Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
América Latina es la región más afectada por la devastación humana y económica combinada del coronavirus.
Perú, Ecuador, Nicaragua, Bolivia y México ocupan los primeros lugares en una tabla global de exceso de muertes desde el inicio de la pandemia.
Lo que la pandemia ha dejado al descubierto en América Latina es una aflicción de larga data: la falta de capacidad estatal efectiva.
Perú y Argentina ordenaron cierres prolongados el año pasado y ofrecieron generosos pagos de asistencia social a quienes no podían trabajar. Las economías se paralizaron, pero las infecciones se dispararon.
América Latina debe reconstruirse mejor.
La clase política parece no estar escuchando. En las primeras etapas de un ciclo electoral regional importante, abundan los candidatos populistas que venden recetas fallidas; Pedro Castillo, el activista de extrema izquierda que ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Perú el fin de semana pasado, quiere una nacionalización radical.
Si la región no quiere quedarse rezagada permanentemente del resto del mundo en desarrollo, debe comenzar renovando la clase política, presentando una nueva generación de líderes que entiendan cómo construir un consenso nacional en torno al crecimiento sostenible e inclusivo en sociedades más justas impulsadas por economías competitivas a nivel mundial.
Financial Times, 13 de abril de 2021 (Glosado por Lampadia)
Década tras década, América Latina interrumpe su proceso de convergencia hacia el desarrollo del mundo global, frustrando a su población que cada día se ve más encerrada sin poder ambicionar a ser parte de la modernidad.
EEUU, Canadá, Europa, Japón, China, Australia, Nueva Zelanda y el resto del Asia, siguen acumulando capital humano, físico y monetario, asumiendo la nueva realidad de la cuarta revolución industrial; mientras al sur del rio Grande, desde México hasta Argentina, nosotros damos un paso adelante y dos atrás.
El caso más sorprendente y dramático es el de Chile, que parecía haberse despegado del resto de la región hacia el desarrollo global; para entrar ahora en un proceso regresivo que amenaza sacarlos de la senda del desarrollo sostenido.
En nuestro caso, en el Perú, después de recuperarnos del desastre de los años 60, 70 y 80, en el mejor momento de desarrollo económico y social, el 2011, elegimos un gobierno nacionalista y populista que desdibujó las líneas de desarrollo sostenido, frenó el crecimiento de la inversión y creó una brecha ideológica entre el sector público y el sector privado.
Los siguientes gobiernos de PPK, Vizcarra y Sagasti, no solo no enmendaron el camino, tampoco supieron ilustrar a la población sobre la calidad de las políticas públicas que permitieran recuperar la senda del crecimiento.
De regreso a la parálisis económica y la confusión sobre las prioridades para apuntar al bienestar general, nos agarró la pandemia, y bajo el liderazgo criminal de Vizcarra, nos ubicamos como el peor país del mundo en el combate del virus y en la caída de la economía.
Hoy día, en todos los círculos sociales, para no hablar de los medios de comunicación, ya no se entiende nuestro desarrollo, al que se reputa como crecimiento sin desarrollo. No se quiere entender que no hay mayor desarrollo social que la reducción de la pobreza, que desde el 2004, bajo de 58.7% a 20.2% de la población en 2019; y que la pobreza extrema bajó de 16.4% a 2.9%.
Para un país como el Perú, con 200 años de estructura republicana y con mucho potencial de desarrollo, que antes de la pandemia tuviéramos 20% de pobres, es prioritario y obligatorio, superar la pobreza antes que cualquier otra cosa. Eso debe llevarnos a invertir y crecer, y mejorar la educación y la salud. Esas deben ser nuestras prioridades y marcar nuestra orientación nacional.
Por supuesto que esto no es lo único que debemos hacer, también debemos mejorar sustancialmente nuestras instituciones, pero es la base de todo, sin crecimiento no podremos mejorar la educación y la salud, y no tendremos la tranquilidad para mejorar nuestras instituciones.
Como dice el Financial Times, en América Latina necesitamos mejores líderes. Tenemos que invitar a nuestros ciudadanos más capacitados a asumir la muy importante tarea de gobernar. No más retrocesos. Lampadia