Raúl Delgado Sayán
05.04.2019
Para Lampadia
Seguramente el lector ha escuchado la palabra Expediente Técnico y la primera impresión es pensar que se trata de un conjunto de documentos, planos y presupuestos, entre otros, muy técnicos y precisos y que inequívocamente conducen a señalar todo aquello que debe ser ejecutado en la obra y que no admite ninguna modificación. No se menciona que existen varios tipos de Expedientes Técnicos, que, de acuerdo al nivel de profundidad de los estudios, requieren de modificaciones para ser adecuados a la realidad.
Antiguamente los ingenieros otorgábamos una clasificación más precisa a los estudios o expedientes técnicos, lo llamábamos nivel de perfil (o pre-anteproyecto) aquellos que en realidad eran en base a datos muy generales obtenidos de mapas o cartas geográficas y que más que nada eran estudios de escritorio; el segundo nivel era el de factibilidad (anteproyecto), que consistía en estudios orientados a evaluaciones económicas, financieras, sociales y ambientales y como parte de uno de sus capítulos contempla la estimación del nivel de inversiones necesarias que servían para determinar si se abandonaba por no ser viable o se mejoraba para continuarlo y pasar a la siguiente etapa que era el del estudio definitivo o final, la ingeniería de detalle o constructiva que constituye el proyecto que normalmente se utiliza para licitar la obra, donde el estudio desarrolla un diseño para la construcción y que ya tiene más muestras de información de campo. En síntesis, todo lo anteriormente descrito comprende documentos de un proyecto con distintos niveles de información, que inicialmente de manera aproximada, intentan caracterizar la realidad con la cual nos vamos a encontrar durante la ejecución de las obras y que necesariamente tendrán que ser reajustados a dicha realidad.
Finalmente, existe normalmente en todas las obras públicas y privadas, un último nivel del estudio que se llama el de post construcción, en inglés se conoce como “As built”, y que se presenta a las entidades y/o clientes, como liquidación de obras; y que como su nombre lo indica, contiene planos y documentos de todas las obras conforme han sido construidas, incluyendo todas las pruebas y ensayos de calidad y las valorizaciones de obra ajustada y ejecutada en cada uno de los periodos mensuales hasta el final. De entre todas las profesiones existentes, la ingeniería se caracteriza por ser la más: objetiva; numérica y totalmente documentada. Así en los estudios y obras ejecutadas no existe subjetividad alguna puesto que todo lo que se realiza tiene que cumplir el objetivo pre establecido; todo es expresado numéricamente; no solo los costos sino también la calidad de los materiales de la obra en sí y finalmente todo lo ejecutado está plenamente documentado para permitir en el momento que se desee la constatación física y peritaje pertinente.
El Colegio de Ingenieros del Perú (CIP), institución representativa de la ingeniería por ley en el Perú, en muchas oportunidades se ha referido a la correcta aplicación de normas sobre adicionales de obras, siendo la más clara y precisa la publicada el 15.08.2006 en el Diario El Comercio – página A13 en el cual se señala, entre otros aspectos, todo lo anteriormente expresado sobre los cambios que necesariamente ocurren entre el momento en que se diseña la obra y el momento en que se ejecuta debido a factores de distinta naturaleza, y que es obligación de los ingenieros el adecuar y/o modificar los proyectos y presupuestos originales de acuerdo a lo que resulta imprescindible realizar, generando los presupuestos adicionales y/o deductivos para adecuarse a las exigencias de la realidad, y que ello de modo alguno significa falta para los profesionales que hayan formulado y/o aprobado el Expediente Técnico en alguno de los niveles antes mencionados (Se adjunta copia de dicho comunicado).
La normatividad mundial, así como la peruana, reconocen en extenso a través de varios artículos en la Ley y en el Reglamento de Contrataciones sobre estos impredecibles eventos de los proyectos iniciales que se presentan necesariamente durante su ejecución, puesto que obviamente si no se modifican oportunamente, lo construido adolecería de deficiencias que en el extremo podrían conllevar al colapso.
La ingeniería, los riesgos y los factores de seguridad
Tanto el ingeniero que construye como particularmente el que diseña obras de ingeniería saben que para el desarrollo de su trabajo debe emplear sus conocimientos, experiencia y criterio profesional para tomar decisiones que le permitan, con los debidos factores de seguridad, proteger la inversión realizada y sobre todo garantizar la seguridad y la vida de las personas que se constituyen como usuarios de la misma, no solo en la etapa de diseño y construcción, sino durante toda la vida útil del proyecto, y como tal utilizarán su criterio profesional que les permita avizorar tanto los riesgos de fenómenos naturales extremos predecibles como los usos y abusos a los que pueda prever que su proyecto va a estar expuesto durante su vida útil; como son por ejemplo la falta oportuna de mantenimiento preventivo y de rehabilitación; el no control de pesos y cargas sobre su estructura; el cambio de uso de una edificación; la necesidad de ciertos factores de redundancia para proteger la estructura final ante decisiones del propio usuario; entre muchas otras.
Otros riesgos muy importantes además de la integridad y resistencia del proyecto
Existen una serie de riesgos adicionales en aspectos técnicos que pueden presentarse durante la ejecución, entre los cuales mencionaremos las variaciones geológicas/geotécnicas; la incompleta identificación y cuantificación de interferencias con servicios públicos; los hallazgos de restos arqueológicos significativos no previamente identificados; deficiencias imprevistas en el EIA (Estudio de Impacto Ambiental) o riesgos generados en el entorno de la entidad contratante como pueden ser las demoras en la expropiación y liberación de terrenos; demoras en obtención de permisos y licencias; el incumplimiento de compromisos sociales pactados; incremento de las expectativas sociales frente a las identificadas en el EIA; y finalmente riesgos dentro del ámbito de contratistas y proveedores como son los riesgos inherentes de construcción o ambientales; los riesgos vinculados a accidentes de construcción y daños a terceros; aquellos derivados de eventos de fuerza mayor, y riesgos por cambios regulatorios o normativos que ocurran durante la ejecución de las obras. Muchos de estos riesgos podrán ser identificados como riesgos potenciales, pero no pueden ser incluidos inicialmente en su componente de costos porque son potenciales y por lo tanto no se conoce la medida en la cual puedan o no ocurrir, aunque otros sí se encontrarán dentro de lo inicialmente identificado. Lo que sí todos ellos tendrán una incidencia clara en modificar el Presupuesto Referencial y el Expediente Técnico con el cual se contrató la obra, generando inevitablemente al final de la misma los denominados “sobrecostos” que universalmente no son otra cosa que la diferencia entre el valor real final de las obras y el valor inicial aproximado con el cual estas fueron inicialmente contratadas.
La identificación de estos riesgos de manera oportuna debe conllevar dentro del ámbito de la entidad contratante a tratar de evitarlos o mitigar en alguna forma los costos y demoras en el proyecto, pero nunca jamás podrá evitarlos en caso ellos ocurran. La modalidad correcta del contrato deberá identificar en cada caso a cuál de las partes le corresponderá enfrentar y subsanar estos riegos, siendo por cierto, en los casos, que corresponderá a los contratistas y/o proveedores, el asumirlo si es que se generan en el ámbito de su responsabilidad, pero en la mayoría de los casos le corresponderá a la propia Entidad contratante en su calidad de dueño el asumirlos sea por estar dentro de su ámbito o por ser de naturaleza impredecible.
En suma, ojalá el presente artículo sirva para aclarar por qué no existe en el país ni a nivel mundial la posibilidad de que el costo final de una obra sea el mismo que el costo aproximado referencial con el cual fue contratada. Esta diferencia será mayor si se considera como base para la contratación un Expediente Técnico de nivel de perfil o de factibilidad, y menor si el Expediente Técnico es de nivel definitivo; pero siempre existirá diferencia.
Es importante destacar que con el incremento de las modalidades de construcción Diseño-Construcción (Fast Track) y de APPs, los proyectos se están contratando apenas con el nivel de factibilidad (Anteproyecto) ya que se invierten en estudios previos apenas un 0.5% del valor de la inversión y ello conllevará por su bajo nivel a incrementos significativos durante su ejecución al tener que adecuarlos a la realidad.
El enfrentar en mejor medida la optimización de costos en estas circunstancias dependerá de que exista un modelo de contrato que permita que tanto en el ámbito técnico de la Entidad contratante, los Contratistas y la Supervisión de la obra el que puedan tomar decisiones óptimas que impidan la demora en resolver estas situaciones imprevistas y para ello es muy importante que los profesionales involucrados en esta tarea cuenten con las suficientes garantías de confianza, predictibilidad y discrecionalidad donde se respeten y valoren sus criterios profesionales y los factores y medidas de seguridad que hayan tomado para proteger la vida de los usuarios, teniendo en cuenta que según la normatividad existente la responsabilidad recae en el profesional que realiza el diseño y no en quién opina o audita posteriormente esta decisión sin que ello le acarree responsabilidad alguna. Lampadia