Lamentablemente, en los últimos años, el número de ataques terroristas han aumentado en diversas partes del mundo. Eventos como el ataque en Charlie Hebdo, París, Bruselas, Orlando, Niza y Alemania nos muestran una triste realidad: el terror ha aumentado y se ha globalizado con diversas consecuencias. La creciente frecuencia e intensidad de los atentados de origen radical, así como los nuevos objetivos civiles generan conmoción en los ciudadanos. La respuesta social al incremento de la inseguridad, vinculado a los ataques terroristas, ya está provocando una mayor influencia de los partidos de corte nacionalista o radical.
En palabras de Moisés Naím, “el más sorprendente de los datos sobre el terrorismo jihadista en Estados Unidos es que, desde el 11 de septiembre de 2001 hasta hoy, sólo 45 personas fueron asesinadas por terroristas islamistas en ese país. En comparación, en Bruselas los terroristas se cobraron 31 vidas en un solo día y los ataques de noviembre pasado en París mataron a 130 inocentes. En 2014 hubo un total de 37,400 asesinatos perpetrados por terroristas en todo el mundo.”
Estas terribles cifras son reforzadas con el último informe de Europol (Oficina Europea de Policía), el cual afirma que “seis de los 28 estados miembros de la Unión Europea (UE) fueron objetivo de hasta más de 200 atentado terroristas en 2015”. Asimismo, indicó que desde comienzos de 2016 se evidencia un notable incremento en agresiones de esta índole, con marcado predominio en naciones como Francia y Bélgica.
El informe en cuestión se centra en el análisis de un 2015 que marcó el inicio de un alza en amenazas por grupos extremistas o individuos radicalizados en el mundo y las consecuencias de esas acciones terroristas son devastadoras. Probablemente una de las consecuencias más importantes y mediáticas de los últimos dos años es la enorme crisis migratoria que está transformando la realidad económica, social y política de Europa. Pero también tiene impactos en el gasto público, la seguridad, los viajes, la convivencia, la integración dentro y entre países y moldean las agendas geopolíticas.
La crisis migratoria específicamente está produciendo en Europa un fenómeno irreversible, que se estima, seguirá agravándose en el próximo futuro, como lo describió y auguró Arturo Pérez-Reverte, ver en Lampadia: Los godos del emperador Valente:
“A ver si nos enteramos de una vez: estas batallas, esta guerra, no se van a ganar.
Europa o como queramos llamar a este cálido ámbito de derechos y libertades, de bienestar económico y social, está roído por dentro y amenazado por fuera. Los ‘godos’ seguirán llegando en oleadas, anegando fronteras, caminos y ciudades. Cuando esto ocurre hay pocas alternativas, también históricas: si son pocos, los recién llegados se integran en la cultura local y la enriquecen; si son muchos, la transforman o la destruyen. No en un día, por supuesto. Los imperios tardan siglos en desmoronarse.
No hay forma de parar la Historia. Mucho quedará de lo viejo, mezclado con lo nuevo; pero la Europa que iluminó el mundo está sentenciada a muerte. Ni ustedes ni yo estaremos aquí para comprobarlo. Nosotros nos bajamos en la próxima estación”.
Las consecuencias de esta migración ya están aquí. Alemania recibió a más de 1 millón de refugiados en 2015, lo cual ha generado una inmensa presión interna sobre Angela Merkel, el canciller alemán, a cerrar las fronteras de su país a los nuevos inmigrantes. Incluso antes de los ataques de París (2015), Suecia, que ha recibido a más inmigrantes per cápita que cualquier otro país de la UE) había anunciado un cierre parcial de sus fronteras a nuevos refugiados, aunque sea como una medida temporal.
Quizás el caso más reciente es el Brexit, donde la mayoría de la población del Reino Unido votó por separarse de la Unión Europea. Una de las razones principales fue la desconfianza de los ingleses ante la laxitud de los europeos a la hora de aceptar inmigrantes. Cada vez existe un mayor impulso para aumentar el control del Estado en materia de seguridad, además de fomentar un mayor nacionalismo como rechazo a la amenaza de la inmigración, especialmente por miedo a ISIS y cualquier otro ataque terrorista. Ver en Lampadia: Entendamos los factores que impulsan el Brexit.
Y no podemos dejar de mencionar el peligro que acecha al planeta ante la posibilidad de que Donald Trump sea elegido como presidente de EEUU, quien se aprovecha de los miedos de la población para obtener más votos. Múltiples veces ha prometido que, si llega a la Casa Blanca, aumentará las barreras a la immigración. Ver en Lampadia: En un momento difícil el mundo opta por los peores líderes.
Además, todo esto ha debilitado la presencia de EEUU en el mundo y la imagen de Barack Obama, quien es criticado duramente por su inacción contra los ataques terroristas, especialmente en lo correspondiente a ISIS. Trump mismo lanzó una serie de tuits en los que exigió al presidente Obama que reconozca que la masacre de Orlando se trató de un acto de terrorismo islámico: «¿Va el presidente Obama finalmente a mencionar las palabras terrorismo radical islámico? Si no lo hace debería renunciar», aseguró en su cuenta de Twitter.
El peligro de ISIS es mayor a cualquier amenaza terrorista, es un fenómeno nuevo y más complejo. Se ven como una nación. Como Graeme Wood describió en un artículo del Atlantic, «rechazan la paz por principio; tienen hambre de genocidio; su visión religiosa es totalmente incompatible con cierto tipo de cambios, que incluso podrían garantizar su supervivencia, y se considera a sí mismo un heraldo –y jugador fundamental– del inminente fin del mundo.» Además, usan su control del territorio y recursos para promover esos principios básicos a través de la creación y la difusión de una propaganda con una crueldad nunca antes vista. Al-Qaeda grabó de vez en cuando unas decapitaciones individuales, pero ISIS publica videos de la decapitación de 21 cristianos en una sola sesión.
Todos estos crueles actos han tenido repercusiones en el mundo. Los recientes atentados en Francia y Bélgica, las matanzas en EEUU, el alzamiento de los partidos nacionalistas en varios países o el reciente intento golpe de Estado en Turquía nos deben hacer reflexionar sobre los cambios a los que se enfrentan los ciudadanos de occidente. Evidentemente, el desorden desquiciante del que habla Pérez Reverte, ya está en el día a día.
Las economías occidentales están basadas en la estabilidad política que garantiza un sistema democrático asentado en la protección de las libertades y el fomento de la economía de libre mercado.
¿Qué se está haciendo para superar este proceso de múltiples raíces y consecuencias?
¿Qué se puede hacer?
En algunos momentos de crisis, la humanidad recurrió a grandes conferencias mundiales que lograron movilizar a lo mejor de sus capacidades en personas e instituciones que se abocaron a reflexionar y diseñar algunas soluciones ante los grandes retos que tenían por delante.
Este parece ser un momento que reclama una reacción global, que permita empecemos a hilvanar una estrategia efectiva para coordinar esfuerzos que contrarresten la amenaza de ISIS, los impactos negativos de la ola migratoria y los peores desarrollos políticos extremistas. Este esfuerzo debería dar tranquilidad y esperanza a los ciudadanos del mundo libre. El vacío actual de planteamientos amplios y sólidos, está permitiendo que se apoyen socialmente las peores respuestas que se multiplican desde el lado de los extremismos nacionalistas y populistas. Creemos que es la hora de convocar a una gran conferencia global por el orden y la paz del mundo.
Lampadia