«Tenemos un bloqueo financiero contra Venezuela para impedirnos acceder a financiamiento que necesitamos para superar parte de la merma del ingreso petrolero (…). Las empresas calificadoras de riesgo han puesto el riesgo país como el más alto del mundo. Tenemos más riesgo país que países que están en guerra», se quejaba el presidente Venezolano, Nicolás Maduro.
Lo que no entiende o esconde Maduro en esas declaraciones es que la responsabilidad de esa situación es enteramente suya y de Hugo Chávez. Utilizando la vieja argucia de culpar de todos sus males a los supuestos “enemigos” del pueblo venezolano, esconde su incompetencia y el despropósito del socialismo.
Venezuela empleó el nacionalismo y la prédica de una supuesta justicia social para instaurar: el autismo económico, el acoso a la inversión nacional y extranjera, la estatización de las empresas, control de precios, el aumento de las trabas burocráticas, la cooptación política a través de programas sociales y para financiar un descabellado intervencionismo en la región. Además, financió con soltura a regímenes que seguían sus mismos lineamientos (Ecuador, Nicaragua, Bolivia y Argentina) y a su patrón político, Cuba. Este “sistema” en realidad estaba sustentado en una sola cosa: la exportación de petróleo que durante más de una década tuvo un precio espectacular. (Ver en Lampadia (L): Argentina y Venezuela, populismo económico y corrupción)
Venezuela es hoy, gracias a Chávez, absolutamente dependiente del petróleo: el 96 por ciento de sus exportaciones vienen de esta industria extractiva y casi todo lo que consumen se importa.
Por si fuera poco, han perdido más de un tercio de su producción y otra buena parte la tienen comprometida para servir sus deudas (China) y seguir apoyando a sus patrones cubanos. (Ver en L: El balance de la caída de los precios del petróleo).
Por eso al enterarse que el precio del petróleo descendía hasta bordear los casi 60 dólares, con la mirada y la voz de la derrota, Maduro, advertía que el precio del petróleo podía seguir bajando. «Lo llevamos en 61 dólares hoy (el precio del crudo local) (…) Había subido dos dólares y volvió a bajar a 61, y puede ser que baje un poco más», reconoció en un acto televisado. La desesperación de Maduro ante esta situación desnuda la farsa del “modelo” económico y social que Hugo Chávez denominara “socialismo del siglo XXI”. El lloriqueo de Maduro pretende exigir que el precio del crudo regrese a por lo menos 100 dólares el barril. Sus intentos por que la OPEP recorte la producción para incentivar un alza fueron infructuosos.
Si bien la caída del precio del petróleo golpeará fuertemente a Venezuela, su economía ya estaba en crisis antes de esta coyuntura. Muestras de ello eran la acuciante escasez de alimentos y bienes básicos, sus elevadísimas tasas de inflación (una de las más altas del mundo), su absurdo déficit fiscal (para un país petrolero) y el incremento de su deuda externa.
“La economía de Venezuela se encuentra agonizando”, según The Economist. La inflación interanual en agosto habría sido del 63.4%, aunque el semanario asegura que esta ya alcanza los tres dígitos, el crecimiento del PIB se ha estancado, los bienes básicos escasean, los compromisos de pago de la deuda están a la vuelta de la esquina.
Según el analista venezolano Miguel Ángel Santos “el Banco Central no publica la inflación desde hace ya dos meses. (…) Los alimentos habían subido nada menos que 89% en doce meses. No sabemos aún nada de la balanza de pagos, publicada por última vez en septiembre de 2013. Tampoco del crecimiento, aunque se dice que nuestra actividad económica habría caído en 4%. (…) ha llevado el déficit consolidado del sector público hasta 22% del PIB. Hoy en día un dólar en el mercado paralelo cuesta 25 veces más que el dólar oficial”.
A pesar de la situación económica del país y de la profunda erosión de la imagen de Maduro, The Economist considera difícil que el régimen pierda el poder y mucho menos a manos de la oposición. «La Mesa de la Unidad Democrática es una alianza que se encuentra muy dividida. (…) Muchos de sus simpatizantes se muestran reacios a acudir a las urnas porque no confían en el sistema electoral, porque opinan que está controlado y manipulado por el actual Gobierno [que instaló el voto electrónico]», concluye el semanario.
Los chavistas parecen cerrar filas y endurecer su posición. Solo así se entiende que haya sido encausada una de las líderes de la oposición, la defenestrada diputa María Corina Machado acusada delirantemente de un intento de asesinato a Maduro. Y que, además, se mantenga en prisión, incomunicado y torturado, a Leopoldo López. (Ver en (L): Idea, Fuerza y Lealtad).
La eventual caída del régimen chavista, afectaría los intereses de Cuba, que sin disparar una bala se hizo del control casi absoluto de Venezuela, la cual ha sido su único sustento en los últimos años, hasta el reciente “regreso” de su antiguo padrino: Rusia.
En paralelo al desastre económico, Venezuela se ha convertido en el país más corrupto del mundo. Chávez y su banda instauraron una dictadura con la que se apoderaron de la caja grande venezolana, PDVSA, y de todas las instituciones del país. Los niveles de corrupción son dantescos y es presumible que los responsables de la catástrofe defiendan duramente su posición.
Además, Venezuela cuenta con la vergonzosa complicidad de todo Latinoamérica, especialmente de Brasil. No solo no se han cuestionado las prácticas antidemocráticas del chavismo, recientemente se le ha regalado un sitio en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Ya es hora que los latinoamericanos respaldemos los esfuerzos del pueblo venezolano que exige democracia y bienestar. Lampadia