España y Polonia: dos naciones, dos destinos. Ambas sufrieron la marginación de sus pares europeos, las dos sufrieron largas dictaduras que las empobreció y eliminó la libertad de sus ciudadanos. Posteriormente, ambos se integraron a la Unión Europea (UE), aunque con casi dos décadas de diferencia. Primero España en 1985 y luego Polonia en el 2004. A pesar de esta aparente desventaja en el tiempo y del mayor tamaño de la economía española, Polonia muestra hoy una salud financiera envidiable en comparación con la hispana (ver en Lampadia (L): Polonia la nueva estrella europea). ¿A qué se debe esta situación? Todo nos indica que tiene mucho que ver con la cultura, las actitudes y responsabilidad con que enfrentaron la reconversión de sus países.
Repasemos las diferencias de sus modelos. Tras ingresar a la UE, la economía ibérica tuvo un rendimiento espectacular, (se reputó como el milagro español). Del 85 al 89, duplicó su PBI (pasó de US$ 164,250 millones a US$ 379,360 millones), al igual que con su PBI per cápita (de 4,290 a 9,330 dólares). Este fenómeno estuvo impulsado por el incremento de la inversión extranjera directa (que pasó de 1.4% al 6.6% del PBI) y al acceso a mayor y mejor crédito internacional. Se modernizó su industria, que tenía uno de los records de fallas de producción más altos del mundo (reprocesaban hasta el 30% de sus productos), sus campos se hicieron más productivos y se integraron al mundo y floreció la industria sin chimeneas del turismo, que explica más de un tercio de su PBI.
Sus problemas estructurales empezaron con la creación del Euro, que les dio acceso a financiamiento a costos alemanes sin rigurosidad fiscal y la adecuada evaluación de sus inversiones, las cuales se multiplicaron sin límites. Luego, la crisis financiera mundial del 2008, evidenció sus debilidades: unas regionalización (autonomías) sin cuidados fiscales (gastadoras), un sistema financiero (las famosas Cajas) sobreexpuesto, un Estado de Bienestar regalón y sobre endeudado, inversiones inmensas e improductivas (un aeropuerto moderno donde nunca aterrizó un avión), un gobierno irresponsable e irrealista (“¿cuál crisis?”), que no quiso asumir la realidad y corregir el camino. El resultado fue la bancarrota, sobreendeudamiento generalizado y niveles de desempleo que solo entran en los libros de ficción con un desempleo juvenil que llegó al 56%.
Como dice Xavier Sala-i-Martín: “por mucho que el gobierno dé las culpas a la situación financiera internacional, la crisis española es made in Spain. Cuando España era un país pobre, basó su crecimiento en productos baratos porque los salarios (…) eran bajos. A medida que crecía, los salarios subían y la competitividad desaparecía. Al no poder competir vendiendo productos más baratos que los demás, España tenía que innovar. Pero nunca lo hizo. En lugar de ello, intentó perpetuar la situación contratando a inmigrantes pobres, cosa que no hacía más que retardar las reformas (…). Las empresas no tenían incentivos a invertir en tecnología o transformarse hacia actividades de mayor valor añadido.
“La burbuja inmobiliaria también contribuyó a que no se hicieran reformas. Por alguna razón se generalizó la idea de que la vivienda era una inversión segura (…). Entre un 15 y un 19% del crecimiento español llegó a depender de la construcción (4% en EEUU). (…) Mientras las cosas iban bien, nadie veía la necesidad de llevar a cabo las dolorosas reformas que habrían fomentado la innovación. Pero ahora que ha acabado el boom de la construcción: ¿exactamente qué producirá España? Silencio sepulcral”.
Es decir, como bien señala Sala-i-Martín, España vivió una gran FIESTA y evitó hacer las “dolorosas reformas” que la hicieran más competitiva. “En los últimos diez años, hemos perdido un 36% de competitividad con respecto a Alemania (…)” asegura el economista Víctor Herráez.
¿Y por qué es poco competitiva España frente a sus socios europeos? Entre otras razones, señala Herráez por el mercado laboral, la elefantiásica burocracia, la nula inversión en capacitación y los escasos niveles educativos. El mercado de trabajo, “para resumirlo es de locos, la fuerte importancia política de unos sindicatos de clase anclados en el tiempo y cuya única función es proteger los derechos adquiridos en el pasado, está dificultando la incorporación al mercado de los trabajadores “marginados” entre los que se encuentran nuestros jóvenes (…)”, indicó Herráez.
Polonia en cambio, resistió el embate de la crisis mucho mejor. Antes de ingresar a la UE efectuó una profunda reforma de su mercado laboral calificado por algunos como “demasiado drástica”. Como indican los expertos españoles Natalia Micó y Juan Manuel García, “una de las claves de esta transformación ha sido la libertad de contratación por parte las instituciones públicas y privadas, las cuales hoy por hoy, pueden tomar decisiones libremente de número de empleados, salarios, financiación, beneficios, reparto de dividendos, etc.(…).
No se puede dejar de destacar que cuando Polonia ingresó a la Comunidad, no fue víctima de ningún complejo de superioridad, y copió 80,000 hojas de normas europeas, las tradujo y puso en vigencia, elevando su nivel de institucionalidad, escapando así de la desgraciada herencia soviética. Ver en L: Polonia es el niño dorado de Europa
Y no solo eso, sino que “otras reformas en el mercado laboral de Polonia han sido los diferentes planes y programas de formación continua dirigidos a aumentar la capacitación de sus trabajadores”. Ver en L: La Capacitación produce milagros.
Sobre educación, Herráez sostiene: “Me gustaría recordar también que una parte de nuestros problemas radican en la falta de preparación de nosotros mismos, como ciudadanos de un país llamado España, con un nivel educativo bajísimo, fruto de políticas erróneas y que se caracteriza por su autismo provinciano, a modo de ejemplo el nivel de españoles que dominan un segundo idioma tan importante como el inglés, es de una tercera parte con respecto a países como Alemania o Bélgica, Holanda y Luxemburgo, finalmente destacar la falta de programas importantes que relacionen eficazmente nuestras universidades con el sistema empresarial”.
Efectivamente, los resultados en las pruebas PISA de los estudiantes españoles está por debajo de la media de la OECD en matemáticas y compresión de lectura. Todo lo contrario de lo que sucede con Polonia. Como hemos señalado en Lampadia, entre 1998 y 1999, se dio impulso a una Reforma Educativa para elevar el número de estudiantes en secundaria y universidades y mejorar sustancialmente la calidad.
Los resultados no tardaron en llegar en las pruebas PISA. Si bien el año 2000 no fue el mejor, para el 2003 habían subido más de 10 puntos, y para el 2006 superaron el promedio de los países de la OECD. ¡En solo seis años lograron una mejora extraordinaria! Hoy pueden enorgullecerse de tener una de los 10 mejores niveles educativos del mundo. España, sigue a media tabla.
Habría que señalar entonces, que la diferencia estuvo en las decisiones políticas. Mientras España se conformó con sus éxitos iniciales, y desestimó la necesidad de asumir las reformas estructurales que hubieran afianzado su productividad y competitividad. En Polonia en cambio, con una cultura más austera, entendieron que el camino de la prosperidad exigía esfuerzos continuos y sacrificados.
Lamentablemente en el Perú, suspendimos nuestras reformas en el año 1997, y en el nuevo siglo terminamos por desandarlas. La fuerza del país, su gente, sus recursos, el regreso de la inversión privada generaron un circuito virtuoso también extraordinario. Pero esto, no fue nunca entendido por nuestro mundo político, académico y mediático, que siguió considerando al Perú desde una visión parroquial.
Las lecciones para el Perú son claras: Se necesita un auténtico liderazgo, el que esperan nuestros jóvenes, un consenso político para enfrentar nuestra agenda pendiente y seguir ambicionando el desarrollo integral y duradero. Lampadia