CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia
La invasión rusa a Ucrania es un nuevo intento de un imperio, que se creía extinto, de incorporar por la fuerza a una nación que en oportunidades anteriores ha resistido, a un costo altísimo, a su disolución.
Luego que los bolcheviques asaltaron el poder en 1917, Ucrania tuvo un breve periodo en que se independizó. Pero en 1921 el ejército rojo la ocupó y fue convertida en una república soviética durante 70 años, hasta qué en 1991, cuando se disolvió la URSS pudo independizarse nuevamente. Hoy día está amenazada otra vez.
Un episodio de la historia de Ucrania, anexada como parte del imperio soviético, ha sido relatada por Anne Applebaum en “Hambruna roja: La guerra de Stalin contra Ucrania”.
A principios de la década de 1930 Stalin emprendió una campaña de colectivización forzosa del campo que fue resistida por los campesinos. La medida resultó en un desastre monumental en el que al menos 5 millones de personas murieron de hambre, de los cuales unos 4 millones eran ucranianos. Es decir, los habitantes de las tierras más fértiles de la Unión Soviética fueron los más perjudicados por la feroz política comunista de Stalin y sus secuaces.
Los ucranianos lo denominaron en ucraniano el “Holomodor”, de holod (hambre) y mor (exterminio).
No fue casualidad. Fue una política dirigida a doblegar a los ucranianos que, tres lustros después de la revolución, resistían todavía la imposición comunista.
Como precisa Applebaum:
“Mientras los campesinos morían de hambre en las zonas rurales, la policía secreta soviética arremetió contra la élite intelectual y política ucraniana. A medida que la hambruna se extendía, se lanzó una campaña de difamación y represión contra intelectuales, catedráticos, directores de museos, escritores, artistas, sacerdotes, teólogos, funcionarios y burócratas ucranianos.”
“La combinación de estas dos políticas—el Holodomor en el invierno y la primavera de 1933, y la represión de la clase intelectual y política ucranianas en los meses posteriores—dio lugar a la sovietización de Ucrania, la destrucción de su idea nacional y la castración de cualquier intento ucraniano de desafiar la unidad soviética.”
Y añade: “Raphael Lemkin, el jurista judeopolaco que acuñó el término “genocidio”, identificó la Ucrania de aquella época como el ejemplo clásico del concepto. ´Es un caso de genocidio; de destrucción no solo de individuos, sino también de una cultura y de una nación´.”
Y Applebaum termina, premonitoriamente, su libro advirtiendo: “El actual Gobierno ruso conoce de sobra esta historia. Al igual que en 1932, cuando Stalin le dijo a Kaganóvich que su mayor preocupación era ´perder´ Ucrania, el actual Gobierno ruso también cree que una Ucrania soberana, democrática, estable y unida al resto de Europa mediante vínculos culturales y comerciales supone una amenaza para los intereses de los líderes rusos. Al fin y al cabo, si Ucrania se vuelve demasiado europea—si consigue que parezca que se ha integrado con éxito a Occidente—, los rusos pueden preguntarse por qué no pueden hacerlo ellos.”
“El actual Gobierno de Rusia utiliza la desinformación, la corrupción y la fuerza militar para socavar la soberanía ucraniana como hicieron los gobiernos soviéticos tiempo atrás. Al igual que en 1932, las constantes menciones a la “guerra” y a los “enemigos” siguen resultando útiles para los líderes rusos, que no pueden explicar el estancamiento del nivel de vida ni justificar sus privilegios, su riqueza y su poder.” Lampadia