Presión interna y externa hasta provocar un desenlace
Jaime de Althaus
Para Lampadia
Mientras el gobierno de Maduro mantenga el control de las fuerzas armadas, no cederá el poder. En realidad, es el gobierno de las fuerzas armadas, a las que se les entregó el manejo de empresas públicas y se adueñaron del negocio de las drogas. La que está en el gobierno es una organización criminal. Por eso no quiere ni puede soltar el poder.
A propósito de ello, se afirma, como argumento, que los dictadores solo caen por la fuerza, mediante un golpe o una intervención externa. Pero esto no es exacto.
Si revisamos algunos casos en nuestra región, veremos que, en general, son los dictadores de izquierda quienes se perpetúan indefinidamente o son extirpados mediante un golpe. En cambio, los dictadores de derecha o de centro entregaron el poder convocando a elecciones.
En Chile, Augusto Pinochet convocó a un plebiscito para preguntar a los chilenos si aceptaban que continuara en la presidencia por ocho años más. Ganó el «No» 55.99% de los votos. Y salió del poder. Luego de ello, en 1990 ganó las elecciones la Concertación que, siendo de izquierda democrática, mantuvo y hasta profundizó el modelo económico liberal heredado.
En el Brasil, la larga dictadura militar que tomó el poder en 1964, lo entregó en 1985 luego de una fuerte presión interna y externa, convocando a un proceso de transición hacia la democracia. Y aceptó los resultados electorales.
En Argentina, la junta militar presidida por Rafael Videla convocó a elecciones en 1983 luego de una serie de acontecimientos que la debilitaron. Fue elegido Raúl Alfonsín, que luego persiguió a los militares.
En nuestro país, el ochenio de Manuel A. Odría culminó cuando el dictador convocó a elecciones generales.
En cambio, las dictaduras de izquierda se perpetúan, y no hay manera de desprenderse de ellas salvo mediante un cisma interno en las fuerzas armadas.
Juan Velasco Alvarado, un dictador de izquierda que había estatizado la economía solo pudo ser depuesto mediante el golpe ejecutado por otro militar, el general Francisco Morales Bermúdez. Pero tomó 15 años más empezar a desmontar el aparato estatista y proteccionista que había empobrecido al Perú.
Y tenemos los casos clamorosos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Incluso Evo Morales tuvo que renunciar al poder -cuando pretendía perpetuarse-, luego de que las fuerzas armadas lo presionaran para ello. El socialismo del siglo XXI usó las asambleas constituyentes para concentrar poder y reelegirse indefinidamente.
Las dictaduras de izquierda no abandonan el poder principalmente como consecuencia de haber estatizado parte importante de la economía, o haber cooptado a empresas con privilegios. El control de los negocios incluye el narcotráfico, como quedó evidenciado con el cartel de los Soles en Caracas.
En la medida en que el intervencionismo estatal anula el crecimiento económico y aumenta la pobreza y el descontento, se hace necesario incrementar mecanismos de control social para prevenir reacciones y revueltas, y eliminar controles democráticos. Entonces, al control de los negocios, lícitos e ilícitos, en manos de la cúpula -que se convierte en una organización criminal- se suma el control policial, con las tecnologías de inteligencia del G2 cubano.
Así, los espacios de libertad -económica, política y de prensa- se reducen o desaparecen. La represión incluye detenciones, torturas y asesinatos. El informe de Michelle Bachelet, alta comisionada de derechos humanos de la ONU, documentó, entre otros graves hechos, más de 6,800 ejecuciones extrajudiciales por parte de las fuerzas de seguridad venezolanas entre enero de 2018 y mayo de 2019. Lo mismo está ocurriendo ahora.
Las cúpulas criminales saben que si salen del poder serán procesadas y encarceladas. Por eso, o se les ofrece un puente de plata que siempre es incierto, o queda la esperanza de que la presión popular, si se mantiene, tarde o temprano impulse a algún general no comprometido con negocios turbios -si lo hay- o a coroneles postergados, a dar un golpe, si es que no son detectados antes por la contrainteligencia cubana. Complicado, pero hay que mantener la presión interna y externa. Lampadia