Jaime de Althaus
Para Lampadia
Mientras empresas privadas desarrollan productos que llevan a una creciente inclusión económica de los peruanos, la principal central sindical del Perú insiste en defender un modelo legal y laboral que excluye a las mayorías.
En efecto, el gerente de YAPE, Raimundo Morales, informó en Día 1 que ya existen 17.3 millones de yaperos en el Perú. Este número casi equivale a la Población Económicamente Activa (PEA), que al tercer trimestre del año pasado sumaba 18.3 millones de personas según el INEI, y es exactamente igual a la población ocupada ese mismo trimestre.
El YAPE está bancarizando a los peruanos. En noviembre último colocó 700 mil préstamos, que es un número mucho más alto de lo que se coloca en cualquier otro canal del sistema financiero. En los últimos años ha colocado 5 millones de préstamos a alrededor de un millón y medio de peruanos. La aspiración de YAPE es prestarles a 5 millones de peruanos dentro de 3 años. Hoy día todo el sistema financiero le presta a 5 millones. De modo que YAPE duplicaría el acceso a préstamos. Y pronto habrá un yape empresarial.
El YAPE y la consecuente bancarización es una puerta de entrada a la formalidad, a la integración de la mayoría de los peruanos a una economía de mercado moderna crecientemente expansiva. Pero para que esa puerta se abra realmente y los que reciben préstamos por esa vía puedan crecer y acumular más allá de un nivel elemental, es necesario simplificar y reducir radicalmente el peso regulatorio de la formalidad. De lo contrario no podrán crecer dentro de la formalidad, y permanecerán en un nivel cercano a la subsistencia, o pasarán a la ilegalidad.
Estamos hablando del cúmulo de normas, cargas, obligaciones y permisos sectoriales y también laborales. En lo laboral el tema ha sido diagnosticado hasta la náusea. En los 90 la economía se abrió y liberalizó, pero los costos no salariales del trabajo, lejos de disminuir, se incrementaron. Pasaron de alrededor de un 48% del ingreso que recibe efectivamente el trabajador, a más de 60%. El compendio de normas laborales del régimen privado tiene nada menos que 1,733 páginas, y creciendo, recuerda Diego Macera. Alrededor de la mitad de los peruanos gana por debajo del salario mínimo de modo que su incremento periódico consolida cada vez más la informalidad y es una barrera absoluta a la formalización. Y a partir del 2002 el Tribunal Constitucional volvió a consagrar la estabilidad laboral absoluta, incentivando los contratos temporales o a plazo fijo o el reemplazo de trabajadores por tecnología.
Si el mercado laboral fuese mucho más libre y dinámico, habría más inversión, más demanda y capacitación de trabajadores y los salarios serían mucho más altos. No solo eso. La base potencial sindical sería mucho más grande, pues habría una proporción mucho más alta de trabajadores formales.
La CGTP incrementaría su poder. Pero ha quedado atrapada en un paradigma no solo obsoleto y auto limitativo, y miope, sino profundamente excluyente.
Debería mirar, por ejemplo, a Corea del Sur.
Allí tenían un ingreso per cápita inferior al peruano en los años 60.
Hoy, en Seúl, el salario promedio mensual, según ChatGtp, es de $3,500, más de seis veces superior al ingreso mensual promedio en Lima que apenas supera los $ 550.
Ellos tenían leyes laborales muy flexibles hasta los 80 y luego, con el desarrollo del sindicalismo, se volvieron más protectoras, pero siguen siendo bastante más flexibles que en el Perú.
Gracias a eso, no solo la mayor parte de los trabajadores son formales, sino que la tasa de sindicalización era del 14% de la fuerza laboral el 2023.
En el Perú es de ¡apenas alrededor de 1.5%! Es ridículo. No tiene sentido que la CGTP se aferre a una base casi ilusoria. Tiene que salir de su pequeña zona de confort y abrirse a la posibilidad gloriosa de ensanchar considerablemente su base sindical.
Ojalá el sector laboral acompañara los avances del sector tecnológico y empresarial para dar un salto en la velocidad de crecimiento y salir así de la pobreza. Lampadia