Continuando con nuestra exploración sobre Nueva Zelanda, en Lampadia decidimos analizar específicamente la reforma económica de uno de los países más exitosos económicamente del mundo. En los últimos años, Nueva Zelanda se ha convertido en un país muy atractivo no solo para los ciudadanos que regresan de Australia (su país vecino donde muchos migraron en décadas anteriores), sino también para las personas de todo el mundo. Ver nuestro primer despacho en: ¿Qué sabemos de Nueva Zelanda?.
Fuente: vuelaviajes.com
¿Acaso siempre fue una economía con gran éxito? No.
A fines de los años 70, Nueva Zelanda tenía una de las economías más pobres del mundo occidental; no había lidiado bien con las crisis del petróleo; tenía aranceles elevados y otras barreras a la importación, altos niveles de subsidios agrícolas, una deuda nacional que se acercaba a las proporciones de países del tercer mundo y un sistema de bienestar que el país ya no podría pagar. De 1975 a 1983, la economía apenas creció; lo único que creció fue el desempleo.
En otras palabras, Nueva Zelanda estaba excesivamente regulado, centralizado y con tantas medidas proteccionistas como cualquier país de Europa del Este de esa época. Existían extensos controles de precios y, en promedio, un quinto de todos los productos de consumo tenía precios fijados por el Gobierno; las empresas nacionales tenían protección frente a la competencia de las importaciones; el mercado laboral tenía una pesada regulación basada en criterios redistributivos antes que en productividad; y abundaban numerosas empresas estatales mal administradas, entre otras agudas distorsiones. Entonces, las políticas de Nueva Zelanda, eran muy parecidas a las que sufrió el Perú, entre los años 60 y principios de los 90, que nos llevaron a 30 años de estancamiento.
La crisis fue de tal magnitud que el Gobierno del Partido Nacional tuvo que convocar elecciones anticipadas en julio de 1984. Estas elecciones las ganaría el partido Laborista de izquierda.
Una década de cambios
En 1984 comenzó un período de reformas que ha sido descrito por la OCDE como el más completo emprendido por cualquier país occidental en las últimas décadas. Había un consenso entre los líderes de Nueva Zelanda, tanto del sector público como del privado, de que se necesitaba un cambio drástico y exhaustivo en la gobernanza del país, que ningún grupo de interés único debería ser inmune a los cambios o debería permitirse dictar la agenda.
El cambio de gobierno en 1984 llevó al poder a un gobierno laborista que era una generación más joven que su predecesor, dispuesto a llevar a cabo un cambio drástico. Consideraron que las ideas, las energías productivas y la confianza para que Nueva Zelanda se abriera paso en el mundo solo surgirían de la apertura de todos los sectores de la economía a las fuerzas de la competencia.
Fuente: expansion.mx
El sector público en Nueva Zelanda manejaba todo, los ferrocarriles, la generación de electricidad, el sector de las telecomunicaciones, una caja de ahorros y las minas de carbón. El gobierno solía construir todos los caminos y represas. Algunas estimaciones sugieren que el gobierno participaba en el 60 % de la economía, sin duda en casi todas las principales decisiones de inversión.
En 1984, se adoptó el principio de que el Estado no debería involucrarse en ninguna actividad que el sector privado pudiera ejecutar de manera más eficiente y efectiva, el famoso ‘principio de subsidiaridad’, que el Perú recogió, a medias (para variar), en los años 90.
El primer paso fue la ‘corporativización’ de las empresas estatales, que implicó hacer funcionar a las empresas sobre una base comercial, liberándolas de la burocracia gubernamental, responsabilizando a una junta del sector privado, eliminando la interferencia política, exigiéndoles obtener un beneficio.
El segundo paso fue la privatización o la venta de las empresa estatales y el retiro del gobierno como propietario de desarrollos empresariales. Un principio importante que estuvo en el corazón del proceso de privatización, fue el de ‘regulación mínima pero competencia máxima’. No había ningún deseo de sustituir el monopolio gubernamental por el monopolio del sector privado. Por lo tanto, el gobierno intentó establecer un marco que generaría competencia.
Entre 1988 y 1989 se promulgaron dos leyes claves (la State Sector Act y la Public Finance Act – leyes del sector estatal y de las finanzas públicas respectivamente), que tuvieron como objetivo lograr mayor transparencia en la gestión, otorgarle a los gerentes públicos mayor libertad para cumplir sus metas (incluyendo mayor flexibilidad en el manejo de sus recursos humanos y financieros), y una orientación hacia el logro de resultados. El Gobierno logró además introducir un sistema de incentivos basado en bonos de desempeño o la posibilidad del despido ante los malos resultados. Las regulaciones laborales en el aparato estatal se empezaron a regir por las mismas normas que en el sector privado, acabando con la estabilidad laboral absoluta. El nombramiento de los gerentes se empezó a realizar por un periodo fijo, que no coincidía con el ciclo electoral, para separarlo del proceso político.
Implementando las reformas
El proceso de reforma se llevó a cabo bajo dos gobiernos diferentes. Desde 1984 hasta 1990, hubo un gobierno laborista; desde 1990 en adelante, el gobierno del Partido Nacional. Este retomó el proceso de reforma del trabajo y reformó el mercado laboral. La Ley de Contratos de Trabajo preveía una desregulación integral, no se requería que los empleados se unieran a ningún sindicato, y pocas restricciones legales externas además del derecho contractual y las normas mínimas. El gobierno nacional también reformó el sistema de bienestar. Redujo el valor de los beneficios del gobierno y los enfocó de manera más precisa, incluida la comprobación de medios para garantizar que la asistencia se dirigiera a los más necesitados.
Ambos partidos tomaron medidas para garantizar que, en el futuro, la gestión económica esté lo más separada posible de la política. La Ley del Banco de la Reserva de 1989 aumentó la independencia del Banco de la Reserva y estipuló que la función principal del banco, por la cual el Gobernador sería personalmente responsable, era el mantenimiento de la estabilidad de los precios dentro del 0% a 2%.
La Ley de Responsabilidad Fiscal de 1994 requiere que todos los informes financieros del gobierno estén de acuerdo con la práctica contable generalmente aceptada. Se requiere que el gobierno establezca objetivos a mediano plazo, que actualmente la deuda neta está entre 20% y 30 % del PBI, restableciendo el patrimonio neto del gobierno a niveles positivos, reduciendo el gasto gubernamental a menos del 30 % del PBI, sin aumentar la tasa del impuesto a la renta, y la gestión prudencial de los riesgos que enfrenta el gobierno. En virtud de la Ley de Responsabilidad Fiscal, el gobierno debe publicar un conjunto completo de cuentas anualmente y antes de cualquier elección.
Resultados de años de reforma
En 1994, Nueva Zelanda ya ocupaba el noveno lugar general entre la OCDE en el Informe de Competitividad Mundial. Ocupó el primer lugar en el mundo en políticas gubernamentales diseñadas para desarrollar un entorno empresarial competitivo.
Para el 2016, el fuerte crecimiento económico está siendo impulsado por el auge del turismo, la fuerte migración neta interna, la sólida actividad de construcción y la política monetaria. La posición fiscal es sólida, con una deuda pública baja y un presupuesto equilibrado.
Según el Doing Business, Nueva Zelanda es el mejor lugar del planeta para establecer un negocio. Los indicadores analizan cuánto tiempo se necesita para establecer un negocio, cuántos procedimientos existen, el costo inicial y el requisito de capital. Es el país más rápido (solo medio día), tienen menos procedimientos (solo uno), el costo con el Estado es cero.
Comparación con las reformas del Perú
Por el lado del Perú, nuestra recuperación arrancó en 1993 con la promulgación de la Constitución de 1993 y el regreso de la inversión privada. Los resultados fueron muy rápidos, entre 1993 y 1998, crecimos un promedio de 7.5% anual, hasta que en octubre del mismo año cortamos la cadena de pagos, por una combinación de miedo y torpeza. (Ver en Lampadia: ¡Qué «calato»… ni que ocho cuartos! ). Luego de superar ese bache, volvimos a crecer desde el 2003 hasta el 2013 a tasas muy superiores a las del resto del mundo y muy por encima de la performance regional.
Nuestras reformas en los años 1990, centradas en la reinserción de nuestra economía en el mundo global, la apertura comercial, privatizaciones, una cierta liberalización del mercado laboral y en menores regulaciones estatales, lograron elevar la productividad del país. Las inversiones en infraestructuras permitieron reducir los costos del comercio exterior, elevando la competitividad. Por su parte los servicios públicos privatizados, se tornaron más eficientes y de menores costos, con mayor cobertura y calidad. Mejoró la conectividad del país a través de nuevas redes de telecomunicaciones, se incrementó la generación, transmisión y distribución de energía y se favoreció el desarrollo del sector industrial. Se valoró el aprovechamiento de nuestros recursos naturales, empezando por el de la minería, que fue el principal motor de la economía hasta la instalación del gobierno del nacionalismo. De esta manera se empezó a recuperar la productividad, cerrando la década con un crecimiento anual promedio de 0.8%, después de la caída de la década anterior.
El siguiente cuadro, muestra el impacto de las reformas de Nueva Zelanda y del Perú, comparando algunos indicadores pre y pos reforma para cada país. Pero, además, nos permite apreciar la posición de Nueva Zelanda con respecto al Perú de hoy.
Lamentablemente, el Perú nunca completó su programa de reformas. Lo que, es más, desde el año 2000, con el gobierno de Paniagua, regresionamos, multiplicando las regulaciones estatales de las actividades productivas y llevamos el tema laboral al autodestructivo status de la mayor rigidez del mundo.
Una mirada al futuro
Nueva Zelanda ha sido visitada innumerables veces por misiones de muchos países de la tierra desde la década del 90s para evaluar el diseño, implementación y resultados de su gran reforma de Estado, uno de los mejores ejemplos de reformas exitosas. Como hemos manifestado en Lampadia, el Perú tiene la necesidad de re-emprender sus reformas, especialmente en lo laboral, en educación, institucionalidad, y clima de inversión, en todos los temas en los que Nueva Zelanda deslumbra a nivel mundial y tiene mucho que enseñarnos. Años después de la transformación de Nueva Zelanda, creemos que sería de extrema utilidad organizar visitas de estudio, del sector público y del privado, para recoger los elementos políticos y técnicos que hicieron posible el gran salto hacia la prosperidad de este país, que, en los próximos días, esperamos derrotar en las gestas futbolísticas. Lampadia