Fausto Salinas Lovón
Para Lampadia
La fusión de ministerios para crear el ministerio de infraestructura o ministerio de obras públicas es el último cuento de la actual casta política que nos gobierna.
Fusionar ministerios en sí misma no es una mala idea. Reducirlos sería mejor aún. Lo que es muy mala idea es fusionarlos sin razones técnicas para justificar la creación de otro mega ministerio. Es simplemente desvestir un santo para vestir otro.
Fusionar ministerios sin hablar de una reforma profunda del Estado,
sin reducción neta de la burocracia estatal que se ha multiplicado desde el año 2000,
sin poner un límite serio a los contratos de personal que hace el gobierno a todo nivel,
sin una reducción seria del gasto improductivo del Estado y
sin dejar de repartir presupuesto a Gobernadores y Alcaldes para conseguir precaria estabilidad política,
es sólo un cuento, no una señal de cambio o reforma seria.
Fusionar ministerios para justificar que se tomará el control centralizado de la obra pública en una sola mano, tampoco es una buena idea. El problema no es quien maneja la obra pública, sino como dejamos que la manejen ministros, gobernadores, alcaldes y burócratas. Hay que ponerle límites, ratios, condiciones de desembolso, plazos y sanciones presupuestarias a los entes ejecutores, no cambiar de manos. Todas las manos que están en el Estado son igualmente proclives a la corrupción y la ineficiencia. Esta medida sólo centraliza la corrupción en un nivel, no resuelve nada.
Si se busca mejorar la obra pública se necesitan medidas concretas, no nuevos ministerios, ni sacrificar la eficiencia de algunos sectores como lo han denunciado los gremios empresariales de turismo en el caso de su Sector. Aquí algunas medidas concretas:
- Suspender automáticamente los desembolsos presupuestales para nuevas obras en caso de que no se concluyan las obras en curso dentro del plazo y condiciones establecidas.
- Suspender las transferencias presupuestarias para gasto corriente de las Regiones y Municipalidades que no concluyan obras bajo ejecución directa dentro del plazo previsto.
- Establecer ratios de duración de obras y promedios de costos de obras que deben servir en la contratación estatal.
- Revisar el costo de las obras por impuestos que han multiplicado exorbitantemente el costo de puentes, carreteras y edificios.
- No financiar obras públicas que encubran la contratación de personal ordinario como personal de obras.
Estas medidas u otras mejores no necesitan de un nuevo ministerio, necesitan de voluntad política. Crear un ministerio de obras públicas o infraestructura sin tomar este tipo de medidas es sólo un cuento, no un verdadero esfuerzo por mejorar la eficiencia del Estado.
Finalmente, fusionar ministerios y hablar de reducción de gasto estatal cuando al mismo tiempo este gobierno, mediante Decretos de Urgencia dilapida 1.3 millones de dólares en la quebrada PETROPERU o 1,040 millones en gastos innecesarios en regiones y municipalidades, no resulta una medida creíble. Solo un cuento más. Lampadia