Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
Los peruanos hemos llegado a tener la sensación de que debemos hacer algo importante y trascendental para salir de la crisis profunda en la que hemos caído.
Al respecto, ya hemos comentado anteriormente que una de nuestras principales debilidades es la falta de institucionalidad. Esta falta, se ve a las claras en el irrespeto a las normas que regulan la marcha del país, desde el tránsito hasta las normas tributarias, pasando por todos los campos de la actividad. Pero también se aprecia en la falta de visión de país, misión de los órganos del Estado, planes medibles de trabajo y el “wipe” del que ya hablamos antes.
Dicho esto, me atrevería a decir que, el desorden y sentimiento superlativo de falta de institucionalidad en el Perú, se aprecia en la altísima rotación de las autoridades de gobierno y de ministros de los organismos “pilares” de nuestra gestión gubernamental.
Veamos si no, que entre los años 2013 y 2023 hemos tenido: 22 presidentes del consejo de ministros, 21 ministros de salud, 14 ministros de educación, 15 ministros de vivienda, construcción y saneamiento y 17 ministros de transportes y comunicaciones, y qué decir de 6 presidentes de la república en cuatro años y medio.
¿Qué planes de gobierno de largo plazo se pueden ejecutar, si cada medio año llega alguien nuevo a aprender?
¿Qué planes educativos de valores y de formación para el trabajo se pueden sostener?
¿Qué negociación seria, con organismos internacionales, para desarrollo y financiamiento de grandes proyectos de infraestructura se puede manejar?
¿Qué planes de salud y combate de la anemia, vacunación para la erradicación de ciertas enfermedades se pueden hacer sostenibles?
¿Qué proyectos de infraestructura hidráulica y de saneamiento se pueden coordinar con regiones y municipalidades?
¿Qué infraestructura de prevención de desastres se puede desarrollar?
La respuesta la tenemos a la vista, nada, absolutamente nada.
Ya hemos recibido directamente, la queja de organismos multilaterales por no poder mantener, del lado del gobierno peruano, un equipo de diseño de carreteras (veamos el caso carretera central), planes de infraestructura para el desarrollo, tipo grandes ferrocarriles (seguimos hablando del “Tren Macho”) y menos determinación del alcance y objetivos articulados de tal infraestructura.
Este modelo de gestión en manos de políticos, fracasó estrepitosamente. Y, todo lo dicho, sin incluir el condimento de la regionalización y las autonomías que pretenden estos gobiernos regionales y municipales.
Es clarísimo que el problema peruano no es el modelo económico, ni de carencia de derechos ciudadanos, sino de gestión del Estado.
Ante esto, debemos ver casos de éxito a nivel mundial y hacer nuestro un nuevo diseño y modelo de gestión. Dos países exitosos que en muy corto plazo han podido revertir la situación caótica de sus economías, son Singapur y Nueva Zelanda, el primero con líneas autoritarias de gobierno y el segundo con un gran sentido democrático y republicano.
Por otro lado, tanto Fernando Cillóniz, como Pablo Bustamante, han estado compartiendo artículos sobre las Autoridades Nacionales Autónomas (ANAs) y, me atrevería a decir, que Educación, Salud y Transportes y Comunicaciones, junto con Vivienda, Construcción y Saneamiento (estos dos últimos integrados en “Fomento y Obras Públicas”, deberían ser nuestras primeras ANAs.
Organismos autónomos, altamente profesionalizados, donde prime la meritocracia, sin injerencia política de los gobiernos y que tengan que cumplir grandes objetivos medibles e inobjetables. Estos organismos de alta calidad profesional, con profesionales que ganen su estabilidad a base de cumplimiento de metas, bien remunerados e incorruptibles, es lo que debemos construir y fomentar.
Paralelamente, debemos “barrer” de un plumazo tanta normatividad inútil, creada a base de “consultorías” de ONGs, que se han dedicado a poner trabas que retrasan el desarrollo de nuestros proyectos más emblemáticos.
Mientras no eliminemos la gran mayoría de esas trabas burocráticas, el Perú no dejará de ser el país de las potencialidades e ilusiones perdidas. El país que hubiera podido ser, pero que sigue esperando por su oportunidad.
Me parece que el buen ejemplo a seguir es el de Nueva Zelanda, país que hasta 1984 (aquí nomás), estaba arruinado, sujeto a políticas controlistas, un sinnúmero de empresas estatales, impuestos numerosos y altísimos, de la mano de gran número de subsidios, gran burocracia y “permisología” abundante.
En esas circunstancias, el partido laborista (centro izquierda), tras ganar las elecciones y consciente que eran un país en riesgo, demostró que ser de izquierda, no les impedía usar su sano juicio. Establecieron un plan de gobierno, “Plan para superar la crisis y salir adelante”, el mismo que después fuera acogido y continuado por gobiernos de centro derecha y que consistió en:
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- Guerra a la burocracia. Si algo lo hace mejor el mercado que el Estado, se privatiza.
- Profesionalización de la gestión pública.
- Simplificación y eliminación de procesos burocráticos que no crean valor. (Ejemplo: Después de aplicar el programa, en el Dpto. de Transportes, se redujo de 5,600 burócratas a 53, y en el Dpto. Forestal de 17,000 a 17 trabajadores).
- Reducción del número de impuestos y tasas. Como resultado, se incrementó la recaudación en 20%.
- Se verificó que, tal como ocurre en el Perú, gran parte del presupuesto en educación no iba a la mejora de calidad y cantidad de maestros y escuelas, sino a agencias de evaluación y consultorías. El control de los colegios pasó a manos de los padres de familia.
- Los padres pueden escoger el colegio para sus hijos, público o privado, y el Estado paga el mismo importe por alumno.
Este modelo de gestión, le permitió a Nueva Zelanda multiplicar por 7, en dólares constantes, su ingreso per cápita, entre 1984 y el año 2022.
Ya es tiempo que pongamos en marcha un proceso similar al de Nueva Zelanda, que propugnemos un shock de confianza y de atracción de nuevas inversiones, usando paralelamente el concepto de las ANAs. De esta manera, con una nueva cara, facilitaremos el desarrollo de nuevos proyectos, por un lado, mientras le damos continuidad en el tiempo a las tareas de Educación, Salud e Infraestructura, que requieren manejo profesional de excelencia. Ciertamente, estos tres pilares son los urgentes, pero el éxito de su transformación, debe ser seguido por la desburocratización y simplificación de todos los demás sectores.
No debemos permitir que estos pilares de nuestro gobierno y economía, caigan en manos de políticos que sólo buscan beneficiar a sus partidarios y amigos, para, en cambio, brindar los mejores servicios a la ciudadanía, pues para eso se creó el Servicio Público.
¡Dios nos ilumine! Lampadia