Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
Qué pena da que las izquierdas latinoamericanas, además de no haber aprendido historia, ni entendido los elementos básicos de economía, que demuestran las relaciones causa-efecto entre las economías de mercado y la prosperidad de sus pueblos, tampoco hayan entendido la esencia filosófica de la democracia.
En una verdadera democracia no hay, ni puede haber semidioses o sus representantes, que se atrevan a blandir falsas señas de superioridad y/o ridículos reclamos de autoridad moral.
La reciente experiencia chilena con su proceso constituyente es un ejemplo de lo desandadas que andan nuestras izquierdas. Durante el proceso de diseño de la nueva constitución, actuaron con soberbia, apabullando a los que pensaban distinto a ellos. En la derrota, se mostraron resentidos, descargando sus limitaciones en los ciudadanos que no votaron por ellos. ¡Patético!
Hay que saber ganar y saber perder. Nuestras izquierdas no saben ni lo uno ni lo otro.
¡En la derrota, dignidad!
¡En la victoria, humildad!
Veamos la nota de Juan Lagos de la Fundación para el Progreso:
Malos perdedores
Fundación para el Progreso – Chile
Juan. L Lagos
Publicado en Emol
13.09.2022
A nadie le gusta perder, qué duda cabe. Competir nos exige un compromiso con la victoria. Por lo tanto, aunque la derrota sea siempre una posibilidad, es como si no lo fuera en la mente de quien se entrega por entero a ganar. Aunque por esto último sea comprensible la incomodidad que causa la derrota, hay reacciones provenientes de este fastidio que no tienen ni la más mínima justificación. No faltan quienes, no conformes con perder en un desafío, terminan perdiendo la cordura y las formas más elementales de convivencia.
Fue el caso de aquellos que no encontraron mejor forma de canalizar sus frustraciones pos-plebiscitarias que atacando de forma vil a ciertos sectores de la población que se plegaron de forma categórica en contra del proyecto de la nueva Constitución.
Curiosamente, durante la campaña, los que ahora son objeto de descalificaciones, eran la supuesta razón que llevaba a algunos a defender con fuerza el “Apruebo”. Así, mientras antes muchos afirmaban que el cambio de Constitución se hacía en favor de los menos privilegiados, luego de que los resultados indicaran que el “Rechazo” venció por una diferencia de más del 50% en las comunas más pobres del país, no fueron pocos los que sacaron a relucir su clasismo.
Entre ellos, la exconvencional Natividad Llanquileo, quien dijo que no justificaba a las ‘poblaciones’ que se sentían ‘condominios’, como si el vivir en un barrio te obligara a votar de una determinada forma. Petorquinos, mapuches, ancianos y presidiarios no corrieron mejor suerte.
Pero el determinismo no es el único problema de quienes pasaron del amor al odio a ciertos sectores de la población apenas supieron los resultados del domingo.
Los que se preocupan de ciertos grupos menos favorecidos solo en la medida en que estos acepten ser ayudados por ellos deberían cuestionarse por el verdadero móvil de su actuar político:
¿Qué es lo que verdaderamente los mueve?
¿Superar las dificultades que tienen ciertas personas o que estas lisa y llanamente se limiten a hacerles caso?
Es obvio que todos contestarían que su razón de estar en política sería la primera; sin embargo, sus ataques irracionales y vehementes en contra de aquellos desfavorecidos que no los tienen en cuenta demostraría que es la segunda.
Quien no es noble en la derrota, pierde dos veces. Séneca afirmó que el sabio nada podía perder porque su único bien es su virtud y esta no aumenta ni mengua por la suerte. Quien es un mal perdedor en democracia, además soslaya que la democracia constitucional es el mejor sistema político para quien pierde unas elecciones.
Ahora bien, las diatribas de algunos que se tomaron de la peor forma los resultados del domingo dan cuenta de un problema todavía más grave: hay quienes solo piensan en ser los artífices de las soluciones, olvidándose de los problemas. Esta mezcla nunca tiene un final satisfactorio. Lampadia