Fausto Salinas Lovón
Para Lampadia
El único combate serio y factible contra la corrupción, entendida esta como el “comportamiento consistente en el soborno, ofrecimiento o promesa a otra persona que ostenta cargos públicos, o a personas privadas, a los efectos de obtener ventajas o beneficios contrarios a la legalidad o que sean de naturaleza defraudatoria” (dpej.rae.es) implica reducir el Estado, ya que a más Estado, hay más corrupción.
La obviedad de esta afirmación no lo es para todos.
Puede ayudar a entenderla recordar que sólo en el año 2023, la corrupción ha costado 24,268 millones de soles, más del 12% del gasto público. Y que los casos Petroaudios, Odebrech, Cartel de la Construcción, Cuellos Blancos, OAS, Sarratea, Rolex o Chibolín (sólo en los últimos lustros) están vinculados al Estado y los presupuestos públicos, todo lo cual explica como 12 o 13 soles de cada 100 que gasta el Estado, se pierden en actos de corrupción.
A contramano de lo que recomienda la lucha contra la corrupción, el combate contra la inseguridad ciudadana, que afecta no sólo al Perú sino a varios países latinoamericanos infectados por las mafias venezolanas que ha exportado el socialismo chavista en la Región, exige más bien de un Estado fuerte y con autoridad.
Desde Tomas Hobbes, el filósofo ingles teórico del autoritarismo monárquico del Siglo XVI hasta los transportistas peruanos o colombianos que protestan estos días en las ciudades de Lima o Bogotá contra las extorsiones, cupos y asesinatos, piden que para evitar la anarquía y el caos, debe haber más Estado. La viuda del chofer asesinado por extorsionadores de transportistas exige más autoridad, más Estado.
Es grande entonces el desafío actual, porque los problemas más importantes de nuestra Nación exigen soluciones que van en direcciones distintas.
¿Habrá forma de enfrentar al mismo tiempo ambos desafíos?
¿Cómo reducir el Estado a lo mínimo posible para que no sea la fuente inacabable de la corrupción de nuestra casta política y al mismo tiempo, atender la demanda de seguridad de miles de peruanos, que exige más Estado?
Hay por lo menos dos caminos:
- Circunscribir el Estado en las tareas esenciales, entre ellas la seguridad y retirarlo de aquellas que no le competen y sólo son espacio para la corrupción y el dispendio. Tirar 37,000 millones de soles al retrete (Ver Lampadia: El cuento de Petroperú) entregándoselos a Petroperú es derrochar 3.5 veces el presupuesto del Ministerio del Interior que es de apenas 11,000 millones anuales. Es exactamente lo que debe dejar de hacerse.
- Fortalecer las organizaciones ciudadanas, campesinas, vecinales y en general privadas para que tengan un rol mayor en la seguridad y la protección de sus propias comunidades, sectores o jurisdicciones. La tesis del monopolio estatal de la seguridad, que el economista belga Gustave de Molinari puso en tela de juicio hace más de un siglo, no puede estar más en cuestión que hoy día en Latinoamérica donde el Estado es incapaz de proveer seguridad en países como Perú, Ecuador o Colombia y donde es más bien el Estado de países como Cuba, Venezuela o Bolivia el que conspira contra la seguridad de sus vecinos.
Para enfrentar este gran desafío al Estado hay que cambiar el rumbo de nuestra política.
Menos Estado, más eficiente, concentrado únicamente en lo esencial y con presencia cada vez más relevante de la ciudadanía en la seguridad y la fiscalización de los recursos públicos.
Lampadia