El gobierno de Enrique Peña Nieto atraviesa por un momento complicado. La desaparición de los 43 estudiantes normalistas en Ayotzinapa (Iguala en el Estado de Guerrero) ensombrece un mandato que despertó el entusiasmo de importantes analistas y publicaciones internacionales y fortalece la resistencia de las mafias afectadas por sus reformas. La revista Time, por ejemplo, calificó a México como “el nuevo mercado emergente de moda”. La publicación apuntaba que a pesar de que “sus desafíos son complicados: un narcotráfico poderoso y organizado, una corrupción galopante y atrasos sociales considerables. El presidente y su equipo de reformadores han logrado poner en marcha un paquete de reformas cruciales, destinadas a transformar el país y colocarlo en una posición expectante en el concierto global”.
Algunas de estas reformas son: revolución educativa, de telecomunicaciones, bancarias, fiscales, políticas y energéticas. Afectan a los intereses ligados a las fuentes de corrupción enquistadas en la educación pública, la baja productividad del monopolio petrolero estatal y los monopolios privados y el abuso de posiciones de dominio en los negocios de telecomunicaciones, televisión y banca. Están diseñadas para desideologizar la gestión de gobierno y modernizar el país. Ver Lampadia (L): La Nueva Misión de México.
Tales transformaciones parecían imposibles. Aún así, Peña Nieto las emprendió dando pruebas de gran destreza política. Andrés Oppenheimer definió bien esta cualidad: “De todas las cosas que pasaron en Latinoamérica el 2013, lo que podría tener el impacto más positivo es el Pacto por México de los tres principales partidos políticos mexicanos”. Ver en (L): México, capaz de lo políticamente imposible.
Como señala el Time: “Peña Nieto se presenta como un reformista nuevo y joven, pero es un producto de la elite gobernante que ayudó a llevar a México al borde de la ruina. Tanto su tío como su padrino fueron gobernadores del estado de México, un puesto que él mismo asumió en 2005 cuando tenía 38 años. Es miembro del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó el país durante 71 años —a menudo con la ayuda de resultados electorales considerados fraudulentos— hasta que perdió del poder en el año 2000. Peña Nieto resucitó al PRI prometiendo resultados audaces y tangibles a un país en gran medida resignado a la corrupción y la estasis. Peña Nieto prometió reformar el sector energético, manejado por el Estado, y el sistema tributario, y contener la brutalidad de la guerra del narcotráfico”.
El presidente ha ido adelante con la reforma educativa, encarceló a Elba Gordillo, líder del poderoso Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Además puso en marcha la reforma energética y tributaria. Pero el tema del narcotráfico y la violencia asociada a él, no llega a tomar cuerpo. En un reciente editorial titulado «From bad to worse» (De mal en peor), The Economist señala que esta es la peor crisis de la administración de Peña Nieto. En el artículo indica “se ha centrado únicamente en materia económica, pero este enfoque no ha hecho que los niveles de extorsión y secuestro hayan disminuido, a pesar de haber reducido un poco los niveles de violencia”. Agrega, que su imputada inacción “ante el caso de Ayotzinapa, es un símbolo de la falta del gobierno federal en poner el tema de seguridad como una prioridad”.
Pareciera que se está juzgando con apuro y excesiva severidad a Peña Nieto. La enorme inseguridad que sufre México no es responsabilidad de su gobierno y, está claro, que no podrá erradicarse de la noche a la mañana a los cárteles de narcotráfico que están fuertemente enraizados en la política, economía y sociedad mexicana; cuya estructura de gobierno federal, introduce una mayor dificultad para un liderazgo efectivo desde el gobierno central.
Como bien ha señalado Enrique Krauze en su artículo México Bárbaro: “La espantosa masacre de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa ha provocado una indignación social sin precedente desde 1968. Es una reacción justificada y natural. Dada la historia remota y reciente de Guerrero, la tragedia tenía fatalmente que ocurrir, lo extraño es que no ocurriera antes y que las diversas instancias de gobierno no la previeran y evitaran (…). [Los narcos están arraigados en este estado debido a]: una geografía accidentada (intrincadas e incomunicadas serranías), una ancestral cultura de violencia, una sociedad resentida por las secuelas de la guerra sucia y tan pobre —en algunos sitios— como las zonas más depauperadas del África. Pero algo más atrajo irresistiblemente al crimen organizado: la corrupción política. En muchos municipios de Guerrero (y del país) los presidentes municipales y sus aparatos policíacos [dependientes de los municipios], cobijan a los señores del narco, se asocian con ellos o, en algunos casos (como en Iguala), son ellos. En Guerrero, el Gobierno estatal del PRD, que lleva casi diez años al mando de la entidad, contempló este vínculo de la política con el crimen sin inmutarse (eso en el mejor de los casos). El poder federal fue, cuando menos, omiso e ineficaz. Y el Ejército, que tiene una base importante cerca de Iguala, inexplicablemente dejó que la alianza perversa asentara sus reales”.
En el caso de Iguala, el PRD de Cuauhtémoc Cárdenas es el principal responsable. De hecho, Abarca, el alcalde acusado (y quién a todas luces ordenó la matanza) de la desaparición de los estudiantes postuló por este partido izquierdista. Hoy el PRD está totalmente desacreditado.
Peña Nieto, no es responsable directo de lo ocurrido en Iguala, pero siendo el Presidente de la República, y dada la magnitud de la indignación ciudadana, no podía evitar ser salpicado. Además, como aparentemente no se compró el tema oportunamente y con suficiente energía, ha sido tomado como un símbolo de lenidad, hábilmente aprovechado por los enemigos de sus reformas, sobre todo los vinculados a los antiguos círculos de corrupción.
Lo lamentable es que si no logra superar este problema, puede perder legitimidad para seguir profundizando o mantener sus reformas. Peña Nieto ha dado pruebas de ser capaz de crecerse ante la adversidad y se espera que pueda superar este momento y liderar una lucha inteligente contra la violencia. Si alguien tiene las condiciones para hacerlo es él. Por el bien de este gran país y el de todo Latinoamérica, esperamos que nuestro socio en la Alianza del Pacífico, tenga éxito. Lampadia