El Perú atraviesa uno de sus peores momentos históricos con cuatro crisis simultáneas: sanitaria, económica, social y política. En estas dramáticas condiciones entramos a un proceso electoral que lógicamente, encuentra a la población muy afectada, decepcionada de sus líderes y sin sensación de futuro.
Como producto de la pandemia del Covid-19, en los últimos doce meses han muerto más de 100,000 peruanos, ubicándonos entre los países más impactados del mundo. Buena parte de los fallecidos se deben a la torpeza criminal del gobierno de Vizcarra que:
- insistió en el uso de pruebas rápidas, desoyendo todos los consejos para usar las pruebas moleculares
- rechazó la donación de un software especializado para el rastreo del virus
- no se rastreó y aisló el virus para limitar su expansión
- rechazó el apoyo del sector privado y de las iglesias
- rechazó las ofertas de vacunas de Astra Zeneca (9/20) y Pfizer (10/20)
- demoró la aceptación de donaciones de plantas de oxígeno
- ocultó la información sobre el número de fallecidos
Todo esto se agravó debido a la pésima selección de ministros y colaboradores, más comprometidos con la destructiva ideología de una izquierda retrógrada, que con la lucha contra la pandemia.
Además, se destrozó la economía del país y el empleo de millones de peruanos con cuarentenas mal hechas, en contra de los consejos de los peruanos más capacitados, pero con el aplauso inconsciente de buena parte de los medios de comunicación. En este aspecto, el Perú también fue uno de los peores países en la caída del PBI, empobreciendo a un 10% de la población.
A estas crisis, la sanitaria, la económica y la social, se sumó la crisis política promovida por el gobierno de Vizcarra para tomar control de todos los estamentos del Estado.
Todo esto ha terminado en la absoluta pérdida de confianza en las élites, políticas y empresariales, y en la pérdida de confianza en el futuro del país y de los propios ciudadanos.
No es posible imaginar peores condiciones para atravesar un proceso electoral. No puede pues llamarnos la atención el poco entusiasmo de la población con las elecciones del bicentenario.
Se ha configurado una penosa oportunidad para la aparición de los aventureros de la política, de la demagogia y del populismo; e incluso de propuestas, como la de Castillo-Cerrón de Perú Libre, que basa su predicamento político en la agudización de las contradicciones, en la siembra de resentimientos y en enfrentamiento entre ricos y pobres.
Una propuesta que está dividiendo a los peruanos, y que más allá de la pésima calidad de sus propuestas de gobierno, está dañando la necesaria cohesión social para poder aspirar a recuperar la senda del desarrollo sostenido.
No es fácil salir de esta gravísima situación.
La pregunta más importante de estos días es ¿cómo hacemos para salir de estas crisis?
Y la respuesta obvia es que necesitamos convocar a los mejores peruanos en todos los campos de gobierno, con prescindencia de sus opciones políticas.
En Lampadia, consecuentes con nuestra misión de defender la economía de mercado, la inversión privada, la modernidad, el Estado de Derecho y la meritocracia en el Estado, queremos compartir con nuestros seguidores, el testimonio de una enfermera que nos dice: elijamos al equipo más capacitado.
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