Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
Muchos de ustedes seguramente han visto en las redes un evento escolar boliviano, con estudiantes quechuas y aymaras, denostando del mestizaje de nuestros pueblos y reclamando para sí la superioridad de su cultura ancestral andina. Este evento, no dudo que sería idéntico en Puno.
Por otro lado, revisaba un video de José de la Puente Candamo, haciendo un elogio al mestizaje andino/hispano, resaltando ambas culturas y las virtudes de la mezcla:
- La andina, una de las 14 civilizaciones originarias en un mundo milenario, que fue capaz de crear una manera de vivir, con gran altura intelectual y técnica.
- La hispana, cultura con una de las mejores formas de la civilización cristiana, que nos relaciona con lo romano y lo griego, y que vino a estos territorios para integrarse con lo andino, para formar familias, constituyó universidades y amalgamó en américa latina un crisol de razas.
Es por eso que nos resulta inaudito, que después de más de cinco siglos de mestizaje, aún se quiera buscar enfrentamientos culturales y raciales, y encontremos políticos que hagan de eso, su bandera política.
Por otro lado, leyendo el libro “The Tao Jones Averages, a Guide to Whole-Brained Investing”, de Bennett W. Goodspeed, encuentro muy relevantes sus planteamientos y la pertinencia de ellos para nuestro relacionamiento humano y nuestro desarrollo económico.
El autor nos hace ver que el ser humano, tiene dos lóbulos cerebrales y señala que los “expertos” son pensadores especializados, que han desarrollado sus capacidades analíticas y habilidades deductivas de su lóbulo cerebral izquierdo. Mientras otro grupo, con mayor desarrollo visual, capacidades intuitivas y cualidades sensoriales, han desarrollado su lóbulo cerebral derecho.
Este sería el punto de partida de nuestras diferencias, pues mientras las profesiones requeridas por las industrias en el siglo XXI: ingenieros, economistas, administradores y contadores, entre otros, destacan en base a sus capacidades de análisis racional y así se comunican. Para las poblaciones andinas, con las que nos relacionamos cotidianamente, en cambio, lo sensorial, lo visual y lo sensitivo es predominante.
Es por esto que, para quienes nos desarrollamos en el mundo moderno y tecnificado, “el dato mata al relato” y nos desconcierta que nuestra contraparte, la gente del mundo andino, al igual que para los sociólogos, los antropólogos y aquellos que están en el mundo de lo sensorial, visual e intuitivo, eso supere a lo racional y no entiendan nuestros argumentos lógicos, ni nuestra información clara y esquemática y, en consecuencia, para ellos, “el relato mata al dato”.
El problema es que, quienes se mantienen en el mundo andino, se aferran a esa cosmovisión, no aceptan su integración al mundo moderno, ni a las leyes de ese mundo que los ha incorporado y del que ahora son parte. Rechazan su mestizaje y, como se sienten en desventaja, pretenden que el mundo que los incorporó y sus leyes, no existen. En consecuencia, han querido, en el ámbito de su comunidad, imponer sus reglas ancestrales, sin importar las leyes de la república. También es cierto, que durante el gobierno de P. Castillo y contando con el activismo de A. Torres, han pretendido extender su comportamiento ancestral andino para imponerlo a nivel nacional.
Toda esta perorata, para explicar que, en la actividad extractiva, hay una permanente fricción entre las empresas, quienes quieren actuar en estricto cumplimiento de la legislación nacional (frente a la que son responsables) y las comunidades, quienes desconocen la aplicación de la ley nacional. Estas últimas exigen actuar a su modo, obligando a suscribir acuerdos con sus comunidades y a mutar tales acuerdos, tanto y tantas veces como sus correspondientes directivas lo dispongan.
En resumen, sin importar la existencia de un Estado-Nación al que nos debemos todos los ciudadanos, las comunidades y sus “ronderos” han venido imponiendo sus propias reglas en el ámbito de sus circunscripciones, aplicando la violencia, incluso contra las fuerzas del orden.
Los ronderos no han respetado los derechos legales de las empresas mineras, han incursionado e invadido las operaciones mineras y han realizado su propia explotación minera ilegal, impidiendo, repito, por la fuerza, que las empresas y su personal trabajen de acuerdo a ley, o simplemente, ejecutando extracción ilegal de minerales, sin respeto a la propiedad minera, al medio ambiente, a la legislación laboral de seguridad y de compra y uso de explosivos y químicos.
Pero últimamente ha aparecido en el Perú un nuevo fenómeno, que no es otro que la delincuencia globalizada. Aquella sanguinaria y sin escrúpulos que viene de Venezuela, como “el tren de Aragua”, o de Brasil, como el “Comando Vermelho”, entre otros. Estos han puesto sus ojos en el producto de las operaciones mineras metálicas, especialmente de oro y cobre.
Esta gente sanguinaria e inescrupulosa, está imponiendo el terror no sólo entre los trabajadores de las empresas, sino ahora también sobre los ronderos y comuneros, arrebatándoles el producto de su trabajo ilegal, matándolos y amenazando con matar a sus hijos menores en caso pidan la intervención de las fuerzas del orden.
Ahora pues, hemos llegado a la ley de la selva. Las empresas que no lograban la seguridad y respaldo de las fuerzas del orden, frente a los ronderos y sus comunidades, estarían pasando a un segundo plano, pues los ronderos y comuneros que los invaden, ahora están siendo eliminados y amenazados por la delincuencia global, quien apetece esa producción.
Estamos degradándonos, pasando de la minería formal, a la minería ilegal y ahora, a la delictiva.
¿Adónde vamos a parar? Lampadia