Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
Todos los males que nos aquejan se reflejan en la desastrosa descentralización, apurada por Toledo y recargada irresponsablemente por García II.
Toledo la puso en marcha en su discurso de investidura, sin la expresa aprobación de su Consejo de Ministros, como estipula la Constitución. Y García, para disminuir su ámbito de gestión, profundizó una irresponsable transferencia de responsabilidades a los gobiernos sub-nacionales, sin establecer las mínimas capacidades de gestión y accountability (responsabilidad y rendición de cuentas).
La estructura de la descentralización, la distribución de recursos y responsabilidades, sin capacidades y controles, ha generado espacios libérrimos de corrupción que no sabemos cómo corregir. Si algo caracteriza hoy día a los gobiernos regionales y locales, es la prevalencia de corrupción generalizada y creciente y, absoluta incapacidad para administrar la cosa pública.
Como anécdota cuento que, a pedido de Confiep yo participé (ad-honorem), en el debate de la descentralización en el Congreso, donde indiqué que había una gran confusión, pues la descentralización ya se estaba dando con el regreso de la inversión privada a las regiones, que estaba generando empleo de calidad, capacitación, transferencia de tecnologías, infraestructuras y recursos públicos. Lo que faltaba era desconcentrar al Estado, y para ello propuse llevar las cúpulas militares a Arequipa, las cúpulas judiciales a Piura, la Cámara de Diputados a Iquitos, la Cámara de Senadores al Cusco y el Tribunal de Garantías Constitucionales a Huancayo. Solo habría que dejar al poder ejecutivo en Lima.
Si hubiéramos ido por ese camino el Perú Oficial se hubiera acercado a sus ciudadanos y habríamos construido importantes infraestructuras sociales y económicas. Todos los ciudadanos habríamos entendido que Lima dejaría de ser el hueco negro que atrae gente, recursos y decisiones.
Pero faltaba algo muy importante en mi propuesta, ¿cómo asegurar que el ejecutivo fuera capaz de brindar buenos servicios públicos de educación, salud, agua y desagüe, regadío, baja policía, y otros?
Justamente, la falencia de estos servicios, es el origen de la bajísima calidad de vida de los peruanos, y de la gran frustración con las autoridades políticas, desde el gobierno central, hasta el distrito más pequeño.
A estas alturas, está meridianamente claro que las autoridades políticas, gobernadores y alcaldes, no tienen, ni tendrán en mucho tiempo, la capacidad de llevar adelante gestiones efectivas, honestas y comprometidas.
Tenemos que poner a los peruanos más capaces y probos a cargo de los servicios públicos, como propone Fernando Cillóniz, siguiendo el modelo de gestión y gobernanza del Banco Central de Reserva del Perú.
Pero, evidentemente, no podemos re-centralizar la gestión de los servicios públicos en Lima. Entonces, tenemos que crear autoridades nacionales autónomas de educación, de salud, de agua y desagüe, etc., pero fuera de Lima.
- ANA-Educación en Arequipa
- ANA-Salud en Trujillo
- ANA-Sanidad en Huancayo
- ANA-Regadío en Cusco
- ANA-Infraestructuras en Piura, etc.
Más allá de como hagamos los imperiosos cambios profundos que necesitamos, está muy claro que la cosas no pueden permanecer como están.
Propongo abordar el tema de la nueva descentralización con urgencia, y no se trata de alargar los períodos de gobierno de las autoridades sub-nacionales. Se trata de establecer meritocracia y probidad en el Estado. Lampadia