Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
Estados Unidos y el Perú acusan un gran desbalance en la incidencia del Covid-19 con respecto a la proporción de sus poblaciones en el mundo.
Dado que una buena parte de los condicionantes de este nivel de performance siguen presentes, creemos necesario dar un golpe de imagen para buscar una reacción más asertiva y eficiente del gobierno peruano.
Ambas experiencias, la de EEUU y la del Perú, son producto de las decisiones de sus gobiernos. En un caso, el de EEUU, por no darle la debida importancia a la pandemia. Y en el caso del Perú, por sobre reaccionar sin brújula, medida y cuidado.
Efectivamente, el gobierno del Perú se presentó como el más habilidoso de la clase, tomando las medidas más drásticas, cerrando toda la economía y llevando a la economía a una parálisis total, incluyendo todos los sectores económicos y todas las regiones del país.
Una estrategia que suponía una acción eficaz para aguantar el virus mientras se mejoraban las condiciones de los servicios sanitarios.
Lamentablemente, el gobierno se equivocó de plano, al optar por el uso de pruebas rápidas en vez de las moleculares, a pesar de todas las advertencias. Y peor aún, al descartar el uso de pruebas para rastrear la incidencia del virus.
Además, se cometieron otros errores, como desconocer la naturaleza de nuestra población, que acusaba necesidades de circulación y de generación de ingresos diarios, que no se podían desconocer. Se restringieron horarios de atención para actividades esenciales generando congestiones. Y se descuidó el manejo de los mercados populares.
Por otro lado, a diferencia del resto del mundo, y especialmente de los países productores de minerales, como Australia, Canadá y Chile, el Perú suspendió las operaciones mineras, desperdiciando la generación de riqueza e ingresos fiscales. Lo mismo se hizo con la pesca y, además, se afectó la agricultura por las restricciones de los demás sectores y la actitud represiva de las autoridades.
El mismo error se cometió al cerrar todas las regiones del país, incluyendo aquellas donde no había ni un contagiado con el virus.
Lo peor de todo es que no se quiso aprender de la realidad, y contrariando todas las advertencias y reclamos se insistió en el torpe manejo de la crisis, llegando a niveles absurdos de tozudez y soberbia.
Evidentemente, los principales responsables de este desastre, que nos ubica en el peor lugar del manejo de la crisis sanitaria y económica, a nivel mundial, son el presidente de la República, Martín Vizcarra, el ex primer ministro Vicente Zeballos, y Víctor Zamora, el clamoroso exministro de Salud.
Gente, que más allá de la incapacidad que mostraron, lindaron en situaciones delictivas, al haber, por ejemplo, demorado la aceptación de la planta de oxígeno ofrecida por la empresa minera, Southern Perú para Arequipa, donde crecían los afectados muy penosamente.
Además de todo esto, algo gravísimo fue la soberbia del gobierno al rechazar el apoyo de la sociedad civil para combatir la pandemia, concretamente, la ofrecida por el sector empresarial y la iglesia.
No podemos dejar de mencionar la responsabilidad de los medios de prensa afines al gobierno, que son una mayoría, que en vez de ayudar a explorar alternativas y hacer críticas constructivas, se dedicaron a aplaudir vergonzosamente las acciones del gobierno.
Licenciados los ministros Zeballos y Zamora, no se han llegado a corregir las actitudes soberbias y se han agudizado las confrontaciones con el Congreso de la República, llevando al país a una situación de mucho cuidado.
Hoy por hoy, el gobierno sigue dando manotazos de ahogado en la importantísima y crucial recuperación de la economía. No han sido capaces de activar ningún proyecto importante, y la inversión pública sigue en el limbo.
No podemos seguir así y como publicamos hace unas buenas semanas (Pero esta crisis requiere equilibrios), es indispensable convocar un gabinete de salvación nacional que sepa conducir el país a su recuperación sanitaria y económica, y que garantice unas elecciones generales transparentes y sin triquiñuelas, en todas las instancias del Estado, como por ejemplo son las absurdas recomendaciones del Jurado Nacional de Elecciones a los partidos políticos en cuanto a sus programas de gobierno. Todo ello requiere visión de país y liderazgo, que solo puede recuperarse con un mejor gabinete de ministros. Lampadia