Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Lima, 27 de marzo de 2023
Para Lampadia
“El Perú está súper diagnosticado.” Esa expresión la he escuchado un millón de veces. “El problema es tal o cual. Lo que hay que hacer es esto o lo otro.” ¡Cuántas veces habremos escuchado cosas parecidas! Bla, bla, bla… ¡Puro floro! ¡Puras buenas intenciones! Pero resultados… cero.
Efectivamente, a pesar de tener un Estado lleno de plata – sí, hoy el Estado está con más recursos fiscales y monetarios que nunca – millones de peruanos no tienen agua en sus casas.
Peor aún, muchos – 1’600,000 familias. O sea ¡cerca de 8 millones de peruanos! – no tienen siquiera casa, pues viven bajo esteras, cartones y plásticos.
Y ni qué decir de los pésimos servicios de salud pública, anemia infantil por las nubes, abandono total de la educación estatal, inseguridad ciudadana fuera de control, atroz precariedad del sistema de justicia…
¡Un Estado de horror!
Sin embargo – a pesar de ello – muchos compatriotas piden más Estado… más Ministerios, más organismos públicos tipo la Autoridad Nacional de Infraestructura, más distritos, más todo. ¡Cómo es posible que algunos pidan más empresas estatales tipo Petro Perú!
¿Acaso no nos damos cuenta de que el Estado – nuestro Estado – no nos sirve?
¿Acaso nuestro Estado no ha fallado en todo… o casi todo?
Pues yo creo que sí. Nuestro Estado es una falla. No nos sirve. Al contrario, nos maltrata cruelmente. Y encima – salvo muy contadas y honrosas excepciones – ¡es muy corrupto!
Ante ello, desde Lampadia venimos planteando una serie de medidas que – en este caso – inciden más en “quién debe hacer las cosas” en vez de “qué se debe hacer”. Ver: Contra la corrupción y los malos servicios públicos – Una nueva descentralización.
Para empezar, estamos inspirados en la genial afirmación del viejo Einstein que dijo “locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar obtener resultados diferentes.” Para nosotros, queda “einstenianamente” claro que, si queremos obtener mejores servicios del Estado, tenemos que dejar de hacer lo mismo una y otra vez. Tenemos que reformar el Estado.
Pero… ¿qué reformar?
Ahí va la propuesta. Despolitizar los servicios públicos.
Los políticos peruanos – está demostrado – no están capacitados para brindar buenos servicios públicos. ¡He ahí la gran reforma del Estado que requiere nuestro país!
- Quitarle las competencias de salud y educación a los Gobiernos Regionales. ¿Por qué? Porque maltratan cruelmente a los pacientes y porque han fallado estrepitosamente en la educación de nuestros niños y adolescentes.
- Quitarle las competencias de agua potable y alcantarillado a los Gobiernos Locales. ¿Por qué? Porque millones de peruanos no tienen agua ni desagüe.
- Quitarle las competencias de seguridad ciudadana al Ministerio del Interior. ¿Por qué? Porque cada vez hay más delincuencia e inseguridad en las calles.
- Quitarle las competencias de infraestructura a toda la maraña de instituciones involucradas en ello: PROVIAS Nacional, PROVIAS Descentralizado, PRONIS que ve infraestructura de Salud, PRONIED que ve infraestructura de Educación, Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (ARCC), PROINVERSION, Direcciones de Infraestructura de los Gobiernos Regionales y Locales, etc. ¿Por qué? Porque no construyen – ni reconstruyen – nada bien.
Pero ¿quién haría las cosas?
Las Autoridades Nacionales Autónomas (ANA´s). Efectivamente – previa disolución de los organismos mencionados anteriormente – habría que crear una ANA para cada uno de los servicios públicos fallidos, con el concurso de los más calificados profesionales del país.
Las ANA´s serían totalmente descentralizadas. Las sedes institucionales estarían ubicadas – según las especialidades – en diversas regiones del país… fuera de Lima.
Serían apolíticas…. tipo Banco Central de Reserva (BCR).
Los funcionarios de las ANA´s – todos – accederían a trabajar a dichas instituciones, exclusivamente a través de concursos públicos de méritos. Transparencia total. Sólo se aceptarían postulantes del quinto superior del cuadro de méritos de determinadas universidades. Nada de egresados de universidades como la Vallejo, San Juan Bautista, Telesup, Garcilaso, Alas Peruanas, entre otras. Integridad y capacidad por encima de todo. Cero designaciones a dedo. Pura meritocracia. Respeto total a la carrera pública. Las mejores remuneraciones del mercado para los funcionarios de las ANA´s. Gestión basada en objetivos claros y medibles. Evaluación por resultados. Eficiencia total. ¡Revolución moral!
¿Seguir haciendo lo mismo una y otra vez y esperar que el Estado mejore?… ¡no seamos ingenuos! Insisto, tenemos que reformar – radicalmente – el Estado. El problema de nuestro país no es constitucional, es moral. Claro que se requiere del Estado, pero de un Estado servicial y eficiente. Un Estado que sirva a la ciudadanía. No un Estado que se sirva de ella… como el que tenemos. Un Estado justo, pero – a la vez – firme. Un Estado con autoridad para imponer orden, pero sin caer en abusos de poder.
En el ámbito económico, el problema no es el liberalismo, es el estatismo. El problema no es tecnocrático, es burocrático. El problema no es presupuestal, es funcional.
En esta propuesta de reforma del Estado se juegan muchos valores materiales y humanos fundamentales: agua potable continua o agua contaminada en cisternas, alimentación saludable o anemia, vivienda digna o choza de esteras, salud o enfermedad, educación o ignorancia, justicia o marginación, caos u orden, empleo o vagancia, riqueza o pobreza, libertad u opresión, dirigismo estatal o innovación y creatividad… En síntesis: bien estar o mal estar.
El gran Vallejo tenía razón: “hay hermanos muchísimo que hacer”. Sin embargo – maestro – el problema no es qué hacer, sino quién lo hace. Lampadia