Jaime de Althaus
24/08/2023
Para Lampadia
El miércoles hubo una reunión descentralizada del Acuerdo Nacional en Arequipa. Quizá haya servido para el desfogue, con pedidos de renuncia de Dina Boluarte por ejemplo, pero para poco más. Faltó la CGTP, que no quiere participar en diálogo alguno mientras subsista este gobierno. ¿Quién tendría que convocar entonces? ¿Es eso un pretexto? Pero no es eso lo que quiero discutir ahora, sino los temas que debería abordar el Acuerdo Nacional para que sea útil, si fuera capaz de sentar a los actores clave.
El secretario ejecutivo del Acuerdo Nacional, el sicoanalista Max Hernández, había explicado un par de semanas atrás que cuatro serían los ejes temáticos de las sesiones que el Acuerdo Nacional convocaría: seguridad alimentaria, reforma política, informalidad y Niño Costero.
Ordenemos el asunto. El Acuerdo Nacional debate y busca acuerdos en asuntos de largo plazo, y fija políticas de Estado. En ese sentido, el cuarto punto, que es un asunto muy ejecutivo y de corto plazo, escapa a los alcances del Acuerdo Nacional. La reforma política y la informalidad sí son temas que tienen que ver con problemas estructurales que requieren reformas, aunque la reforma política es algo que está parcialmente encaminado en el Congreso.
La seguridad alimentaria de la población es un tema importante, pero depende del crecimiento económico. Según la FAO, la seguridad alimentaria depende del “acceso físico y económico a suficientes alimentos” (FAO, 2016). Es decir, depende principalmente del empleo y los ingresos de las familias. Empleo e ingresos dependen, a su vez, del crecimiento de la economía nacional. Si no hay crecimiento, no hay empleo ni ingresos suficientes, y el consumo alimentario es deficiente o insuficiente.
Y el problema, como sabemos, es que nuestra economía ya no crece a la velocidad necesaria para reducir la pobreza y mejorar la situación económica de las mayorías. Los peruanos ni siquiera han recuperado el nivel de ingresos que tenían antes de la pandemia. En lugar de disminuir, la pobreza se incrementa año a año, una tragedia social que puede desembocar en el caos, la anarquía y la inviabilidad nacional.
Por eso, el gran tema que debería abordar el Acuerdo Nacional, la gran pregunta que debería aspirar a responder es la siguiente: ¿Cómo hacemos para volver a crecer a tasas altas a fin de reducir la pobreza, generar empleo y oportunidades, aumentar los ingresos de los peruanos y resolver, de paso, los problemas de seguridad alimentaria?
Para responder bien a esa pregunta se requiere que los actores participen con una voluntad genuina de buscar la verdad, de encontrar salidas y soluciones. Eso no es fácil considerando las posiciones tomadas de antemano. Requiere de una gran honestidad intelectual y de una vocación por llegar a acuerdos fructíferos. Y requiere, antes que eso, que se sienten a dialogar.
Podríamos decir que es iluso pensar que algo así se puede conseguir. Finalmente, el Acuerdo Nacional ha sido siempre el acuerdo sobre lo que todos estamos de acuerdo. Grandes metas que todos quisiéramos alcanzar, sin entrar en mayor detalle acerca del cómo, que es donde comienzan las diferencias. El problema es que en este caso la discusión es sobre el cómo o el qué: ¿Qué fue lo que hizo que pudiéramos crecer a tasas altas y sostenidas durante dos décadas reduciendo la pobreza de 60% a 20%, y que ahora se ha perdido? ¿Cómo reducimos la altísima informalidad, que es la gran injusticia estructural del país?
En el supuesto, por ahora negado, de que todos los actores aceptaran sentarse, ¿serían capaces de discutir de manera racional, con números, con evidencia, con argumentos lógicos, estos asuntos? Lampadia