía entre la miseria y la pobreza. Los estudios de Angus Maddison sobre la historia de la riqueza en los últimos dos mil años (ver gráfico) son contundentes y esclarecedores sobre cómo evolucionó la generación de riqueza a lo largo del tiempo.[1]
Antes de la revolución industrial, la idea de progreso existía, pero era socialmente restricta a la minoría de los emprendedores, no se consideraba que la mayoría de los miembros de una sociedad podían mejorar sus condiciones de vida de manera simultanea. Eran las guerras, los saqueos y los impuestos las formas predominantes y casi exclusivas, de acumular riqueza, y todas ellas incluían alta dosis de violencia y poder. Algunos miembros de la clase media y alta, con conexiones sociales, acceso a oportunidades, y dotados de habilidades emprendedoras, lograban que el comercio y las finanzas constituyeran formas alternativas de generación y acumulación de riqueza. Pero ellos eran solo una pequeña parte de esa clase media. La apropiación violenta de la riqueza era la opción de enriquecimiento preferida. Esta fue la razón principal de porque los castillos y las ciudades tuvieron que construir pesados muros de piedra: protegerse de los saqueos.
Con la revolución industrial la creación de riqueza se aceleró, y el crecimiento económico se hizo exponencial. Por primera vez en la historia de la humanidad, era posible ver mejoras en las condiciones de vida de las personas entre dos generaciones. En 1700 en Inglaterra, uno de los países más ricos del planeta, en aquel entonces, la riqueza total de las familias inglesas sumaba 313 millones de Libras, pero en 1875, esa riqueza había aumentado a 6,370 millones de Libras, como 20 veces más (una tasa anual de 1.7% por 175 años consecutivos).[2]
Para fines del siglo XIX, la clase media inglesa tenía mejores condiciones de vida que los príncipes y duques de 200 años antes. Esas nuevas posibilidades, surgidas de la economía moderna y de la ciencia, hicieron que la idea de Progreso se propagara como una aspiración alcanzable para toda la humanidad. La Feria Universal, realizada en 1900 en Paris, con la inauguración de la Torre Eiffel, representó el auge de la idea de progreso en Europa.
Hoy, esta idea de progreso ya no es tan importante para la clase media europea. Para un alemán, con una renta per cápita de US $47,000 anuales,[3] en una sociedad contando con muy buenos servicios públicos de educación y salud, sus necesidades materiales ya están siendo satisfechas, en lo principal. Sin embargo, la realidad de las poblaciones de los países emergente como el Perú, es muy distinta. Ello es especialmente importante para los sectores rurales que viven próximos a la línea de pobreza, con ingresos per cápita del orden de US $800. Para estos sectores el mejoramiento de sus condiciones económicas es muy importante, pues significa menos privaciones, menos sufrimientos y más años de vida. Para esos sectores la idea de progreso tiene un significado muy práctico y visible.
Hoy, en los países desarrollados están creciendo algunas corrientes ecológicas radicales que son contrarias a la idea de progreso. Rechazan incluso que el concepto de Desarrollo Sostenible propuesto por Naciones Unidas en 1987, que combina desarrollo con protección ambiental. Su propuesta central es que la economía global deje de crecer. Es decir, que vivamos en un mundo económicamente estancado.[4] Algunos, aún más radicales, proponen que la economía global debe reducirse. La oposición de los pos-extractivistas a la minería tiene por función desactivar uno de los motores del desarrollo del Perú y un componente importante del sistema global de producción.
Según esos ideólogos, debemos vivir en un mundo en permanente estancamiento o recesión. Serge Latouche, líder de una de las corrientes más extremistas, opina que si la economía decreciera el 2% durante décadas enteras no debería ser motivo de preocupación.[5] Con un ejercicio se puede constatar que, si la economía alemana decreciera 2% por 50 años consecutivos, si la recesión no tuviera otras consecuencias, su ingreso per-cápita caería de US $47,000 a US $17,100. En ambos casos, la población alemana estaría aún muy por encima de la línea de pobreza. Lo mismo no se puede decir de la población rural peruana con US $800 de renta anual. Después de 50 años, la renta per-cápita del campesino peruano sería de US $291. Habrían dejado de ser pobre para transformarse en pobre extremo y su misma supervivencia estaría bajo riesgo. [6]
Increíblemente, esas corrientes ideológicas tienen presencia en universidades, centros de investigación y en los organismos internacionales, y disponen de medios para adoctrinar y financiar ONGs en los países emergentes. Los grupos pos-extractivistas del Perú son seguidores y admiradores de esas corrientes. El significado práctico de defender el pos-extractivismo en el Perú es poner las aspiraciones de progreso de la población peruana en un segundo plano para hacer seguidismo intelectual (financiado) a las corrientes radicales de algunos segmentos de la clase media europea.
Latouche, por ejemplo, dice: “mas que nunca antes, el desarrollo está sacrificando a las poblaciones…” (p. 31) y sigue diciendo: “lo que es necesario es mucho mas radical [que un cambio político electoral]: una revolución cultural, nada más y nada menos, que re-establezca la política en una nueva base” (p. 32).[7] Él se pregunta si el decrecimiento es reformista o revolucionario, y contesta que es revolucionario porque: “Estamos hablando de un cambio cultural, y también de cambios en la estructura legal y en las relaciones de producción” (p. 66).[8] Las ideas de Latouche son referencias para los pos-extractivistas.
Él propone, entre muchas otras medidas de política, que el comercio sea reducido y que las economías se vuelvan locales. En esas nuevas economías, las personas deberán consumir solo lo que es producido localmente, y que los dineros serán de emisión local y circulen localmente, dificultando así el comercio entre ciudades, y cita como ejemplo el caso de los Créditos, las monedas locales argentinas que contribuyeron a agravar el desorden monetario en la crisis económica del 2001.
Incapaces de ofrecer una ruta de progreso para la población, los pos-extractivistas ofrecen un distractor. Latouche se inspira en los pueblos africanos para mistificar la vida bajo condiciones de pobreza,[9] pero quien mejor explica el distractor usado por los pos-extractivistas latinoamericanos es Eduardo Gudynas. Su distractor es el Buen Vivir, y Gudynas lo presenta como una interpretación (bastante artificial) de las tradiciones andinas. En un artículo conjunto con el ecuatoriano Alberto Acosta, ellos exponen su creación.[10]
Según ellos, Buen Vivir es “una alternativa a la idea occidental del desarrollo” (p. 71), es decir, en vez de buscar el progreso, los campesinos deben buscar el Buen Vivir. La funcionalidad del concepto del Buen Vivir es sustituir la aspiración de progreso, y distraer a las personas de sus aspiraciones. Esta es la función de un distractor. La idea del Buen Vivir no es nueva. En los 70s, los hippies americanos ya la han explorado buscando regresar a la naturaleza, reducir el consumo material y tener una vida simple. Sería bueno que los promotores del Buen Vivir se informen como la mayoría de los hippies evalúan su experiencia, para no promover errores ya conocidos.[11]
¿Por qué los pos-extractivistas adhieren el adjetivo “occidental” al concepto de desarrollo? ¿Por qué presentan la idea de progreso como occidental, siendo que actualmente ese concepto es absolutamente global? No es por ignorancia que lo hacen. Una visita a Shanghái, Beijín o Xi’an deja evidente que el motor de la sociedad China es la aspiración de progreso. Lo mismo puede ser dicho para Camboya o Hong Kong. Ni hablar de Singapur o Corea del Sur. Además, la fuerza de la idea de progreso no está solo en Asia. Quienes hayan podido trabajar en Uganda o Mozambique han podido percibir la fuerza de la idea de progreso en mercados informales, empresas e instituciones. Las evidencias son demasiado visibles para que los pos-extractivistas no estén muy bien informados de ellas.
Sus intenciones finales no las sabemos. Lo que podemos observar objetivamente es que la adhesión del adjetivo occidental al concepto de desarrollo tiene una funcionalidad política: relacionar los sentimientos de antipatía hacia los abusos del proceso de colonización, con el concepto de desarrollo. Además, en varios textos los pos-extractivistas afirman que la idea de progreso es una invención de los colonizadores y sugieren que si no renunciamos a nuestras aspiraciones de progreso nos estamos sometiendo culturalmente a ellos, y presentan la renuncia a dicha aspiración como una especie de liberación cultural. Según ellos: la renuncia al progreso y la resignación a la pobreza es una forma de liberación del dominio colonialista europeo.[12]
Es poco probable que esa asociación desarrollo-colonizadores logre que la población andina renuncie a sus aspiraciones de progreso. No se observa en los campesinos peruanos una oposición cultural ni práctica a la modernidad, sino una notable disposición a dejar los elementos de la economía de subsistencia y a usar los mecanismos de mercado, como se observa en su conducta económica inmediatamente después que mejoran las carreteras y las comunicaciones. En los años 80s Sendero Luminoso intentó que los campesinos dejaran de utilizar los mecanismos de mercado y regresaran a la economía de subsistencia, y la reacción fue de tenaz oposición y resistencia. De allá para acá, esa inclinación de los campesinos se ha fortalecido. Richard Webb en “Conexión y Despegue Rural” confirma con mucha claridad y abundantes hechos esa disposición progresista de la población rural.[13]
En el final de su libro, Latouche pregunta lo obvio: ¿Es el decrecimiento/pos-extractivismo una propuesta retrógrada? La respuesta también es obvia. Una ideología que se opone a la idea de progreso no puede ser llamada de progresista. La Real Academia Española dice: Retrógrada: “Partidaria de instituciones políticas o sociales propias de tiempos pasados, o contraria a innovaciones o cambios.” Para el lector inteligente los comentarios sobran.[14]
[1] http://www.ggdc.net/maddison/maddison-project/home.htm
[2] Lindert, P. (2011) Unequal English wealth since 1670. The Journal of Political Economy, 94(6), pp. 1127-1162. Chicago, Il: University of Chicago Press.
[3] http://data.worldbank.org/country/germany
[4] Jackson, T. (2009). Prosperity without growth? The transition to a sustainable economy. Accessible en: http://www.sd-commission.org.uk/publications.php?id=914
[5] José de Echave, en su capítulo del Transiciones: Post extractivismo y alternativas al extractivismo en el Perú, citado en un artículo anterior se refiere a Latouche sugiriendo que él es uno de sus mentores ideológicos.
[6] Latouche, S. (2009). Farewell to growth. Cambridge, UK: Polity Press.
[7] Los chinos conocen bien los costos de una revolución cultural, y estoy seguro que difícilmente aceptarían que algún grupo ideologizado e insensato repita la experiencia en su país.
[8] Relaciones de Producción es un concepto marxista que se refiere a como se organiza la economía en las sociedades y a los derechos que definen la manera como las personar de relacionan para producir. Para los marxistas han existido cuatro tipos relaciones de producción: primitiva, antigua, feudal, y capitalista. Igual que en caso de Eduardo Gudynas, el pensamiento de Latouche combina ideas ecológicas radicales con las viejas ideas del fracasado marxismo. Él se define como anti-capitalista y reclama una posición a la izquierda de los marxistas clásicos.
[9] Ello no es coincidencia, Francia ha tenido colonias en África y hasta hoy los intelectuales franceses de izquierda sufren de remordimientos colonialistas.
[10] Gudynas, E., & Acosta, A. (2011). La renovación de la crítica al desarrollo y el buen vivir como alternativa. Utopía y Praxis Latino Americana, 53, pp. 71-83.
[11] Los post-extractivistas no practican el Buen Vivir. Sus vidas personales son de alto consumo, y con alta intensidad energética y gran huella ambiental. Buen Vivir es discurso para los campesinos e ilusos.