Conforme los países desarrollados avanzan apresuradamente en la vacunación de sus poblaciones y sus economías empiezan a mostrar mejores perspectivas de crecimiento en el corto y mediano plazo, el mundo emergente no va al mismo ritmo en su recuperación. Si bien la oferta global de vacunas sigue expandiéndose y estos países siguen cerrando contratos de adquisición, la precariedad institucional de sus sistemas sanitarios, así como el feroz avance de nuevas cepas más contagiosas – como en el caso de la India – inhiben una rápida inmunización de sus ciudadanos – y en consecuencia poca liberalización de sus actividades – limitando el impulso del empleo y la reducción de sus tasas de pobreza que han escalado a niveles alarmantes.
Sin vacunas no se puede superar la crisis económica.
Es en este contexto que la cooperación internacional tiene mucho que aportar. Un reciente artículo publicado por el reconocido economista Kenneth Rogoff de la Universidad de Harvard titulado “Ayudando al otro 66%” (ver artículo de Project Syndicate a continuación) apuesta por mayores iniciativas de apoyo de vacunas gratis hacia países de menores ingresos desde los países desarrollados, que en su visión, son costo-efectivas en tanto representan montos ínfimos en relación a los trillones de dólares que están destinando las economías avanzadas para sus vacunas, así como también las externalidades positivas que experimentaría el mundo una vez que el covid sea superado en estos países. Al respecto, propone potenciar la iniciativa COVAX, que ya viene aportando vacunas gratis en nuestro país, pero también extrapola esta propuesta para la creación de un banco de carbono de manera que los países en desarrollo cuenten con un fondo para luchar contra otra problemática importante, tan dejada a menos por la misma coyuntura: el cambio climático.
Hacemos un llamado a no desfallecer en la búsqueda de la cooperación internacional y a fortalecer el multilateralismo. No es posible salir de la tremenda crisis que nos vemos inmersos por la pandemia del covid, si no es con todo el apoyo posible que se pueda desde los países más desarrollados a los de tercer mundo. Lampadia
Ayudando al otro 66%
Abordar la desigualdad dentro de un país puede ser el imperativo político del momento. Pero abordar las disparidades mucho mayores entre países, especialmente las que afectan a las dos terceras partes de la humanidad que viven fuera de las economías avanzadas y China, es la verdadera clave para mantener la estabilidad geopolítica en el siglo XXI
Kenneth Rogoff
Project Syndicate
4 de mayo, 2021
traducido y comentada por Lampadia
Lo que es notable sobre el aumento del sentimiento nacionalista en el mundo desarrollado en los últimos años es que está ocurriendo en un momento en que muchos de los desafíos más urgentes de la actualidad, incluido el cambio climático y la pandemia de COVID-19, demandan fundamentalmente soluciones globales. Y la ira que se está gestando entre los ciudadanos de los países pobres en vacunas – básicamente, las dos terceras partes de la humanidad que vive fuera de las economías avanzadas y China – podría volver a perseguir al mundo rico demasiado pronto.
Los ambiciosos planes del presidente estadounidense Joe Biden para abordar la desigualdad en EEUU son bienvenidos, siempre que la administración logre cubrir los costos a largo plazo mediante impuestos más altos o un crecimiento más fuerte, sin duda dos grandes condicionantes. También lo es el esquema de la UE de próxima generación, más pequeño pero aún significativo, para ayudar a miembros de la Unión Europea como Italia y España que se han visto desproporcionadamente afectados por la pandemia.
El 16% de la población mundial que vive en economías avanzadas ha tenido una pandemia difícil, pero ahora espera una recuperación. China, que representa otro 18% de la población mundial, fue la primera gran economía en recuperarse, principalmente gracias a su mejor preparación para epidemias y una mayor capacidad estatal para contener el coronavirus.
Pero, ¿qué pasa con los demás? Como destaca el Fondo Monetario Internacional en sus Perspectivas de la Economía Mundial de abril, existe una peligrosa divergencia mundial. La horrenda ola de COVID-19 en India es probablemente un anticipo de lo que todavía está por llegar en gran parte del mundo en desarrollo, donde la pobreza se ha disparado. Es poco probable que la mayoría de los países regresen a sus niveles de producción antes de la pandemia hasta al menos finales de 2022.
Hasta ahora, el siglo XXI había sido una historia de puesta al día para el mundo en desarrollo, mucho más de lo que parecía probable en los años ochenta y noventa. Pero la crisis del COVID-19 ha golpeado a los países más pobres justo cuando el mundo rico está despertando al hecho de que contener tanto la pandemia como la inminente catástrofe climática depende enormemente de los esfuerzos de las economías en desarrollo. Eso sin mencionar la cooperación que probablemente se necesitará para contener a los grupos terroristas y los actores estatales rebeldes en un mundo que hierve por las desigualdades globales que la pandemia ha dejado al descubierto.
Para empeorar las cosas, gran parte del mundo en desarrollo, incluidos los mercados emergentes, entró en la pandemia con una deuda externa muy elevada. Las tasas overnight de política monetaria pueden ser cero o negativas en las economías avanzadas, pero promedian más del 4% en los mercados emergentes y las economías en desarrollo, y los préstamos a más largo plazo, del tipo necesario para el desarrollo, son mucho más costosos. Varios países, incluidos Argentina, Zambia y Líbano, ya han incurrido en incumplimiento. Muchos más podrían seguir cuando la recuperación desigual empuje al alza las tasas de interés globales.
Entonces, ¿cómo pueden los países más pobres pagar las vacunas COVID-19 y el alivio, y mucho menos la transición a una economía verde? El Banco Mundial y el FMI están bajo una enorme presión para encontrar soluciones y han estado haciendo un buen trabajo al menos al explicar el problema. Pero estas organizaciones carecen de la estructura financiera necesaria para hacer frente a desafíos de esta escala. A corto plazo, una nueva asignación de derechos especiales de giro (el activo de reserva del FMI) puede ayudar, pero este instrumento es demasiado tosco y está mal diseñado para usarse de manera rutinaria.
Las instituciones de Bretton Woods establecidas al final de la Segunda Guerra Mundial fueron diseñadas para actuar principalmente como prestamistas. Pero así como los países ricos dieron transferencias directas a sus propios ciudadanos durante la pandemia, se debe hacer lo mismo con las economías en desarrollo. Las deudas más altas solo agravarán los probables incumplimientos después de la pandemia, particularmente dadas las dificultades que implica determinar la antigüedad entre varios prestamistas públicos y privados. Jeremy Bulow de la Universidad de Stanford y yo hemos sostenido durante mucho tiempo que las subvenciones directas son más limpias que los instrumentos crediticios y, por lo tanto, preferibles.
¿Así que, qué debe hacerse? Para empezar, el mundo rico debe eliminar el costo de las vacunas para las economías en desarrollo, en parte mediante la financiación total de la iniciativa multilateral COVID-19 Vaccine Global Access (COVAX). El costo, en miles de millones de dólares, es insignificante en comparación con los trillones que los países más ricos están gastando para mitigar el impacto de la pandemia en sus propias economías.
Las economías avanzadas no solo deben pagar por las vacunas, sino también proporcionar amplios subsidios y asistencia técnica para administrarlas. Por muchas razones, entre las que se incluye el hecho de que habrá otra pandemia, esta es una solución más eficaz que apoderarse de la propiedad intelectual de los desarrolladores de vacunas.
Al mismo tiempo, las economías avanzadas que están preparadas para gastar trillones de dólares en el desarrollo de energía verde nacional deberían poder encontrar un par de cientos de miles de millones por año para respaldar la misma transición en los mercados emergentes. Esta asistencia podría ser financiada por impuestos al carbono, que idealmente serían intermediados por un Banco Mundial del Carbono, una nueva institución global enfocada en ayudar a los países en desarrollo a descarbonizarse.
También es importante que las economías desarrolladas permanezcan abiertas al comercio mundial, el principal factor que explica la menor desigualdad entre países. Los gobiernos deberían abordar la desigualdad en el país ampliando las transferencias y la red de seguridad social, no erigiendo barreras comerciales que perjudiquen a miles de millones de personas en África y Asia. Y esas personas también se beneficiarían de una expansión significativa del brazo de ayuda del Banco Mundial, la Asociación Internacional de Fomento.
Abordar la desigualdad dentro del país puede ser el imperativo político del momento. Pero abordar las disparidades mucho mayores entre países es la clave real para mantener la estabilidad geopolítica en el siglo XXI. Lampadia
Kenneth Rogoff, profesor de Economía y Políticas Públicas en la Universidad de Harvard y ganador del Premio Deutsche Bank en Economía Financiera 2011, fue el economista jefe del Fondo Monetario Internacional de 2001 a 2003