Alejandro Deustua
9 de abril de 2025
Para Lampadia
Las medidas proteccionistas desiguales y generalizadas impuestas a todos los socios de Estados Unidos (superiores, en promedio, al nivel arancelario de la ley Smoot Hawley, precursora de la recesión de los años 30 del siglo pasado -Krugman-), han quebrado lo que quedaba del orden comercial internacional. Además, ha iniciado una guerra comercial, incrementado tendencias inflacionarias y recesivas a nivel global y convulsionado los mercados bursátiles y de commodities.
Si bien es cierto que los principios de no discriminación (la base del comercio libre y justo) y de la Nación Más Favorecida (que dispone que los beneficios que se otorguen a un país deben poder ser aplicados a los demás) no venían siendo plenamente respetados, su desconocimiento explícito por la potencia que los patrocinó ha cuestionado esencialmente al régimen que los norma (la OMC sustentada en el GATT) sin proponer ni su reforma ni su sustitución.
El establecimiento de un piso de 10% para todos complementado por un enorme abanico de aranceles diferenciales cuya reducción se negociará bilateral e inciertamente, no dejan dudas sobre esa vulneración.
Trump sustenta ese ejercicio arbitrario del poder de Estados Unidos en necesidades e ilusiones (reducir el déficit comercial, reindustrialización, abuso de terceros). Y también en suposiciones de “emergencia nacional” extrapolando ilegalmente el alcance de la norma interna que permite al Ejecutivo reemplazar al Congreso en la adopción de medidas de seguridad económica en casos referidos a esa “emergencia”. Pero ésta no existe.
Lo que existe es un déficit comercial (que se explica mejor por fuerte demanda interna e insuficiente inversión), obstáculos al comercio que podían negociarse sin extorsión (Summers) y una competencia sistémica por el poder económico que Trump desea cancelar recurriendo a la destrucción del orden comercial y a la agresión de aliados, socios y contrarios por igual.
Ello no podía quedar sin respuesta la que, lamentablemente, ha derivado en una guerra comercial probablemente prevista por Trump. Ésta se va desarrollando por etapas.
En guerra abierta ya se encuentran China en confrontación que escala peligrosamente muy por encima del 34% inicial impuesto mutuamente sin límite a la vista.
La Unión Europea ya aprobó un primer paquete de 25%.
En guerra parcial se encuentran países como Canadá que ha anunciado una retaliación inicial de US$ 35 mil millones de dólares canadienses y otra de 25% a un sector de la industria automotriz norteamericana mientras se reserva otro monto pendiente de una negociación bilateral.
Otro grupo de países están también a la espera de una negociación bilateral al tiempo que cuentan ya con una batería retaliatoria.
En un tercer grupo se encuentran países que desean negociar sin anuncios de retaliación.
Y en un cuarto grupo se encuentra estados como el Perú que apenas han solicitado clarificaciones sobre la aplicación de aranceles cuando existen acuerdos de libre comercio vigentes.
En relación a este escenario el FMI ha solicitado moderación a las partes advirtiendo sobre “riesgos significativos” a la perspectiva de la economía global en tiempos de bajo crecimiento y de alta incertidumbre. Y el FED, que destaca escenarios actuales de mayor desempleo e inflación, anuncia la necesidad de “anclar” esta última tendencia mientras evalúa el impacto de las medidas arancelarias.
Mientras tanto, la generación de extraordinaria incertidumbre global se refleja en fuerte caída de los mercados bursátiles y de commodities.
La bolsa de Nueva York se ha aproximado a simas comparables con las crisis de 1987, 2008 y del Covid (al rebote subsiguiente siguió otra caída y la afectación del mercado de bonos) sin que ello preocupe al Trump (TE) ni a su Secretario de Estado quien afirmó en Bruselas que los mercados se ajustarán mientras la economía norteamericana permanece saludable. Ésta insensible afirmación no desea tomar en cuenta el impacto de las medidas en los mercados europeos, asiáticos y latinoamericanos (el valor de las empresas listadas en la Bolsa de Valores de Lima se redujo extraordinariamente el lunes pasado -Gestión-).
La reacción diplomática peruana a esta dramática situación ha sido de minimis en aras de la prudencia.
Pero si retaliar no es posible por carencia de poder suficiente y cooperar en asuntos de seguridad trasnacional está muy bien, no reclamar para no generar consecuencias peores (teniendo un TLC con desgravación de casi 100%), no dar cuenta de la vulneración de los principios que rigen el comercio multilateral (disrupción que sí ha sido destacada por México cuyo ejemplo se sigue) o no subrayar los riesgos económicos a la vista sí que es imprudente especialmente cuando se agrega voluntaria subordinación a una relación asimétrica.
Por lo demás, ello resta sostenibilidad a cualquier posterior recomposición del comercio multilateral o plurilateral al tiempo que se evidencia la imposibilidad de lograr una posición mínimamente concertada con socios de acuerdos de integración regionales.
La arbitrariedad del poder ejercido por Trump se amplifica con la aceptación de la misma para intentar retornar a la situación pre-existente.
En ese marco la muy reciente suspensión de aranceles de 10% por 90 días a los países que no retaliaron debe entenderse menos como una recapacitación norteamericana que como una forma de liberar presiones frente a las retaliaciones de las mayores potencias.
Lampadia