Fausto Salinas Lovón
Exclusivo para Lampadia
El lanzamiento del nuevo Cinturón y Ruta de la Seda por parte de Xi Yiping, presidente chino, puede ser un paso decisivo para consolidar el avance económico de ese país y su hegemonía comercial en el mundo. Implica inversiones por más de 1.4 billones de dólares en infraestructura en dos continentes inicialmente (Asia y Europa) y pretende llegar posteriormente a África, América Latina y Oriente Medio. Amplía las posibilidades de comercio con la China e incrementa su mercado. La apuesta de los herederos de Deng Xiao Ping por el libre comercio mundial, está dando frutos en un mundo en el cual las naciones que abogaban por el libre comercio (Estados Unidos e Inglaterra) han renunciado al liderazgo para contentar los intereses menores de su política doméstica.
Este importante paso en busca de la hegemonía económica china sólo es posible porque sus condiciones económicas ya le permiten jugar este partido global y haber reunido en Pekín a 150 países y a 37 jefes de estado para el lanzamiento de esta su iniciativa. Para llegar a esta posición han existido condiciones previas. Probablemente la más relevante es el cambio de su paradigma económico después del fracaso de Mao Tse Tung en el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural que empobrecieron y mataron a millones de ciudadanos chinos[i] convirtiendo en necesarias y legitimas las reformas de Deng Xiao Ping. Otra razón, desde nuestra perspectiva latinoamericana, fue ensayada por Alan García y tiene que ver con la personalidad única y la filosofía confuciana[ii], que explicarían las razones culturales de este avance. Niall Ferguson por su parte cree que tienen que ver con el hecho de que el Asia y en particular la China, que tuvieron la preponderancia en la antigüedad, han descargado en las últimas décadas la app correcta, la misma que descargo occidente a finales del Siglo XVII [iii] y que occidente ha dejado de usar verse asfixiada por las apps del welfare, la sobre regulación y el dirigismo colectivista que aplasta la capacidad creativa, la vocación por el trabajo, el sentido del esfuerzo, la iniciativa privada y porque no, la ciudadanía en su verdadero sentido: binomio de derechos a partir de obligaciones.
Otro factor relevante que hace posible la pretensión hegemónica china tiene que ver con el cambio de eje de la economía mundial, que ha pasado del Atlántico al Pacifico y en el cual, tienen un rol preponderante junto con la China, economías como las de Japón e India, que en función al PBI 2019 son 3 de 5 economías más grandes del mundo. El PBI del Asia Pacífico ha pasado de 500 billones a principios de los 90 a más de 2,000 billones en el 2018. Dicho de otro modo, la hegemonía China no hubiera sido posible sin los avances previos, de Hong Kong, Singapur, Taiwán, Japón y Corea del Sur, del avance subsecuente de economías derivadas del modelo chino como Malasia o Vietnam, que hoy hacen maquila de textiles, juguetes y artefactos, mientras la China ya domina la telefonía 5-G, fabrica aviones y ensaya proyectos espaciales.
Sin embargo, la pretensión hegemónica de la China puede quedar coja si este país, en su rol global, no comprende que el concepto de hegemonía es mucho más que un concepto económico. Es un concepto cultural. Y allí, China tiene que pasar de la propaganda a la actuación internacional ética.
Para asumir la hegemonía cultural mundial no basta colocar en las calles de Guangzhou o de Shang Hai carteles con los “socialists core values” donde se incluyen a la democracia, la libertad, la justicia, la equidad y el imperio de la ley. Hace falta comenzar a creer en ellos y, por lo menos en el plano internacional en el cual se pretende tener influencia, tomar distancia de naciones y sociedades en las cuales estos valores fundamentales son vulnerados cada día y donde los ciudadanos no tienen democracia, libertad, justicia, equidad ni imperio de la Ley. Sin coherencia en la prédica y exigencia de estos valores, todos ellos y en particular la integridad termina siendo solamente un producto chino de mala calidad.
La Hegemonía tiene entonces un componente ético. Tiene que ser moral, para ser tal.
Venezuela y en cierta medida Nicaragua son el paso que le falta a la China para pretender conseguir la hegemonía moral en el mundo.
Su posición cómplice con las atrocidades que los gobernantes de esos países perpetran contra los “socialist core values” despinta totalmente la pretensión china de influencia y hegemonía global. Sin embargo, el cambio de posición que adopte frente a estos países, en particular frente a Venezuela luego de las lapidarias conclusiones del Informe Bachelet que describen en ese país un genocidio atroz, puede ser el paso que le falta a China.
¿Habrá olvidado la China que la hegemonía mundial de los Estados Unidos, ahora tan devaluada, no se obtuvo por la difusión de las ventas de la General Motors, Coca Cola Company o International Petroleum en el mundo durante el siglo XX? ¿Creerán los chinos que basta con tener el control de las redes 5-G, la fabricación de celulares o el “made in china” en todo el mundo? Se equivocan. Sólo la defensa de la libertad, la justicia y los derechos humanos durante la primera y la segunda guerra mundial permitieron la hegemonía norteamericana y precisamente el abandono de estos propósitos en su política exterior por razones económicas explica su declive.
Para que la China pretenda tener la hegemonía mundial le hace falta dar por lo menos un paso: exigir que en Venezuela hayan “socialist core values”. Lampadia